—He hecho lo que me ha pedido. Ahora dígame qué más quiere que haga y terminemos con esto de una vez por todas —dije al descolgar el teléfono.
—Son las 02:07 AM. A las 03:00 AM estará en Battlesea Park, frente a la puerta de Queen's Circus. Vaya en su escarabajo, así tendrá menos tentaciones. Espere allí nuevas instrucciones. Lleve los discos consigo. No tengo que decirle que acuda sola, ¿verdad? No quisiera que ahora que nuestro trato está casi cerrado, se le ocurra alguna tontería. —Sus palabras sonaron firmes y amenazantes.
—De acuerdo. Allí estaré, pero lleve usted a Letty. Yo le doy los discos y usted la deja libre.
—Señorita White, creo que todavía no ha entendido quién decide qué. Haga lo que le digo. —La comunicación se cortó.
Las órdenes de aquel pirado me dejaron muy inquieta. Ya no me pedía que me moviera en taxi, ahora debían hacerlo en mi Volkswagen escarabajo; un tesoro que había adquirido meses atrás y con el que pasaba horas ajustándolo y reparándolo. En cierto modo lo prefería, pero por otro lado, sus palabras corroboraban que aquel individuo me había estudiado... y mucho.
El policía joven volvió a tomar mi teléfono y se fue con él en silencio a la habitación. Después, el detective Samson, que no se había despegado de mi lado y había escuchado la conversación, cogió su teléfono móvil y realizó una llamada.
—Battlesea Park, puerta de Queen's Circus, dentro de exactamente 50 minutos. Tendremos que cubrir el parque y las posibles salidas a pie y en vehículo —instruyó a quien había contestado a su llamada—. Buscad la localización de la llamada y montad vigilancia en zona ya. Total discreción y a distancia. Ese cabrón nos lleva ventaja, pero no se lo vamos a poner fácil.
—Creo que no deberían venir conmigo. Si por cualquier cosa el secuestrador sospecha que están ustedes cerca, podrían hacerle daño a mi amiga —le dije temerosa al detective Samson—. Deme el teléfono, no le he enseñado las fotos todavía... —De hecho solamente le había contado la historia muy por encima.
—Señorita White —me interrumpió el agente—, he de contarle algo. Creemos que se enfrenta a alguien muy peligroso. Verá —siguió hablando en tono de confesión—, hemos pinchado su teléfono y el de la señorita Evans. Hasta el momento no hemos obtenido la posición exacta del extorsionador. Sabemos que el teléfono se encuentra en una zona industrial, a las afueras de Londres, pero todavía no hemos conseguido la ubicación exacta.
—Comprendo —le dije asintiendo—, necesitan realizar una triangulación con los repetidores y seguramente tengan uno o dos solamente. —No pretendía abrumar con mis conocimientos técnicos, pero no estaban hablando con una colegiala y estaba segura de poder aportar algo o, al menos, quería intentarlo.
El detective me miró complacido. Supongo que no era habitual ver a una mujer de mi edad tan preparada en asuntos de telecomunicaciones, pero parte de mi trabajo consistía en saber cómo viaja la información de forma inalámbrica a través de todo tipo de redes de telecomunicaciones. Sabía lo suficiente como para entender que para localizar la posición de un teléfono móvil, se requería realizar una triangulación de la intensidad de señal que ofrecen los distintos repetidores al alcance de la antena de ese teléfono. Cuando el aparato solamente se conectaba a un repetidor, únicamente se podía establecer un radio aproximado donde el teléfono podría estar. En espacios poco poblados, ese radio podía ser de kilómetros. Cuando el teléfono se había conectado a dos o más repetidores, se podía ir acotando la posición mediante una sencilla triangulación. No hacía falta ser una lumbrera para saberlo. Además, mis drones usaban redes de telefonía móvil, radio y microondas permanentemente para que el servidor encargado de los cálculos matemáticos pudiera procesar la información.
—Efectivamente, veo que sabe de qué estamos hablando. El caso es que mientras que no tengamos un posicionamiento claro del teléfono, estamos a ciegas. Podemos seguir la señal si se mueve, tenemos un helicóptero preparado para eso, pero no podemos saber dónde está hasta que se mueva. En la zona en la que se encuentra, hay demasiados lugares donde podría estar escondiéndose.
—Comprendo. Hay que seguir adelante. No hay problema. Lo haré —le dije con convencimiento firme.
—Perdone, hay algo más. —Samson miró al agente que se encontraba frente a la habitación, donde, a puerta cerrada, descansaba mi teléfono móvil. El joven policía le devolvió la mirada muy serio. Parecía no creerse que el detective me fuera a contar lo que me dijo a continuación—. Creemos que llevan semanas, tal vez meses siguiéndola. —Sus palabras me paralizaron el habla—. He de hacerle una pregunta.
—¡Vamos, por favor, señor Samson, haga esa pregunta! —le rogué nerviosa.
—¿Ha oído usted hablar de Renasci? —inquirió mientras clavaba su mirada en mis ojos, mis gestos y cualquier movimiento que pudiera hacer. Me estaba preguntando algo que consideraba muy importante y esperaba mi reacción.
—¿Renasci?, ¿es italiano? —pregunté estupefacta.
—Renasci es una palabra en Latín —contestó muy serio el policía.
—No sé, no me suena qué puede ser.
—¿Y Summa Omnia? —Aquel tipo empezaba a ponerme de mal humor con sus latinajos.
—Ni idea, más Latín, ¿qué narices tiene eso que ver con el secuestro de mi amiga?
—Señorita White, por favor. Necesito saber la verdad. Su amiga corre un peligro extremo. Dígame, ¿conoce usted a Renasci? —Su pregunta tenía un tono excesivamente imperativo como para tratarse de algo que pudiese ser pasado por alto.
—¡Le he dicho que no! —Por un momento me enfurecí. No sabía a qué venían esas preguntas. No tenía ni la menor idea de qué era Renasci o Summa Omnia. Aquello me sonaba a película de romanos. Pero no, no eran romanos lo que buscaban aquellos policías. Fuese lo que fuese, Renasci era algo que, de alguna manera, estaban relacionando conmigo. —¿No será alguna de las empresas del padre de Letty? Sé que tiene varias empresas en Europa y muchas en Estados Unidos, tal vez... —dije tratando de especular una relación.
—Vale, puedo aceptar su palabra de que no sabe a qué me estoy refiriendo —me interrumpió.
—Pero dígame por favor, ¿qué tiene que ver eso con mi amiga? Creo que debería saberlo —exigí.
—Vámonos, quiero que pasemos por la comisaría antes de acudir a la cita. He de enseñarle unas fotografías de sospechosos.
—¡Oiga! ¡Si he de saber algo, me gustaría que me lo dijeran! Me estoy jugando el pellejo y quiero saber a qué me enfrento. Ese cabrón ha puesto una bomba atada al cuerpo de mi amiga y ha amenazado con detonarla. Me ha obligado a cometer un robo en mi empresa. Me ha estado vigilando, tal vez siguiendo. ¡Tengo miedo! —Mis ojos comenzaron de nuevo a humedecerse. Debía controlar el llanto o estallaría. Ya tendría tiempo después de llorar.
—Es mejor que no sepa usted nada. Es mejor para usted y su integridad.
—¡No me joda! ¡Tengo derecho! ¡Es mi culo y el de mi amiga el que están en juego! —le espeté casi al borde de una crisis de ansiedad —. Le repito, y contésteme, ¿qué tiene que ver eso de Renasci con mi amiga?
Me quedé de brazos cruzada, plantada y callada delante del detective esperando una respuesta que me aclarase todas las dudas que había ido acumulando a lo largo del día. Me observó detenidamente y vi cómo sus pupilas se contraían durante una décima de segundo cuando arrancó de nuevo a hablar.
—Con su amiga nada en realidad, con usted creemos que mucho. Vayamos, no hay tiempo que perder.
—————————
Hoy os quiero mandar un fuerte abrazo. Gracias a vuestro apoyo, una de mis novelas: "La Extraterrestre: Infiltrada en el Instituto" se ha colocado en el puesto 2 del ranking de aventura. Me ha hecho muchísima ilusión.
¡Gracias por llegar hasta aquí!
Sí,a ti también gracias, aunque no votes nunca. Sé que te escondes, pero hacetiempo que te estoy vigilando...
ESTÁS LEYENDO
Renasci - La forja de una espía
ActionLa sombra de un poder inimaginable se cierne sobre el planeta. El mundo tal y como lo conocemos, está próximo a su final. La Agencia ha recibido el encargo de evitarlo y le queda una última oportunidad para detener lo que está por venir. Para lo...