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MAGNUS.

Estaba abrazándose al cuerpo de su garbancito, era relajante escucharlo respirar y como su pecho se sentía el latido de su corazón, se estaba sintiendo tan bien desde que lo había conocido había vuelto a hacer que pudiera recordar las emociones que se presentaban cuando uno se enamoraba, esa sensación de paz al haber encontrado al indicado.

Aún no habían entrado al instituto, le habían pedido a Simón y Raphael ir a casa de Magnus mientras que iban en busca de su pequeño para al fin unirlos a los tres, solo se había tomado una parada a unas cuadras para poder estar los dos solos un rato, Alec se apoyó en una pared mientras que él estaba sobre su cuerpo, los dos en un silencio mirando el cielo y las personas mundanas que pasaban cerca de ellos sin darle ninguna clase de atención.

— ¿Te irás a tu casa?—preguntó Alec.

Como si le estuviera rogando que no se fuera, Magnus sonrió, era muy tierno cuando hacía esto, de su boca salía algo pero su cuerpo siempre señalaba otra cosa, solo había que observarlo o escuchar el tono de su voz para saber que quería expresar.

— No me iré lejos de ti y de Max— dijo Magnus— si tengo que quedarme contigo y mudarme a tu alcoba lo haré.

Sintió una pequeña risa de parte de Alec y ninguno se le pasó por alto lo que había dicho, ya no eran ellos dos, sino tres, ahora eran tres, bueno siete, la familia era grande.

— ¿Pero qué harás con tu casa?

— Simón y Raphael lo cuidarán bien— respondió Magnus— merecen su privacidad.

Pudo sentir cómo las manos de Alexander subían hacia su cabello y la acariciaba con cuidado mientras lo escuchaba suspirar.

— Me siento agotado— bostezó​ Alec.

Magnus no pudo evitar reír al pensar por qué era que se sentía así, en la cama Alexander se había lúcido.

— Entonces vamos a casa y descansa— susurró Magnus— yo iré a llevarle al pequeño a Simón y me acostaré contigo cuando llegue.

Pero ninguno se movió ni un centímetro.

— Debe estar hecho un desastre el instituto, lo presiento— dijo Alec suspirando— déjame disfrutar mis últimos momentos de paciencia y estar contigo.

El brujo alzó la mirada y sonrió al ver a su pequeño con los ojos cerrados y respirando con tranquilidad, el brujo le beso con cuidado para no alterarlo.

— Vas poder llevar todo esto— animó Magnus— sé qué lo harás, eres fuerte Alexander.

Sintió como el ojiazul lo atraía más a él y buscaba sus labios para juntarlos y comenzar a moverlos con lentitud, haciendo que el brujo subiera sus manos hasta los hombros de su chicos y rodear su cuello para profundizar el beso, pero un ruido del bolsillo de Alec los interrumpió haciendo que se separará mientras gruñía de frustración y suspiraba. ¿Por qué siempre estaban interrumpiendo? ¿Por qué no le dan un poco de paz? Vio cómo su chico de ojos zafiros sacaba su celular y contestaba mientras ponía en alta voz.

— ¿Qué sucede Jace?— preguntó Alec frunciendo el ceño.

Otra vez su Parabatai volvía a molestar ¿Qué le sucedía? ¿Tenía una alarma que se prendía cuando ellos dos estaban disfrutando un momento tan íntimo y de paz?

— ¡Tenemos un código 1234!— respondió Jace gritando.

¿Un código 1234? ¿Qué es un código 1234?

— ¿Qué?

— ¡Oh por el ángel! Eres mi Parabatai—dijo Jace— tienes que saber que es un código 1234.

— Pero no lo sé.

— Ven al instituto, los niños están vomitando Alec ¿Sabes lo asqueroso que es esto? Ven ahora mismo.

Y la llamada se cortó haciendo a Alec suspirar mientras guardaba el celular en el bolsillo y lo miraba con un pequeño mohín en los labios.

— Sabía que ocurriría algo así— dijo Alec poniendo su mano en su frente— lo sabía.

Magnus solo sonrió y le tomó de la mano, él se encargaría de ayudar a su pequeño para que no se le hiciera tan pesado todo el trabajo que venía hacía sus hombros.

— Todo estará bien.

Con su mano desocupada hizo un portal y llevó a Alec hasta ella pasando los dos y apareciendo en una sala desastrosa, llantos de niños, vómitos por los suelos, Izzy con una olla en sus manos revolviendo, esperaba que de eso los niños no hayan probado, Jace y Clarissa con pañuelos hacía todos lados tratando de limpiar. Magnus tuvo que taparse la nariz con un pañuelo de seda que saco de su bolsillo.

— ¿Qué sucedió aquí?— preguntó Alec.

Los llantos pararon y Max apareció en la sala, Izzy lo miró dejando de revolver la cosa que tenía en la olla y Clary con Jace suspiraron.

— Les dimos de comer— dijo Jace— ¿Sabes lo difícil que es darle de comer? ¡Tardaron horas en comer, horas! Y cuando por fin lo hicieron comenzaron a vomitar ¡Por todos lados!

— ¡Jace comenzó a gritar por todos lados!— dijo Max— le dije que los bebés aún no pueden comer y no me hizo caso.

— Son niños, todos comemos—dijo Jace— nadie no puede comer.

Magnus dejó escapar una carcajada por lo bajo.

— No Jace, los bebés solo toman biberones de leche— explicó Alec— ¿Qué les dije de que Jace no podía tomar decisiones?

— Creí que había sido solo un juego—dijo Izzy.

Los bebés comenzaron a gatear hasta ellos, Magnus chequeó los dedos y los pequeños comenzaron a flotar cuando estaban por pisar algunos vómitos cerca.

— Bueno, alguien tiene que limpiar— dijo Magnus.

— Soy un niño aún— dijo Max.

Que había caminado a la puerta para irse de ahí.

—Yo tengo que ir a hacer que se vaya a dormir Max— se excusó Izzy.

Dejando la olla en la mesada, mientras corría hacia donde se había ido Max escapando de la limpieza del lugar.

— Yo voy a limpiar— dijo Jace apenado— lamento lo que hice Alec.

— Yo lo ayudaré.

Vio a Alec caminar hasta su Parabatai y colocaba una mano en su hombro mientras le decía unas palabras.

— Iré a hacer dormir a Max junior y después vendré a ayudarte.

Después el Nephilim se dio vuelta, agarró a Max que estaba en los aires para caminar hasta donde estaba él y darle un pequeño beso.

— Te voy a esperar para que vayamos a dormir juntos—dijo Alec sonriendo— puede que podamos darnos un baño juntos.

Magnus le sonrió mientras veía como Alec esquivaba el piso sucio para poder salir por la puerta con Max en sus brazos.

— ¿Acaba de proponerte que se bañen juntos?— preguntó Jace.

El brujo hizo que Rafael viniera a sus brazos y miró a Jace.

— No es de tu incumbencia—dijo Magnus— y no quiero verte cerca de la habitación esta noche o te convertiré en pato ¿Has escuchado?

—Entendido.

Hizo un portal para pasar por ella con el nuevo niño de Simón y Raphael.

Tú, mi maldita perdición ||Malec & Saphael|| (RESUBIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora