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 ALEC

Le sonrió y tomó la mano de Magnus para comenzar a dirigirlo hacia la habitación que ahora era de los dos, está noche debía ser conmemorada por el compromiso y el menor sabía cómo hacerlo, tomando un baño, porque hacer lo que estaba pensando en la habitación donde Max dormía no era algo propio.

— ¿Y cómo fue todo con Raphael y Simón?—preguntó Alec.

Mientras lo llevaba por los pasillos, había un silencio relajante, estaba muy poco iluminado, las personas dormían y ellos trataban de hablar lo más bajo posible.

— Raphael se hizo el difícil, pero aceptó al pequeño— respondió Magnus riendo— todo estará bien entre ellos, Simón los podrá controlar.

Alec dejó escapar una carcajada mientras imaginaba la situación de cómo estaba siendo en la casa de Magnus y cómo estaría Raphael en estos momentos teniendo un niño en casa siendo ambos vampiros.

— Es tan inexplicable, una familia, una boda en camino— dijo Alec— todo es tan raro y tan fascinante a la vez.

Los dos se detuvieron y se quedaron mirando ¿Quién diría que ellos dos terminarían amándose, tuvieran hijos y se estaban por casarse? Lo miró a los ojos, esos amarillos verdosos que parecían brillar a la falta de poca luz, las ranuras de gato nunca terminaban de sorprenderlo y ahora en esto momentos quería besarlo hasta que sus labios se hincharán y dolieran.

— ¿Qué sucede garbancito?— preguntó Magnus.

Alec le sonrió soltando su mano y poniéndolo en la mejilla del brujo para comenzar a acercarse a él, amaba tanto a Magnus Bane, amaba lo qué hacía por él, los pequeños gestos y palabras, el pequeño discurso que uso para proponerle casamiento, amaba todo de su pareja. Acercó su cara en busca de sus labios suaves para poder besarlo, era una de pocas maneras que podía transmitirle el cariño que le tenía cuando en verdad no sabía cómo expresarse, sus labios se encontraron haciendo que colocará su otra mano en la otra mejilla del brujo y así llevarlo hasta una de las pared para poder afirmarlo, sentir los labios de Magnus moviéndose al compás de los suyos hacia que todo su estómago sufrieran un ataque de sentimientos.

— Alexander— suspiró Magnus entre sus labios.

Haciendo que el menor se apretará más al cuerpo del brujo colocando sus codos a cada lado de la pared y besándolo con más fervor, pidiendo permiso para recorrer mejor su boca, pudo sentir como las manos de Magnus bajaban a su cintura para después entrar por debajo de su remera y acariciarlo, haciéndolo suspirar y comenzar a mover su cuerpo, sus caderas tratando de presionar la parte íntima del brujo y después alejarse para que comenzará a producir efecto.

— Cariño, vamos a la habitación, alguien nos puede ver aquí— susurró Magnus.

Se había separado de sus labios, el menor aprovechó para comenzar a besar su cuello y susurrar entre su piel.

— Está Max durmiendo en la habitación— susurró Alec.

Volviendo a besar su cuello usando su lengua para poder hacer que el brujo disfrutará el momento, no tenía experiencia pero trataba de hacer lo que creía que fuera correcto.

— No meteremos ruidos.

— Se despertará—dijo Alec.

Separando los labios de su cuello y buscando los labios otra vez, Magnus comenzó a subir su remera para poder sacarla haciendo que el ojiazul lo ayudará un poco, estaban en el pasillo pero ya no les importaba tanto, el ojiazul comenzó a mover unas de sus manos para ir hacia los pantalones de Magnus, pero parece que a Max junior se le había contagiado las malas costumbres de su tío Jace porque comenzó a llorar.

— ¿En serio?— se quejó Magnus— ¿Acaso tenemos alguna maldición?

Los dos se separaron y Alec pasó su mano por su pelo con frustración, habían interrumpido en algo bueno, vio como Magnus comenzaba a caminar hacia la habitación mientras se quejaba por lo bajo, el ojiazul se agachó para tomar su remera y caminar detrás de él, cuándo entraron por la puerta pequeño Max estaba parado en la cuna agarrando las barandilla mientras su carita estaba empapada de lágrimas.

— Oh mi pequeña palomita—dijo Magnus caminando hasta él para alzarlo— pesadillas, no entiendo que vieron en aquella casa pero todo estará bien mi niño acá estamos tus padres para ayudarte a que esos miedos pasen.

Alec se quedó mirando a Magnus sosteniendo en su pecho a Max mientras lo mecía.

— ¿Y esa cuna?— preguntó Magnus.

— Max la hizo aparecer— respondió Alec.

Había caminando hacia la cama y se sentaba para observar mejor la escena, escuchó como la risa de Magnus entraba por sus oídos.

— Mi pequeño niño— sonrió Magnus—siento lo de esta noche cariño te lo voy a recompensar, te lo prometo.

— No importa— sonrió Alec— tenemos que aprender que Max será una responsabilidad grande desde ahora.

Tirándose hacia atrás para quedarse acostado.

— ¿Y estás interrupciones siempre van a suceder?— preguntó Magnus.

— Casi siempre— contestó Alec.

SIMÓN.

El pequeño no podía evitar reír, eran más o menos las cinco de la mañana y Rafita se despertó para no volver a dormir, había tenido que aguantar a Raphael quejarse del pequeño, habían intentado todo, cambiarle el pañal, darle un biberón, todo pero fracasó.

— Quiero un momento a solas contigo Simón— se quejó Raphael— ¡Duérmete niño!

Y Simón se pegó con su mano en su frente cuando Rafita comenzó a llorar con más fuerza.

—No, no, no llores— dijo Raphael caminando hasta el niño— lo que me faltaba ¡Lo que me faltaba!

Mientras que Simón miraba todo desde un sillón mientras reía por aquellos comportamientos, vio como Raphael alzaba a Rafita con el ceño fruncido.

— No le grites al niño, es sensible a los gritos— explicó Simón.

Raphael comenzó a caminar con el niño alzado por la sala.

— Gracias por avisarme—dijo Raphael— Rafael, bebé, no quise gritarte, todo está bien, deja de llorar mi pequeño niño.

Y como si fuera un milagro Rafita dejó de llorar haciendo que Simón sonriera de ternura, sabía quién iba a ser el preferido para aquel niño.

— Esto es un avance—le dijo Raphael— ahora tienes que dormir porque quiero un momento a solas con tu papá y poder hacer cosas de adultos ¿Puedes hacer eso?

— Raphael— lo retó Simón.

Vio como el vampiro mayor hacía algo parecido a un puchero mientras caminaba con el niño que tenía muchas energías tratando de escalar por los brazos y agarrar de su pelo, tenía algo parecido a una obsesión por tirar el cabello.

— Quiero tener intimidad contigo ¿Es tanto pedir? ¿Por qué aún no se duerme?

Simón se paró y fue hasta ellos para agarrar al bebé y ponerlo sobre su pecho.

— Porque tú lo estás moviendo con fuerza, y para hacerlo dormir es con lentitud— respondió Simón.

Fue a sentarse de nuevo al sillón para acomodarse con Rafita y comenzar a darle golpes suaves en el pañal.

— ¿Y después de esto vamos a tener nuestro tiempo?— preguntó Raphael.

— Si, después de que él bebé se duerma— le contestó Simón.

Raphael se sentó a su lado.

— ¿Y cuándo va a suceder eso?

Simón vio como el pequeño se movía inquieto quejándose de los ruidos.

— Si no dejas de hablar, será nunca— contestó Simón.

— Está bien, voy a cerrar la boca.

Raphael se cruzó de brazos, era el primer día con el niño y no salía tan mal, solo tenía que empezar a adaptarse.

Tú, mi maldita perdición ||Malec & Saphael|| (RESUBIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora