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RAPHAEL

Era la primera vez que sentía ese sentimiento, una opresión en su pecho que hacía doler, Simón había causado aquel mal sentimiento con sus palabras; sintió por un momento como sus mejillas estaban humedeciendo dándole a entender que estaba llorando por primera vez en décadas, se secó con rapidez y guardo su celular para acomodar su estado. Era Raphael Santiago, había matado a su creador, se había podido adiestrar sólo y había podido aguantar vampiros tratando de rehabilitarse de las drogas, superar a Simón y arreglar su corazón no sería nada, solo sería cuestión de días.

— Raphael— dijo el vampiro detrás de él— si no vienes mataré a unos de los polluelos y no estoy mintiendo.

Se secó las últimas lágrimas que quedaban en su cara y miró al muchacho para empezar a caminar hacia los polluelos, cuándo entró los polluelos dejaron de hablar y lo miraron aterrados.

— Soy Raphael Santiago, y seré su nuevo adiestrador por un largo tiempo.

MAGNUS

Había vuelto a la habitación y las cortinas se abrieron con su llegada, el sol daba justo en la piel nívea de Alexander haciéndolo ver más blanco de lo que era, su pecho estaba al descubierto y las sábanas estaban enroscada en sus caderas, su cabello estaba desparramado y su boca estaba media abierta dejando escapar un pequeño ronquido, pero para el brujo era una obra de arte. Se acercó para poder admirar olvidándose de los minutos que pasaban cuando se llevó la sorpresa de que Alec se despertó alarmado y al sentarse había chocado con él.

—Auch— murmuró Alec tocándose la frente— ¿Magnus?

El brujo lo miró, admirando sus ojos zafiros que se veían más claros con el sol, no pudo evitar sonreír por ser bendecido en ver aquella imagen y poder saber cómo es Alexander cuando despierta.

— Alexander...

— ¿Tú estabas llorando?— preguntó bostezando.

— No garbancito.

Alargó su mano y la dirigió a la mejilla del Nephilim para acariciarlo, tan besable para su gusto.

— Escuché a alguien llorar—dijo Alec—creí que estabas llorando.

—Debe de ser Simón, ha llamado Raphael hace un rato.

Observó como Alexander asentía mirando sus labios para tragar con dificultad, quería besarlo, pero tenía que controlarse.

— Tus ojos son fantásticos— dijo entonces el Nephilim.

Magnus vio como el Nephilim mordió sus labios con pena haciendo que el brujo se acercara a su cara un poco más, necesitaba sentir aquellos labios de nuevo.

— Y tú me gustas Alexander— confesó Magnus

Y junto sus labios con los de él, un beso suave cual el Nephilim le siguió, después de unos segundos las caricias de manos y un aumento de movimientos de labios apareciera entre ellos, ambos sabían que su conexión iba mucho más de un simple sentimiento, sino también de una atracción sexual, o por lo menos para el brujo lo era.

— ¡Oh hombre!— gritó Simón.

Los dos se separaron y vieron a Simón en la puerta con las manos en sus ojos, Alexander empezó a reír nervioso y Magnus se quejó.

— Entra Simón, no estamos haciendo nada — dijo Alec.

— ¿Entonces esto es nada?—preguntó Magnus ofendido— estábamos besándonos.

— Magnus— lo retó Alec avergonzado.

Magnus sintió como era golpeado en el pecho por aquel Nephilim al cual acababa de besar.

— Te vine a traer el celular— susurró Simón.

Magnus lo miró con preocupación, había recordado que había hablado con Raphael y aún se notaba rastros de sus mejillas húmedas.

— Simón ¿Qué sucedió?-— preguntó Alec.

El Nephilim había salido de la cama y comenzó a caminar hasta el vampiro, Magnus movió sus dedos y cuándo el ojiazul estaba por abrazar al menor su cuerpo desnudo fue tapado con un pijama, Alec lo miró y el brujo solo alzo sus hombros para restar importancia a ello, para que no discutieran sobre su sentido de celoso.

— ¿Pasó algo con Raphael?— preguntó Alec.

— Le dije que ya no lo amo, que nunca lo hice.

— ¡¿Qué?!—Dijo Magnus sorprendido— ¿Por qué le dijiste eso?

Pero Simón había bajado la mirada mientras su voz se volvía apagada.

— No quiero qué esté en peligro— explicó Simón— y si viene lo estará, no quiero eso.

— Raphael no te perdonará nunca esto—dijo Magnus

Vio como el vampiro lo miró con los labios temblando para abrazar a su amigo, Magnus se arrepintió de haber sido tan directo con un polluelo que lo único que sabía era estar al lado de Raphael.

— Magnus—lo reto Alec.

— Lo siento, es que ya sabes Raphael es muy difícil a la hora de perdonar y más con este tema donde se culpaba de lo tuyo— dijo Magnus.

— Pero yo lo quiero a salvo— murmuró Simón— de todas formas Jonathan vendrá por mí.

JONATHAN

Estaba desnudo en la cama de la mujer vampiro, le había costado conquistarla pero después de unos simples halagos y haberle prometido un mundo lo consiguió.

— Jonathan...—ronroneó la mujer vampiro.

La vio entrando a la habitación otra vez con aquella bata casi transparente y aquella mirada que había visto de otra amante, eran tan fáciles de engañar, ridículas, aunque nada se diferenciaba de los hombres que eran mucho más fáciles de poder manipularlos.

— Camille.

Vio como la vampiro se subió a su regazo para sacarse el tapado y quedar desnuda frente a su vista, hermosa para la vista de cualquier hombre excepto para él, no quería mujeres, no quería amor, ni dinero, él quería poder y para eso tenía que poner de su lado a los subterráneos, teniendo la suerte de que fueran mujeres las que estaban al mando de su clan. Con las Reina Seelie le fue mucho más fácil, la mujer le había encantado su belleza casi humana y ya la tenía a sus pies, todo el clan de ella le habían dado su ayuda y le habían dado a unos de los suyos para su sacrificio, ahora faltaba los vampiros, uno de ellos bastaría.

— Entonces, necesito a unos de tus vampiros— dijo Jonathan acariciando su muslo.

Vio como Camille se acercaba a sus labios y lo mordía con delicadeza.

— Te doy al polluelo que está con Magnus— susurró Camille— no me sirve.

— Y necesito la ayuda de tus vampiros— volvió a decir Jonathan.

Vio como Camille se separaba un poco de aquella cercanía y lo miraba confundida.

— ¿Para qué necesitas a mis vampiros?

El chico colocó sus manos en las caderas de la mujer vampiro y empezó a acariciarla viendo cómo Camille tiraba la cabeza hacia atrás disfrutando de las caricias y el movimiento que el chico había comenzado a dar con su extremidades bajas.

— Necesito ayuda, acabar con el mandato de los Nephilim ¿No quieres eso? ¿Ser una reina? ¿Librarte de ellos que te prohíben hacer lo que deseas?

La sonrisa de Camille era todo lo que esperaba Jonathan.

— Claro que sí— dijo Camille—pero...

— Shh.

Jonathan empezó a besarla para que no siguiera hablando.

Tú, mi maldita perdición ||Malec & Saphael|| (RESUBIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora