Capítulo 14

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—¿Por qué no vais a entrenar— dijo Valentine haciendo que Jonathan dejara de mirar al otro chico—?

—Claro, padre— contestaron ambos.

Él se acercó a Clary. Se acuclilló frente a ella y le sonrió. Valentine pensaba que Jocelyn aparecería pronto. No creía que ella fuera capaz de abandonar a otro de sus hijos.

—Ven conmigo, hija— dijo él tendiéndole una mano.

—¿Ella no vendrá a entrenar con nosotros— preguntó Jace con decepción en su voz—?

—No, ella tiene clase de runas y debe aprender a montar a caballo— contestó con suavidad Valentine.

—¿A caballo— dijo formando una mueca entre el miedo y el descontento—? ¿Es realmente necesario, padre?

—Lo es, en Alacante no hay medios de transporte como en el mundo mundano, Clarissa. ¿Tienes algún problema con los caballos?

—Me dan pánico, no me gustan en absoluto.

Jace rió ante las palabras de la chica. Ella giró la cabeza y le fulminó con la mirada.

—Vuelve a reírte de mí, y te juro que uno de estos días te despiertas sin un solo pelo en tu vacía cabeza— dijo amenazante, desafiándolo.

Valentine miró sorprendido a su hija mientras, simultáneamente, Jace se llevaba las manos a su cabeza. Jonathan soltó una carcajada, se sentía orgulloso de las palabras de su hermana pequeña. Segundos después, Valentine cogió a su hija menor en brazos y la sacó de allí con una pequeña sonrisa; había heredado su mal genio.

***

—Solo necesito algo más de tiempo— dijo el brujo exasperado.

—¿Más tiempo? ¡¿Más jodido tiempo— le gritó Jocelyn muy cabreada—? ¡Ese... psicópata, fanático tiene a mi niña! No quiero ni pensar en lo que puede estar haciéndole en estos momentos... Magnus, si fuera cualquier otro asunto te daría todo el tiempo que desearas, pero es de mi hija de lo que estamos hablando. Así que no te puedo dar mucho más tiempo. Tienes hasta dentro de dos horas. Ni un minuto más ni un minuto menos— finalizó cruzándose de brazos y mirándole desafiante.

—Haré todo lo que esté en mi mano— dijo tras un largo suspiro—. Pero, deberías saber Jocelyn, que yo practico magia, no hago milagros— sentenció dándose la vuelta y dejándola sola en la habitación.

***

—Solo es un caballo, Clarissa— dijo Valentine por vigésimo cuarta vez—, no te hará nada.

—Para mí es como si fuera la mascota de Lucifer— susurró.

—Pero no lo es, así que...

Cogió a Clary por las axilas y la montó sobre el castaño cuadrúpedo. La pelirroja se tensó al instante, nunca había sentido devoción por los caballos. La última vez que vio uno, el animal trató de morder su pelo el cual estaba recogido en una cola de caballo (irónico, ¿cierto?).

—Ahora, yérguete, dale un suave toque con el asa y haz que comience a trotar.

Clary miró a su padre como si estuviera loco; preferiría memorizarse, palabra por palabra, el libro que él le dio.

—No creo que pueda hacerlo— dijo una voz detrás de ella.

—Cállate y vuelve a la zona de entrenamiento— le espetó Jonathan fulminándolo con la mirada.

Clary, molesta por el comentario de su hermano postizo, acató lo que su padre le dijo haciendo que el caballo comenzara a moverse. Aquello era peor. Si había algo que odiara más que estar sobre un caballo, era estar sobre un caballo en movimiento.

Tras un par de vueltas que tuvo que dar, Valentine la bajó del animal. La pequeña sintió unas irresistibles ganas de besar el suelo, su nuevo lugar favorito sobre el que estar. Jonathan se acercó a ella y besó su coronilla.

—¿Ves? No te ha pasado nada.

—No importa, no me quiero volver a montar sobre un bicho de esos nunca más.

—¡Por el Ángel! Es solo un caballo, Clary, ni que fuera un demonio.

—¿Quién te ha dado permiso para llamar a mi hermana así— acusó enfadado—?

—Es nuestra hermana— especificó Jace- y puedo llamarla como quiera.

—Eso no es cierto- contestó ella—. Tú no eres nuestro hermano y la única persona que puede llamarme así es mi mamá— se giró hacia su hermano y le tomó de la mano—. ¿Puedes quedarte hoy conmigo?

—Por supuesto, hermanita— el sonrió triunfante.

«Yo: 1, Chico Ángel: 0— pensó Jonathan—».

Una Pequeña MorgensternDonde viven las historias. Descúbrelo ahora