38. John Andrews

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Aquellas informaciones sobre John no las esperaba. El día de antes había entendido que John trabajaba para aquella gente. Deduje que había sido el encargado de entrar en mi casa para intervenir mi teléfono y mi ordenador. Pensé que me había llevado a la cama con el único propósito de controlarme y someterme. Pero ahora me estaban diciendo lo contrario. John había desbaratado las intenciones de suplantar mi identidad y por esa misma causa, yo había sufrido todo aquel tormento. No sabía qué pensar y no sabía qué decir.

—Entonces... ¿John no trabaja para ustedes?

—No, ¡pero no me importaría! —bromeó Grant—. Es un hombre obstinado, con las ideas muy claras y sería un gran agente para La Agencia.

—¿La Agencia? —pregunté.

—Sí, así es como nos hacemos llamar —contestó Grant.

Acto seguido, me contó el origen de La Agencia. Cómo se creó y con qué fin. Me explicó cómo trabajaban al margen de cualquier control de gobiernos y el poder de acción que tenían. Sin duda, aquello superaba cualquier cosa que hubiese podido imaginar. Me indicó quién mandaba en La Agencia y la importancia de nuestra reunión. Me explicó de nuevo cual era el objetivo de la organización y en qué estaban trabajando.

Contestó sin dudarlo a cada una de mis preguntas La Agencia y a las preguntas más técnicas lo hizo Sarah, en tono amable, conciliador. No dejaron en ningún momento de pedirme disculpas, una y otra vez. Pero también pusieron de manifiesto su necesidad de contar conmigo de una forma voluntaria y consciente.

Entendí perfectamente el alcance de todo aquello mientras apuraba una copa de whisky con Coca-Cola. Después, quise despejarme y me fui a la cocina con Sarah a preparar algo de comida.

Aquel lugar era una vivienda completa. Tenía su cocina perfectamente preparada y equipada. Dos dormitorios, uno de ellos con cuarto de baño. Sarah me explicó que contaba con todo lo necesario para ser la vivienda de un agente que lo necesitase, siempre que lo requiriera la situación.

—Me siento estúpida, Sarah —le confesé—. Acabo de mandar a la mierda a ese hombre, aunque ya debéis saberlo, claro.

—Sí, la verdad es que tu mensaje ha sido bastante descorazonador. ¿Te gusta John, verdad? —me preguntó Sarah en tono confidente.

—Mucho.

—Nuestra Charlotte se ha enamorado de alguien que habría podido perfectamente estar en La Agencia. Tienes suerte, Charlotte, yo nunca me he permitido enamorarme —confesó Sarah melancólica.

—¿Siempre has sido espía? —pregunté.

—Siempre, tal vez demasiado tiempo —dijo con cierta nostalgia—. Fui reclutada por la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos al terminar la carrera de telecomunicaciones. Hace unos años me captó La Agencia. Cuando lo has visto todo, te queda poco espacio para el amor. Mi profesión es la mentira, Charlotte. No es compatible con el romance.

—Pero todavía eres joven.

—Gracias cariño. Tengo cincuenta y cuatro años. Soy dos años mayor que Julius —el hecho de compararse con él y su forma de pronunciar el nombre de Julius, me hizo pensar que tal vez guardaba en su corazón algo más que sana admiración por aquel hombre negro.

—Parece un hombre inteligente y seguro de sí mismo, cualquier mujer en tus circunstancias podría enamorarse de alguien así —me atreví a decir.

—¡Charlotte, eres una desvergonzada! —rio Sarah—. ¿Estás insinuando algo?

—Perdona, no quería entrometerme...

—Julius y yo mantenemos una larga amistad, no te lo voy a negar. Lo aprecio mucho y si tal vez las circunstancias fuesen otras...

Renasci - La forja de una espíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora