62. Ultimátum

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Me explicaron con mucha claridad el funcionamiento de aquel arma devastadora mediante la generación un campo electromagnético de enorme potencia. Era un arma que no provocaba ningún daño a los seres humanos, pero cualquier equipo que utilizase circuitos eléctricos, se veía sometido a una radiación de pulsos de micro-ondas de alta intensidad que los destruía por completo.

Los drones, sincronizados al milímetro por la red neuronal y gracias a sus sistemas autónomos de navegación, que les permitían un vuelo estático casi perfecto, eran capaces de concentrar y emitir de forma uniforme sus haces de pulsos en un solo punto, generando así el voltaje necesario para achicharrar cualquier circuito. En función de la cantidad de drones que se empleasen en un ataque, el éxito estaba asegurado a una distancia de entre 1 metro a varios kilómetros.

—Llevamos muchos años probando el arma —explicó Sanders—. Desde los años 60 ya se experimentaba con esta tecnología. Los americanos ya la usan en sus misiles CHAMP. Los rusos también tienen medidas de guerra electrónica similar. Cualquier potencia con bombas termonucleares puede generar el mismo efecto detonándolas a cientos de kilómetros por encima del objetivo. La intensidad del campo eléctrico que genera una bomba de tan sólo un megatón es de unos 50.000 voltios por metro. Tal sólo se necesitan 4.000 voltios por metro para acabar con un circuito electrónico sin protección. Imagine las consecuencias. Un país entero, un continente. Todo podría quedar en la más absoluta oscuridad.

—Pero claro, ese tipo de ataques no son nada selectivos —continuó Kauffmann—.El único inconveniente era lograr la miniaturización adecuada que permitiese ataques muy selectivos sin posibilidad de contramedidas. Hemos invertido una fortuna de varios billones. Solamente nos faltaba un sistema para poder llevar el arma al campo de batalla y resultar prácticamente indetectable. Pero ya podemos decir que funciona y todo gracias a su trabajo —dijo con satisfacción.

Aunque no era mi especialidad, tenía suficientes conocimientos en electromagnetismo como para entender que aquellos conceptos eran realmente simples y efectivos. El arma era un invento devastador y era el futuro de cualquier guerra. Quien poseyera aquella tecnología, poseía la llave de la caja de Pandora.

Escuchar hablar de bombas termonucleares me ponía los pelos de punta. Conocer el alcance de aquella tecnología me hacía sentirme diminuta. Entender que yo había participado de aquello, me hizo desear no haber nacido.

—Eso responde, creo, a su pregunta de por qué fue usted el objetivo de Summa Omnium. Ellos quieren poseer la tecnología pero para fines muy distintos. Su intención no es otra que acumular más y más miedo.

Me acababan de confirmar que tenían la capacidad suficiente como parar comenzar a destruir todo aquello que se les antojase. Estaba dispuesta a seguir escuchando pero no estaba segura de querer seguir haciéndolo. Aquellos hombres hablaban absolutamente convencidos de sus fines. Algo no cuadraba, pero debía averiguar todo lo que pudiese para poder informar a La Agencia cuanto antes.

—Eso no es posible. La tecnología de los drones no está diseñada para eso, todavía hay fallos de funcionamiento que imposibilitarían realizar ese tipo de acciones tan precisas.

—Charlotte —dijo Sanders sonriendo—, has hecho un buen servicio a esta empresa, pero ya no requeriremos más de tu trabajo, al menos en esto.

—¿Me está despidiendo? —dije indignada. Aquello no había sonado nada bien—. Si me está despidiendo no se preocupe porque yo misma...

—No te estoy despidiendo —me interrumpió—, al contrario, te necesito para algo mucho más grande. Te queremos con nosotros, coordinando la ejecución de una prueba.

Renasci - La forja de una espíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora