—¡Hola Letty! ¿Cómo estás? —escuchar su voz me puso muy contenta.
—¿Cómo estás tú sinvergüenza? —me recriminó feliz en su mejor tono de hermana mayor—. ¡Has estado desconectada todo el tiempo! Te he llamado no sé cuántas veces y Martha también. No me dirás que es que te has ido todo el fin de semana con el supermacho ese que te vuelve los ojos del revés a algún lugar perdido sin cobertura, porque no te perdonaría que no me cuentes esa historia.
—Eh... no, verás —pensé en una excusa—. El teléfono se me cayó al suelo y digamos que ha pasado a mejor vida. —Era lo único que se me ocurría en ese momento.
—Está bien, te perdono. ¡Pero solamente si quedamos y me cuentas esa historia!, ¡me muero de ganas de conocer todos los escabrosos detalles, tía! —su voz sonaba perfectamente.
Quería decirle que estaba bien, pero no podía hacerlo. Le habría contado todo lo que había pasado en las últimas horas, pero tampoco podía. Necesitaba ponerme a llorar, esta vez de felicidad inmensa al recuperar a quien por tanto había sufrido en tan poco tiempo. Miré a Julius Grant de reojo. Parecía relajado, aunque su mano seguía cerca del teléfono.
—Claro que te lo contaré. Solamente te llamaba para... ¿por qué no viniste el sábado? No sé si perdonarte —se me ocurrió decirle sobre la marcha.
—Bueno, ya sabes, mi padre quería que fuera la anfitriona de esa fiesta. ¡Vaya rollo!, ¡pero por lo menos te mandé un mensaje para avisarte!
—Eh... sí, claro. Bueno, no lo vi en realidad. Cuando se me cayó el teléfono... tengo que comprarme otro. Oye Letty, te llamo en otro momento y quedamos, ¿de acuerdo?
—Genial Charlotte. Quedamos como siempre el viernes. Tendremos que celebrarlo. Y por cierto, invita a tu amigo y si de paso tiene algún otro amiguito interesante como él, pues que se venga también.
—Paso, ¡sois unas arpías y lo despellejaríais! —comencé a reír mientras las lágrimas de nuevo brotaban en mis ojos—. ¡Nos hablamos!
—¡Chao guapa! Besitos.
—Besos.
Al colgar el teléfono respiré profundamente y cerré los ojos tratando de contener las lágrimas. De pronto me sentía mejor, más joven, como si hubiese recuperado una vida entera que había sido tirada en caída libre desde lo alto de algún rascacielos. Una inmensa calma recorrió mi cuerpo. Conforme comenzaba a tranquilizarme de verdad, un sentimiento de angustia comenzó a brotar de mi interior. Aquel mal trago había pasado, Letty no estaba muerta, pero yo estaba en ese extraño lugar en compañía de un hombre que todavía no sabía quién era o por qué me había hecho todo aquello. Necesitaba respuestas, pero no me atrevía a hacer las preguntas. Miré durante unos interminables segundos a Julius Grant. Aquel hombre parecía tener una perpetua cara de preocupación en su rostro.
—Gracias señorita Charlotte.
—¿Gracias? —mi estupor no cabía en mi alma—. ¿Gracias por qué?
—Gracias por mantener nuestro acuerdo, por supuesto. Espero que ahora esté más tranquila.
—Sí, algo más tranquila —repetí sus mismas palabras sin convicción—. Pero hay muchas cosas que todavía necesito.
—Todo a su debido tiempo, Charlotte.
—¡Escúcheme Grant! —le dije levantando el dedo índice frente a su cara en un ataque de furia—. Ya sé que Letty Evans no está muerta, reconocería su voz y su acento en cualquier sitio. Pero me parece a mí que todavía tiene muchas cosas que contarme. ¿Va a responder a mis preguntas?
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Renasci - La forja de una espía
AkčníLa sombra de un poder inimaginable se cierne sobre el planeta. El mundo tal y como lo conocemos, está próximo a su final. La Agencia ha recibido el encargo de evitarlo y le queda una última oportunidad para detener lo que está por venir. Para lo...