Me quedé mirando aquel paquete que llevaba Grant en sus manos. Lo habían previsto todo, incluso darme un nuevo teléfono, seguramente ya intervenido.
—¿Qué le hace pensar que voy a aceptar un teléfono hackeado por ustedes?
—Nada me lo hace pensar, pero es algo que me ahorraré si lo acepta.
Las puertas del ascensor se abrieron y salí al pasillo por el que había entrado hacía más de un día. En las puertas ya no había rastro de las identificaciones de cada sección ni de logotipos de la Scotland Yard.
—¿No me van a dejar tranquila, verdad? —pregunté furiosa.
—Prometo dejarla tranquila, pero no vamos a descuidar tampoco nuestro trabajo, seguro que lo comprende.
Arranqué el paquete de sus manos cuando salimos al aparcamiento. Mi coche estaba aparcado donde yo lo había dejado.
—¿Van a seguirme?
—¿Va usted a hacer algo que no deba?
—No, ya se lo he prometido. Yo cumplo siempre mi palabra.
—Yo también, señorita White, siempre lo hago. —Sus palabras me produjeron un estremecimiento. Sabía que aquello era una amenaza velada si me atrevía a contarle algo a alguien.
—¡Ja! —Era increíble escuchar eso de boca de aquel individuo.
Encontré en el interior del paquete mi bolso. Dentro estaban las llaves del coche. Pulsé el botón y se abrieron. También había otro mando en el bolso.
—¿Y esto qué es?
—Es la llave del portón exterior. En su cartera encontrará también una tarjeta de crédito a su nombre. Si necesita cualquier cosa, cómprelo. La tarjeta está dotada de un chip como el que tiene ésta —me dijo mostrándome la que había utilizado para abrir el ascensor—. Si en algún momento quiere volver aquí, hágalo. Este es un lugar seguro para usted. Puede usar el apartamento del ascensor. El edificio está controlado y vigilado, pero el apartamento no tiene ni cámaras ni micrófonos. Cualquier cosa que pueda necesitar lo encontrará ahí.
—Tenga esto, no voy a volver aquí —le dije cuando localicé la tarjeta de crédito—, y además no quiero su dinero.
—No estoy comprando su dolor, señorita, tampoco su silencio. Estoy ofreciéndole una escapatoria si se ve en problemas. También estoy pidiéndole que se lo piense y me llame.
—No voy a hacer nada por usted, Julius Grant —dije remarcando las sílabas de su nombre mientras me subía al coche y lo ponía en marcha. Puse la marcha atrás y salí por la rampa hacia un destino incierto.
—No es por mí por quien se lo pido, señorita White —dijo Julius en voz baja mientras quedaba en el aparcamiento viéndome marchar.
—No, claro, es por la humanidad —dije al atravesar el portón que me llevaba a la calle.
Al salir de la calle Dacre St. y girar por Broadway, encaré con mi escarabajo por Victoria Street para escapar a algún sitio lejos de allí. Ya era entrada la noche y no sabía qué hora era. Mientras conducía, busqué a tientas entre mis pertenencias mi reloj de pulsera y me lo puse. Eran las 21:10 del lunes. Había pasado encerrada entre las paredes de aquel edificio demasiadas horas. Necesitaba respirar pero también necesitaba comer, lavarme, gritar, llorar y dormir. En ese preciso orden.
—¿Cuánta gente podría llegar a llamarte si desaparecieras durante dos días? —En mi mente se dibujaban ahora preguntas sin demasiado sentido—. ¿Cuánta gente te quiere de verdad? ¿Cuánto tardarían en encontrarte si mañana te murieras en tu casa, sola? —Aquello era una especie de automutilación que yo misma me estaba infringiendo—. ¿Cuánto tiempo tardarían los habitantes de Londres en morir a miles si no existiera la tecnología que mantiene sus luces encendidas, sus hogares calientes y sus coches en funcionamiento? ¿Cómo empezarían los disturbios? ¿Cómo se coordinaría la policía para evitar saqueos, violaciones y muertes? —Traté de borrar aquellos pensamientos de mi mente. Solamente me provocaban más angustia. Pero el nombre Renasci continuó repiqueteando en mi cabeza.
Mientras conducía hacia ninguna parte, pensé que aquel día no había dado señales de vida en el trabajo y tampoco había atendido al teléfono. La ansiedad se apoderó de mí cuando en mi cabeza se formó la idea de que tal vez me estuvieran buscando.
—¿Quién me habrá llamado? —mi pensamiento de nuevo se desviaba hacia las mismas preguntas. Era demasiado dependiente de un teléfono y pensé que ojalá pudiera acabar con todo aquello lanzando el teléfono al río. De nuevo me vi lanzando con toda mi furia el teléfono contra aquel espejo de la sala blanca pero en mi imaginación, cada vez que lo lanzaba, volvía a recomponerse y aparecía de nuevo en mi bolso, intacto.
Tenía un nuevo teléfono, idéntico que el mío. Así que tampoco me habría servido de mucho. Seguramente si lo tiraba al Támesis, Julius Grant habría aparecido al girarme para darme uno nuevo. Lo cogí y miré la pantalla. El teléfono se había conectado al bluetooth del coche. Era terriblemente incómodo saber que tu teléfono estaba intervenido. Me sentía desnuda y herida en lo más profundo.
—¡Que te jodan Julius! —dije gritando mirándolo. Aquello no podía limitar mi vida, aunque tampoco sabía qué podía hacer para cambiarlo. Si lo tiraba, volverían a violar mi intimidad para hackear el que comprase y eso era peor todavía. Me consolé con la esperanza de que mis palabras las estuviese escuchando en ese momento.
Al cabo de media hora conduciendo, salí de la autovía y tomé una carretera secundaria. No sabía dónde estaba yendo, pero me daba igual.
—¿Cómo se te ocurre que yo pueda ser tu... espía? —Al pronunciar estas palabras me entró la risa tonta. En ese momento era una bomba emocional—. ¡Espía para mí, por favor! —dije en voz alta imitando la cavernosa voz de Grant—¡Salva el mundo, Charlotte! ¡Porfi, porfi! —no podía parar de reírme.
Pensé que me estaba volviendo loca. Estaba agotada y noté cómo mis párpados se cerraban. Frené el coche y me eché a un lado de la carretera. Me arrepentí en ese momento de no haberme dirigido a mi casa a descansar.
———————
¿No lo esperabais? Yo tampoco, pero me ha dado tiempo a escribir un capítulo más antes de descansar por hoy...
Se me ha olvidado estos días daros las gracias por estar aquí, leyendo, votando, preguntando, indignándoos y dándole vueltas a esas lindas cabezas que tenéis sobre los hombros.
Gracias por todo el apoyo que estoy recibiendo de vuestra parte en todas mis obras. Sin vosotros, nada de esto sería posible.
Turno de preguntas, respuestas, comentarios...
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Renasci - La forja de una espía
ActionLa sombra de un poder inimaginable se cierne sobre el planeta. El mundo tal y como lo conocemos, está próximo a su final. La Agencia ha recibido el encargo de evitarlo y le queda una última oportunidad para detener lo que está por venir. Para lo...