36. Decisiones

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Pensé una vez más en cómo Julius Grant había sido capaz de adelantarse a mis planes a la vez que justificaban mi ausencia del trabajo. Era increíble. También me cuestioné por un momento si aquella maniobra había sido pensando en mí o en sus intereses, aunque no sabía por qué podría aquella gente requerir mi presencia en Polonia. Incluso me planteé si la enfermedad de mi tía había sido un proceso natural o si Grant había tenido que ver en ello. Llegué a la conclusión que si me cuestionaba eso como una posibilidad más, estaba acabada.

No tenía confianza ninguna en Grant ni en sus manipulaciones, pero pocas opciones me quedaban y mi decisión estaba tomada incluso antes de pensar en ella.

Apenas había tenido tiempo para analizar las revelaciones que Julius Grant me había hecho el día anterior. Desde su confesión de que todo aquello había sido una gran maniobra orquestada hasta su evidente interés en que yo fuera la artífice de sus intentos por acabar con Renasci. Grant debía estar desesperado cuando me contó un complot de semejante complejidad y cuando pensaba que yo era la persona adecuada para un trabajo así.

—¡Si yo no soy espía! —me dije una y otra vez. Pero no había conclusiones válidas. Al fin y al cabo, si todo aquello era verdad, cualquier ayuda habría sido poca.

—Pero cómo puedes plantearte algo así. ¡Deja de justificarlo! —me repetía mi ser racional. Pero mi ser irracional me decía que no podía ser de otra manera. No si quería volver a ser libre algún día. No si no quería ver el mundo convertido en la sombra de lo que era, que miles de millones de personas murieran, y que yo pudiera intervenir en su salvación.

Jamás había entendido el papel de las heroínas de película que, llevadas por algún motivo altruista, arriesgan su vida y ponen al límite su existencia "por una causa mayor". Sin embargo, no dejaban de sorprenderme las personas que entregaban sus vidas por los demás. La historia estaba llena de esas personas y, sin ellas, el mundo no sería lo que era ahora.

Me vino a la mente Jesucristo, crucificado en la cruz tras haber sufrido un tormento y muerto para la salvación del hombre. Me vinieron otros personajes de la historia como Ghandi o Martin Luther King que también entregaron su vida por la defensa de sus ideales, todos ellos desde el pacifismo. No, definitivamente no quería ser como aquellas buenas personas. No estaba dispuesta a sacrificar mi vida, pero sabiendo lo que se avecinaba, tampoco podía hacer más que colaborar siempre que mi vida no corriera peligro.

Busqué el teléfono de Julius Grant en la agenda del teléfono. Si tenía que hacer aquel viaje, quería saber todo lo que no había averiguado todavía. Grant tendría que darme muchas explicaciones todavía del por qué y de qué esperaba de mí.

—Espero que haya podido descansar, señorita White —contestó Grant.

—Supongo que se habrá encargado de que así sea..., como de todo —le dije en mi tono más sarcástico.

—¿Ha decidido algo con respecto a mi propuesta?

—No. Solamente he decidido que voy a viajar a Polonia. No se si sabe que mi tía está enferma —por supuesto que lo sabía, pero no podía sino continuar con el sarcasmo.

—Algo he oído. Debemos vernos, Charlotte.

—Estoy de acuerdo en eso. Tiene muchas cosas que contarme.

—Le ruego que vaya al piso. Allí estaremos cómodos para hablar de todo.

—De acuerdo. En una hora estaré por allí.

—Charlotte...

—Dígame.

—Su tía está bien, está en manos de los mejores médicos, entiendo su preocupación, también es la mía. Le ruego que me disculpe por haberme hecho cargo de la situación, no pude contárselo ayer, al igual que otras cosas importantes.

Renasci - La forja de una espíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora