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RAPHAEL

Se habían​ rehusado a estar con los demás vampiros, no iba a hacer nada, ya no era su obligación hacerlo si le obligaban a estar aquí, quería estar con Simón. Ahora mismo estaba viendo como un vampiro entrenaba a los nuevos polluelos, no era agradable ver a alguien fallar cosas tan fáciles que cualquier polluelo que entreno él le salió solo en dos prácticas.

— No, así no—dice el vampiro casi gritando—tienen que esquivar los objetos, no ser un blanco para ellos.

El muchacho estaba perdiendo la paciencia y llevaba casi nada haciéndolo mientras que Raphael se estaba divirtiendo viendo desde donde está sentado, no todos pueden lograr aquello.

— ¡No es tan difícil!—grito el vampiro—Raphael ayúdame por favor.

El mayor observó cómo el chico lo miraba con súplicas por un poco de ayuda y aunque quería irse del hotel, algo dentro de él se removió, había pasado mucho tiempo desde que no adiestraba a polluelos y sentía la necesidad de hacerlo de nuevo como una vieja costumbre y más porque verlos fallar le estaba causando un malestar en su parte obsesiva, dejando escapar una queja se levantó y caminó hacia el grupo observando a cada uno de los polluelos.

— ¿Cuándo consiguieron a estos polluelos?—preguntó Raphael.

— Hace dos días—contestó el chico.

— Tienes que darle ejercicios más fáciles, son polluelos no vampiros como ustedes.

El muchacho cruzó los brazos y lo miró ofendido.

— Dame una clase para aprender entonces—dijo el vampiro—no entiendo como el polluelo con el que estuviste aprendió tan rápido y estos nada.

Simón, se refería a su pareja, volvió a recordarlo y memorizar que tiene que comunicarse con él rápido, y sentir su voz por un momento para saber si está bien. Se odia por un momento porque va a tardar en llegar a su lado, pero tiene que idealizar un plan para poder escapar.

— Préstame tu celular—dijo Raphael—y cuándo termine te ayudaré con los polluelos.

— No lo sé, Camille me lo prohibió—dijo el chico.

Camille había estado preparada a todo esto, le había sacado el celular la noche anterior y le había informado a cada vampiro sobre sus órdenes, nadie podía ayudarlo, nadie debía hacerle caso, era casi un prisionero.

— Entonces sigue sufriendo con los polluelos— dijo Raphael.

El mayor alza sus hombros y caminar hacia los sillones para sentarse mientras cruza sus brazos y sigue observando como el vampiro intenta un rato más obligarlos a realizar los entrenamientos, pero volvían a fallar y el chico gritaba de frustración, cuando se cansó de intentarlo y Raphael había cerrado los ojos para imaginar a su novio sin ropa y así distraerse un poco, una persona se colocó frente a él, al abrir los ojos vio al vampiro tendiendo el celular y pasando su mano por su pelo con frustración.

— Que no lo sepa Camille, puedes quedarte con él, es tu celular, me habían dado órdenes de venderlo.

El mayor asintió y se levantó para mirar a los polluelos que estaban asustados y estaban de pie con sus caras con moretones por los golpes dados en el entrenamiento.

— Sentados— ordenó Raphael—en un momento vengo a entrenarlos como se debe.

Y empezó a caminar lejos de ellos para mirar su celular con una sonrisa y tocar la pantalla donde había una foto de Simón, la cual le había sacado una vez que estaba distraído, sabía que el menor no tenía el celular así que tenía que llamar a Magnus.

Tú, mi maldita perdición ||Malec & Saphael|| (RESUBIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora