Desperté renovada. Eran casi las once de la mañana y John no estaba a mi lado, pero el olor a tostadas y café recién hecho, delató su presencia en la cocina.
—¿Será así toda la vida? —le dije al abrazarlo y ponerme de puntillas para besarle en la nuca.
Me devolvió el abrazo y me besó con devoción. Saboreé su boca, era un comienzo del día maravilloso. Mis sentidos de nuevo se despertaban y volvían a hacerlo con el mismo ángel de hacía tan sólo 4 días a mi lado. Un ángel guardián, mi protector, mi amante, mi novio. Mi vida había cambiado radicalmente y, sin embargo, era como si el tiempo se hubiese detenido para disfrutar de su compañía. Todo había salido perfecto.
—Charlotte, la vida de un espía está llena de breves momentos. Hoy despiertas conmigo, pero tal vez mañana tendrías que seducir a un exnovio para salvar al mundo —John me miraba con sus ojos profundos y oscuros. Su flequillo caía lánguido sobre sus ojos. Su torso, fuerte y grande asemejaba un muro enorme por el que trepar para refugiarse de cualquier mal. Pero su tono esperaba una respuesta que no estaba seguro de querer escuchar.
—No pienso hacer tal cosa. Para eso te tengo a ti, agente J, para que puedas ser mi novio formal y que a nadie se le ocurra acercarse a menos de un metro de mí.
Reímos mientras desayunábamos. El café, aunque era el mismo de todos los días, estaba delicioso a su lado. Me daba la sensación de estar flotando en una nube. Hablamos de su paso por la academia de espionaje, así como de sus misiones en Operaciones Especiales del ejército británico.
Me prometió que permanecería a mi lado todo el tiempo y que no permitiría que me pasase nada malo. Yo le creí a pies juntillas. Después llegó el momento de comenzar nuestra nueva vida juntos.
Hablamos de nuestra cobertura como pareja. Aprendí mucho de John cuando me explicó cómo montar una coartada creíble y hacerlo sin faltar a la verdad, aportando incluso detalles para que resultase sólida.
Me contó que, además de su trabajo, había conseguido abrir un pequeño gimnasio en Southampton en el que enseñaba Grappling y defensa personal para mujeres, especialmente víctimas de violencia machista. Así es que aquel sería su trabajo habitual, que además le permitía salir del país en ocasiones para dar cursillos en otros lugares. Me contó otros detalles de su vida importantes, que me fueran sencillos de recordar. Los nombres y descripción de sus dos mejores amigos y su pasado. Todo debía estar bien atado.
—¿No quieres que Julius o Sarah te indiquen nada de lo que hay que hacer?
Había recordado el ofrecimiento de ambos, pero John se negó en redondo a reunirse con ninguno de ellos.
—No los necesitamos. Tú tienes claros los objetivos y ya me los has contado. Yo tengo claro quién eres y qué necesitas de mí. No hacen falta reuniones con burócratas —aseguró.
—¿Tienes pasaporte John?
—Sí tengo, pero en casa.
—Por cierto, ¿dónde vives? —apenas sabía nada de ese hombre aparte de que era un maravilloso amante.
—En Southampton.
Acordamos que desde ese momento, llevábamos saliendo juntos seis meses. Nos conocimos en Londres, en el mismo pub que yo frecuentaba el día de San Jorge, patrón de Inglaterra, el 23 de abril. Tras unas copas charlando, yo había arreglado su coche. Después nos habíamos enamorado. No vivíamos juntos, pero a menudo él se desplazaba a Londres para pasar un par de días conmigo.
Decidimos que apenas habíamos viajado juntos, si bien, sí que habíamos hecho un viaje de turismo rural por Irlanda del Norte por lugares que ambos conocíamos bien: la ciudad de Belfast con sus maravillosos rincones, la calzada de los gigantes con sus colosales vistas, el puente colgante de Carrick-a-rede rope bridge y otros lugares típicos de la zona.
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Renasci - La forja de una espía
AksiLa sombra de un poder inimaginable se cierne sobre el planeta. El mundo tal y como lo conocemos, está próximo a su final. La Agencia ha recibido el encargo de evitarlo y le queda una última oportunidad para detener lo que está por venir. Para lo...