Lucian aún no podía creerlo. Había pasado los dos últimos años buscando a Jocelyn y a su hija. El licántropo no había asimilado su desaparición. ¿En qué estaría pensando Jocelyn al irse con Valentine? No era que no supiera la respuesta, era obvio que había accedido a ir con él por Clary. Suspiró con pesar mientras pellizcaba el punte de su nariz. Tenía que haber alguna forma de hallarles. Si Valentine había sido capaz de encontrar a su esposa, él debería de ser capaz de encontrarlas a ellas. Sabía que el peliblanco estaría bien resguardado en un lugar estratégico y del cual nadie sospecharía.
Caminó en dirección a la casa de Ragnor Fell para averiguar si había encontrado alguna pista o rastro. Durante esos dos eternos años habían trabajado codo con codo intentando localizar a las dos pelirrojas. Lucian sentía una gran opresión en su pecho. Amaba a Jocelyn más que a su vida y a la pequeña la quería como si fuera su hija, no podía permitir que nada malo les ocurriese.
—¿Encontraste algo?- Preguntó el lobo al brujo.
Ragnor negó en silencio. Aquella situación era inconcebible, su sentimiento de frustración era tal que había comenzado a pensar en pedir ayuda a el brujo Magnus Bane. Era su último as bajo la manga, si ellos dos se unían probablemente lograrían dar con un rastro por leve que aquel fuera. ¿El problema? Su ego se lo impedía, era sabido que los brujos odiaban tener que pedir favores, en sí odiaban trabajar en equipo. Ellos eran seres solitarios a pesar de brujos como Magnus que seguían creyendo en la amistad y el amor y vivían encandilados con la idea de ayudar a los inocentes y desprotegidos. Algunas veces había que pensar en la seguridad de uno mismo antes que en la de los demás. También era cierto eso de que todo el mundo tiene una debilidad; en caso de Ragnor eran los Fairchild. Esa familia de cazadores de sombras había creado un fuerte vínculo con él desde hace más o menos un siglo. De alguna forma se habían convertido en una especie de protegidos, era por eso que estaba ayudando al ex-cazador de sombras a encontrar tanto a Jocelyn como a Clarissa.
—Valentine es un experto escondiéndose. Aunque alguno de nosotros reportáramos a la Clave que lo hemos visto no lo encontrarían si es que siquiera nos escuchasen. Hay que tener fe, Lucian. Jocelyn es una superviviente innata y seguro que su hija, al igual que ella, lo es.
—Eso ya lo sé- resopló molesto-, pero aún así no puedo evitar preocuparme, ¿quién sabe que les estará haciendo ese malnacido?
—Ese "malnacido" un día fue tu mejor amigo y parabatai, ¿o acaso lo has olvidado?
—Por supuesto que no lo he olvidado, Ragnor. Precisamente por eso es que sé que él es capaz de todo por conseguir sus objetivos. Recuerda que él creo una trampa para que yo acabara siendo mordido por licántropos.
Una llama de fuego apareció frente a ellos. El fuego comenzó a extinguirse dando paso a un pequeño trozo de papel que Lucian cogió antes de que cayera al suelo. Había una palabra escrita, una palabra que hizo tensarse al castaño. En letra cursiva estaba escrito "Idris". Lucian no tuvo que cuestionarse quien era el que había mandado aquella simple nota, conocía esa caligrafía desde que era pequeño. Jocelyn le había mandado su ubicación en, probablemente, algún pequeño descuido de su esposo pero, ¿cómo podía ser que Valentine se hubiera estado escondiendo en la ciudad natal de los cazadores de sombras y qué nadie se hubiera dado cuenta?
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Una Pequeña Morgenstern
FanfictionHace cinco años Jocelyn Morgenstern huyó del Círculo y de su esposo, Valentine, junto con la Copa Mortal. Desde ese día él ha tratado de encontrar a su esposa para traerla a su lado y así obtener la Copa de nuevo. Valentine, tras tantos años de bús...