Capítulo 7

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Valentine, tras haber matado al brujo al finalizar la poción, fue a la habitación de Clary. Una vez allí se acerco a la cama y, al ver a sus dos hijos durmiendo en ella, se sorprendió. Jonathan tenía a su hermana abrazada y ella apoyaba su frente en el pecho de su hermano. Así dormidos parecía que se habían conocido durante toda la vida e incluso, se atrevía a decir, normales.
Movió la cabeza a los lados regresando a la realidad. Con cuidado de no despertar a Clarissa aún, levantó a su primogénito a quien llevó a su cuarto a pesar de los intentos del pequeño por quedarse y regresó con su hija. Con suavidad la despertó. Clary abrió los ojos esperando encontrar a su hermano. Cuando vio a su padre intentó salir de la cama. Él la cogió con suavidad y le hizo que le mirara.

—Clarissa, tienes que tomarte esto— dijo mostrándole la poción.

Ella no dijo nada, ni siquiera se movió. Valentine ordenó a la pequeña que abriera la boca quien mecánicamente lo hizo. Clary le tenía miedo, no quería que él le hiciera daño así que pensó que eso sería lo mejor. Echó en su boca el líquido y se lo hizo tragar. La niña gritó de dolor. El líquido parecía quemarle la garganta. Valentine la miró preocupado. Ella se desmayó en los brazos de su padre.

***

Tres horas después Clary se había despertado. Su padre estaba sentado en el borde de la cama. Parecía cansado y preocupado. Miró a la chica con cariño, estiró una mano para acariciarle el cabello y, tras unos segundos, se dio cuenta de que la poción había funcionado.

—¿Has descansado bien, Clarissa?

—Sí, padre —dijo intentando reprimir un bostezo.

Una sonrisa pasó por el rostro de él, esto ya era otra cosa. La pequeña se pasó las manos por los ojos. Valentine, con delicadeza, la sacó de la cama.

—Hay que comer, vamos.

—¿Y Jonathan?— preguntó ella fijando sus grandes y hermosos ojos verdes en él.

—Mandaré a alguien para despertarle, tranquila. Ahora vamos al comedor.

Clary miró anonadada el lugar. La sala era enorme, con techo alto y una ventana casi de la misma altura. Las paredes eran de un blanco pulido. Había una gran y hermosa mesa de madera blanca en el centro y sillas negras recubiertas de seda blanca a su alrededor. Un espejo con forma de sol y luna al lado de un mueble de madera negra con armas encima. Una lámpara con forma de lluvia de estrellas parecía precipitarse al suelo desde esa altura, parecía estar hecha de diamantes. En la otra punta del cuarto se encontraba una enorme estantería, también de madera oscura, repleta de libros. Clary no entendía porque sintió tal cosa, era el comedor de la casa en la que se había criado, no tenía ningún sentido aquella fascinación, era la misma sala de siempre. O eso pensaba ella.

Se sentó a la derecha de su padre en la mesa y ambos esperaron pacientes al mayor de los hermanos Morgenstern. Jonathan se sentó frente a su hermana. Y, como si eso fuera una señal, una doncella comenzó a servir la comida. Todos comieron en silencio sin  dirigirse una mirada. Una vez hubieron acabado Valentine miró a sus dos hijos fijamente.

—Clarissa, hoy empezarás tu entrenamiento. Tu hermano te ayudará.

La pequeña asintió mientras se limpiaba la boca con una servilleta. Jonathan se levantó, fue al lado de su hermana y le tendió una mano. Ya era hora de comenzar con la mentira.

Una Pequeña MorgensternDonde viven las historias. Descúbrelo ahora