57. Apartamento

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Llegamos a mi apartamento pasadas las nueve de la noche. Me sentía agotada del viaje y de la acumulación de estrés. John tuvo el detalle de pedir una pizza por teléfono. Queríamos descansar en casa. Mañana el día sería largo y seguro que pronto tendríamos noticias de Renasci o de La Agencia.

—El silencio no es mala señal —me había dicho J el día anterior cuando le pregunté si le parecía normal que La Agencia no se hubiera vuelto a poner en contacto—. Se supone que deberían tener el control de la situación. Cuando tengan algo importante, nos lo harán saber.

Yo me puse cómoda, aunque me aseguré de ponerme debajo del pijama un conjunto de lencería que quería estrenar con una buena botella de vino y la mejor de las compañías, cortesía de la Agencia. Mientras tanto, John se preocupó por conectar vía WiFi el portátil, en el que no había vuelto a tener noticias, a la cadena de música.

Sonaba un delicioso jazz mientras me preocupaba en preparar una lavadora con las últimas prendas que habíamos traído puestas cuando di un respingo al escuchar el portero automático.

El muchacho, de unos diecinueve años, le entregó la pizza a John, que ya había abierto y servido una botella de vino blanco francés, un regalo que me había hecho David Brewster semanas antes.

—Charlotte, tenemos que irnos —anunció John mientras entraba con la pizza en la cocina.

—¿Cómo? —No entendí lo que me estaba diciendo.

John puso la caja de la pizza delante de mí. Un panfleto publicitario adherido a la tapa de una inmobiliaria aclaró mi pregunta. Entre las ofertas que se mostraban en la publicidad, destacaba una con una errata en el texto "Oferta. Visite nuestro último apartamento disponible en la zona de St. James ParK". Junto a la leyenda, había una fotografía que reconocí al momento. Se trataba del salón del piso franco que La Agencia había puesto a mi disposición.

—¿Sabes dónde tenemos que ir? —preguntó J.

—Claro. Creo que es hora de que te reencuentres con un viejo amigo —le dije sonriendo a John—. Me visto en un segundo y salimos —le dije mientras le daba un sorbo al vino—. ¡Coge la pizza!

A los diez minutos estábamos en mi coche camino a Dacre St. Me fastidió mucho tener que salir de casa, pero al menos tendríamos noticias de La Agencia y eso me consolaba.

Cuando la puerta del ascensor se abrió, Sarah Flynn nos esperaba frente a ella.

—Hola Charlotte —me dijo con una sonrisa de preocupación en la cara—. John, hola, encantada, soy Sarah Flynn.

—No puedo decir que esté encantado de conocerte —dijo John estrechándole la mano.

—Lo comprendo —dijo sin tratar de justificarse—. Yo tampoco lo estaría. Pero pasad, por favor, tenemos cosas de las que hablar.

—John, por favor, intenta ser un poquito constructivo —le regañé tratando de disculparle.

—Te hemos convocado aquí porque prefiero informarte personalmente del estado de nuestras investigaciones y de los últimos datos que hemos obtenido —su voz sonaba preocupada—. Pero antes, cuéntame, ¿cómo está tu tía?, ¿cómo ha ido el viaje?

Hablamos durante un momento del viaje y del estado de salud de mi tía. Después abordé el tema de mis entrevistas con Szczesny, que le expuse con todo lujo de detalles.

—Fue todo muy bien, creemos. Al final me planteó que debía decidir si tomar parte o no, pero no quiso darme más datos —expliqué.

—Durante ese rato perdimos todo contacto. Veíamos lo que estaba pasando, pero no podíamos escuchar la conversación. Es lógica la propuesta y la forma en que dices que te lo planteó.

Renasci - La forja de una espíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora