64. Incomunicada

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No tardé ni cinco minutos en recibir el resto de las instrucciones que debía conocer. Ernest Kauffmann tenía un jet privado esperando en el aeropuerto de Heathrow esperando para llevarnos a los tres a un destino que yo desconocía por completo y que nadie me iba a decir. Sabía que Renasci preparaba una demostración de su potencia destructiva pero desconocía en qué consistiría.

Me informaron que todo lo necesario para nuestro pequeño experimento, como lo denominó Sanders, estaba listo en el lugar de destino. Mi misión consistiría en operar el terminal donde se centralizaban las instrucciones de la inteligencia artificial para dirigir los drones al punto deseado.

Sanders me pidió que esperara en su despacho, Kauffmann no se dirigió a mí en ese tiempo. Cuando regresó Sanders, llevaba mi abrigo y el bolso que me dio.

—Por motivos de seguridad que comprenderá, su teléfono móvil no viajará con nosotros —me dijo al entregármelos.

—Necesito el teléfono, señor. No puedo desaparecer del mapa y no dar señales de vida. Mi novio está pasando unos días en mi casa y no puedo ausentarme sin que sepa dónde voy o, al menos, que no voy a estar en casa.

—Me parece correcto, Charlotte. Coja el teléfono y llame —me dijo señalando el teléfono de sobremesa que tenía sobre el escritorio.

—¿Pero cómo quieren limitar mi capacidad de mantener una vida privada si me obligan a mantenerme lejos de mis seres queridos? —protesté. No había muchas opciones.

—No queremos eso, pero Ernest considera que, aunque te hayamos dado la bienvenida a Renasci, todavía no podemos considerarte una más de nosotros y yo estoy de acuerdo. Después de este viaje, seguro que podrás recuperar tu libertad por completo. Pero debes obedecer ahora mismo. Recuerda que nuestra causa es mayor que nuestras necesidades y eso no va a cambiar.

—¿Puedo saber al menos cuánto tiempo le tengo que decir a mi novio que voy a estar fuera?

—Calcula que mañana por la noche estarás de vuelta. Dile que tienes que ir a hacer una presentación muy importante para unos clientes de la empresa. Que saldrás esta tarde con destino a Bruselas y que volverás mañana tan pronto como termine la presentación —me informó Sanders.

Estaba acorralada, no había alternativa, pero al menos tenía un destino. Descolgué el teléfono y marqué el número de John que afortunadamente había memorizado como parte de la cobertura de nuestra historia.

—¡Hola Charlotte! ¿Estás mejor? —me dijo J muy contento cuando descolgó el aparato. El día anterior le había reprochado no venir a pasar la noche conmigo, pero su ánimo siempre estaba por encima de mis cambios de humor.

—Hola John —dije bajo la aparentemente poco atenta mirada de Sanders y Kauffmann. No me estaban observando, pero escuchaban mi conversación—, verás, te llamo para decirte que  mi jefe me ha pedido que viaje con él hoy a Bruselas. Al parecer unos clientes están muy interesados en mi proyecto y me quiere que le acompañe para ayudarle con todo el tema técnico.

—¿Y tiene que ser hoy necesariamente, Charlotte? —protestó John.

—Sí, estas cosas son así —me excusé—. Mi jefe no quiso llamarme antes porque no quería molestarme, ya sabes, por lo de mi familia. Pero ahora que me he reincorporado me ha rogado que vaya con él. No puedo decirle que no.

—Comprendo... bueno, dile a tu jefe de mi parte que nos debe una cena —dijo de buen humor—. Quería llevarte esta noche a un sitio que me han recomendado. Incluso estaba hecha la reserva.

—Ja, ja, ja —me reí—. Claro que se lo diré, ahora mismo se lo diré cariño.

—¿Cuándo vuelves?

Renasci - La forja de una espíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora