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MAGNUS

Cuando vio que Max ya había vuelto a dormir y lo acostaba con cuidado en la cuna giró la vista hacia su garbancito con una pequeña sonrisa, pero al verlo ya respirando con lentitud se dio cuenta que su futuro esposo se había dormido, parecía que el momento de pasarla bien ya había acabado, pero no le molestó, entendía todos y en algunas horas la clave, el inquisidor y el cónsul vendrían para hacer que su garbancito fuera el nuevo tutor del instituto y aunque no le agradará la idea de ver a esas personas haría el esfuerzo y se quedaría para poder proteger cualquier problema que le dieran a su chico.

Caminó hasta el lado de Alec y se acurrucó abrazándolo en forma de que sus cuerpos se pudieran unir sin incomodar a ninguno de los dos, con una de su manos y su magia hizo que la luz se apagará quedando el cuarto oscuro solo haciendo que en la ventana a una distancia de ellos comenzará a reflejar el cielo que comenzaba a cambiar de color anunciando las pocas horas para el amanecer, comenzó a cerrar los ojos y así poder dormir escuchando la respiración de su chico, era música para sus oídos, la mejor melodía que había escuchado en siglos, mucho mejor que aquel chico que tocaba el charango ¿Cómo se llamaba? Ya ni se acordaba.

Era afortunado por tener a Alexander con él ¿Quién diría que ese chico tímido qué se escondía detrás de su Parabatai fuera el amor de su vida? Que fuera el padre de su hijo adoptivo, algo que había soñado por siglos tener y se casaría, después de muchos siglos de aventuras, de fiestas, de amantes y interminable búsquedas de algún amor, se entregaría en cuerpo y alma a alguien, se casaría con la persona más perfecta que pudiera existir, le había dado todo, algo por que luchar, una familia a la cual criar y muchos recuerdos que guardar con mucho cariño.

Trató de cerrar los ojos y dormir de una vez pero es que no podía dejar esto así, necesitaba planear la boda mundana más grandiosa del mundo, algo que pudiera disfrutar ellos y con más razón Alexander ya que al no poderle darle un casamiento de Nephilim quería que lo disfrutará, y también tenía que pensar por Raphael y Simón.

Necesitaba elegir los trajes, él quería usar un gran esmoquin brillante, algo que combinará con sus ojos de gatos, y tuviera muchos brillos, también se haría un peinado sensacional, capaz hasta volvería a teñirlos de colores, tendría que buscar los accesorios correspondiente, el maquillaje e ir planeando que tardaría horas en arreglarse, también tendría que buscar una vestimenta para el pequeño Max y para el hermano de Alec, tendría que retar a Izzy si se le ocurría usar una vestimenta mucho mejor que él y retaría a Jace si llegaba a aparecer con su traje de combate mientras que con Clarissa todo iría bien si no se unía a Izzy y al último.

El más importante, sería Alec, la vestimenta más difícil de elegir, los Nephilim se casaban con trajes blancos y runas doradas estampadas, pero esto no era un casamiento Nephilim, era un casamiento mundano y le aterraba pensar sobre que le gustaría a Alec usar, aunque si quisiera su chico usar alpargatas y una ropa fuera de lo común, él le diría que es precio por que nada le quedaba mal a Alexander Lightwood, su sencillez a la hora de vestirse, la mínima importancia que le daba a su ropa, eran tan distinto pero tan compatibles a la vez.

— Duérmete Magnus.

Magnus lo apretujo más con sus manos y colocó su cara en el hueco de su hombro oliendo a aroma varonil que sabía tener su chico.

— Es difícil cuando te estoy admirando garbancito— contestó Magnus— eres una obra de arte en este lugar.

Escuchó una risa ronca de parte del menor.

— Duérmete— dijo Alec— que mañana será un gran día y nada podrá mostrar mantenerte despierto.

Esta vez fue el turno de Magnus reír por aquel comentario.

— Entonces dormiré ahora mismo, si no mañana no te podré impresionar.

Vio como Alec volteaba un poco su cara y susurraba medio dormido.

— Tú siempre me has impresionado, eres hermoso sin o con maquillaje, eres hermoso para mí.

Magnus sonrió y besó su mejilla.

— Descansa garbancito, te amo— dijo Magnus.

Tratando de cerrar los ojos y dormir de una vez.

— Te amo— susurró Alec—descansa.

No podía pedir nada más que vivir ese momento siempre.

RAPHAEL.

Miraba todo desde su lugar, habían pasado dos horas ¡Dos horas! Cuál Rafita no quiso dormir, se había rehusado a su naturaleza y había aprovechado para jugar con el pelo de Simón, con la remera y hasta con su cara, había aprovechado divertirse sin rastro de sueño, eso lo frustró, así que solo se cruzó de brazos y mordió sus labios para no gritarle y escuchar sus llantos ya que cuando le había gritado y lo escuchó llorar había sentido un poco de lastima y enojo a él mismo por haber hecho eso.

Pero al fin Rafita había caído en el cansancio y estaba siendo acostado con cuidado en aquella cuna improvisada para que no volviera a molestar, cuando vio que Simón lo estaba observando dormir Raphael caminó hasta él y lo abrazó de atrás escuchando un suspiro de parte del menor.

— Es tan hermoso cuando duerme— dijo Simón.

— Dejó de molestar, eso es bueno— añadió Raphael.

— Raphael.

Raphael comenzó a arrastrarlo con lentitud hacia atrás y comenzó a besar su cuello en el proceso, habían pasado tantos tiempos lejos, desde que Camille se lo había llevado, el secuestro de Simón, la muerte de la vampiro y su obligación de ir en su lugar, no había tenido tiempo para estar a solas con su chico y ahora tenerlo a solos centímetros necesitaba esto.

— Parece que los novatos no te satisfacían muy bien— murmuró Simón.

Mientras le daba más lugar para besar, Raphael dejó escapar una carcajada por el tema porque sabía que este tema siempre iba a salir a la luz.

— Nadie lo hará como tú lo haces bebé, tú eres mi chico— susurró Raphael.

Y Simón se dio vuelta con rapidez agarrando sus partes íntimas con fuerza, haciendo que Raphael abriera los ojos asombrado.

— Escúchame bien, llegas a hacerme algo así de nuevo y esto va a desaparecer ¿Entendido?

Raphael sentía un pequeño dolor en sus partes pero debía admitir que ver esta nueva faceta de Simón, verlo molesto, le gusta.

— Grr Simón— sonrió Raphael bromeando.

— No sonrías, estamos hablando con seriedad— murmuró Simón.

Pero Raphael no le hizo caso, a cambio colocó su mano arriba de la mano de Simón y comenzó a acariciarlo.

— ¿Y si antes de hablar hacemos algo mejor?— preguntó Raphael— antes de que él niño se despierte.

Vio cómo Simón se mordía los labios para después contestar con molestia.

— Está bien, está bien— respondió Simón— pero después hablaremos de esto.

El mayor agarró de la cintura del menor con la mano desocupada y lo atrajo hasta él.

— Todo lo que quieras.

Y busco sus labios para poder besarlo como sabían hacer.

Tú, mi maldita perdición ||Malec & Saphael|| (RESUBIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora