Tras la primera copa fallida, vino la segunda. No hubo fuerzas para una tercera. La tensión que habíamos vivido un par de horas antes, nos hizo retirarnos pronto esa noche. Salimos del local y nos despedimos con abrazos, de nuevo recordando entre risas y admiración el momento en el que "el machote", que así lo habíamos apodado por su aspecto y actitud, había salvado nuestras vidas de princesas solteras.
—Mañana os llamo. Me duele todo el cuerpo —comenté a mis amigas momentos antes de cruzar la calle y dirigirme hacia el coche aparcado dos manzanas más allá.
Mientras caminaba, apretaba con fuerza el abrigo sobre mí. Había llovido y la noche estaba muy poco apacible. Necesitaba llegar a casa, darme una ducha caliente y dormir. Al día siguiente era sábado y no tenía nada que hacer.
—¡Mierda! —La voz masculina provenía de detrás del capó abierto de un coche aparcado al doblar la esquina.
Su voz me resultó familiar. Mientras me acercaba apareció su cara. Era el héroe que horas antes se había comportado como un paladín defendiendo a la princesa, en este caso, a las princesas.
—¡Hola de nuevo!, ¿problemas? —pregunté con una sonrisa de tonta en la cara.
—¡Hola señorita! —Sonrió el espécimen de hombre. Se frotaba las manos con un trapo lleno de grasa. Sin duda, había tenido algún problema mecánico—. Mi coche no funciona —dijo haciendo lo que me pareció un auténtico puchero infantil. Me pareció una actitud divertida y sin encaje en un hombre con esas cualidades de supermacho.
—¿Quieres que le eche un vistazo? Sé un poco de mecánica.
En realidad sabía mucho más que un poco. Mi padre había sido mecánico durante toda su vida y desde niña me había interesado por el funcionamiento de las cosas. Aquella fue la principal razón para que yo estudiara ingeniería y después informática.
—No te preocupes, no funciona, no es la primera vez, es un coche viejo y cada día me da más problemas —argumentó el chico—. Además, no quisiera que te manchases las manos, no es trabajo para una señorita. Mejor buscaré un taxi.
—¿Perdona?... —Hice una pausa, no conocía su nombre.
—Soy John, pero todos me llaman J, creo que no nos hemos presentado antes.
—Perdona John, pero no creo que existan trabajos de hombres o de mujeres. Yo sé lo suficiente de mecánica, tanto como para convertir esta lata con ruedas en un coche de verdad —le recriminé indignada por el comentario machista. No soportaba que me menospreciaran por mi sexo.
—No quería ofenderte, solo dije que...
—Sé lo que dijiste —interrumpí. Ya era una cuestión de orgullo—. Anda, échate a un lado y aprende. ¿Qué le pasa al coche? —El enfado había pasado, en realidad había sido más bien una demostración de personalidad que indicaba qué líneas no se podían traspasar con una mujer como yo. Pero ahora tocaba demostrar que podía hacerlo.
—No sé si será la junta de la trócola o el piñón fijo de enganche —se rio mientras se encogía de hombros. Su tono era muy divertido, sin duda no se había tomado a mal mi impertinencia—. A veces simplemente no arranca, no hace nada. Yo sé que el mecánico dice que...
—Pues como sea la junta de la trócola, estamos jodidos —le interrumpí con una risa fácil mientras me asomaba al interior del motor—. Haz algo útil y dale al contacto.
—¿El contacto? No sé si debería darte mi teléfono, creo que es pronto para que tú y yo tengamos una relación.
—¿Serás idiota?— Me pilló de improvisto el comentario, pero la verdad es que me hizo gracia—. Hagamos una cosa, si consigues arreglarme el coche, tienes que dejar que te compense —propuso divertido J.
Pensé que no era el tipo de situación en la que un hombre intentaría tirarme los trastos. No creí de hecho que lo estuviera haciendo y que aquella era su manera de disculparse por el tono machista. Aquella noche estaba siendo inusual en su totalidad. El tío era un rato guapo, valiente, simpático y fuerte. Pero el hecho de que yo pudiera demostrarle mis habilidades y ponerme a su altura en destreza, me hizo pensar que podría ser divertido conocerle.
—¿Estás ligando conmigo? —No podía creer que yo pronunciara esas palabras, pero las emociones intensas vividas un rato atrás, me hacían estar mucho más susceptible de lo habitual. Me estaba dejando llevar—. Dale otra vez al contacto. En cuanto a tu ofrecimiento, ya veremos—. Lo había dicho, acababa de darle a J un motivo para pensar que podía seducirme.
—Ahora mi deseo más ferviente es que arregle usted el coche, señorita... —se dirigió a mí en tono burlón, mientras esperaba mi nombre.
—Me llamo Charlotte, ¿podemos terminar, John? —pregunté divertida.
—No me gustaría tener que terminar lo que no hemos empezado. Prefiero empezar, si no le importa, pero como usted desee, señorita Charlotte. —Decidido, el tipo era simpático y sí, estaba ligando conmigo.
No contesté, el rubor inundaba ya mis mejillas y desvié cualquier pensamiento mientras me ponía manos a la obra. Tras varios intentos comprobando algunos de los cables y no conseguir que funcionara el coche, le pedí que me acompañara al mío. Como buena mecánica, siempre guardaba un kit de resucitación rápida de coches en el maletero.
No tuvimos que caminar más de cien metros. Una vez en mi coche, saqué del maletero un polímetro, un destornillador, una barra de metal y un martillo. Ya tenía una idea del problema y solo quedaba comprobarlo.
—¡Ya veo cuáles son tus mañas! —dijo riendo J—. O sea, que si con el aparatito ese no consigues nada, me vas a destrozar el coche a base de barra y martillo. ¡Menudo arreglo!
Sin poder parar de reírme, volvimos al coche. Sus comentarios sobre el martillo y la barra se hicieron incisivos en el corto trayecto hasta el coche, pero me encantaba su sentido del humor. Tras comprobar que la batería tenía suficiente carga, determiné que el problema era, con probabilidad, el motor de arranque. Apoyando en él la barra, le di por el otro extremo un pequeño golpe con el martillo. Se produjo una chispa.
—Prueba ahora— dije convencida.
Al momento sonó el arranque del coche, el tubo de escape tosió una bocanada de humo negro y después se mantuvo encendido.
—¡Misión cumplida! —proclamé entusiasmada.
Pero inocente de mí, solo era la primera de muchas que después tendría que cumplir.
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Renasci - La forja de una espía
ActionLa sombra de un poder inimaginable se cierne sobre el planeta. El mundo tal y como lo conocemos, está próximo a su final. La Agencia ha recibido el encargo de evitarlo y le queda una última oportunidad para detener lo que está por venir. Para lo...