Capítulo 36

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—Por el Ángel..¿qué le habrá pasado?

Jace miraba desde su escondite perplejo. Clary se encontraba perfectamente a excepción de unos cortes en sus brazos y piernas. No lucía tan mal como para preocupar así a aquellos hombres. Los cuatro estaban arrodillados junto al sofá. Habían colocado allí a la niña sin saber bien que hacer.

—Deberíamos llevarla a Alacante. Puede que el cónsul quiera escuchar una declaración de ella y los hermanos silenciosos podrán curarla.

—Eso es arriesgado- dijo Dearborn-, ¿y si ese es su plan?

—No creo que una niña vaya a provocar un ataque, Dearborn. No digas estupideces.

Jace salió de su escondite lo más silenciosamente posible. Los cuatro hombres estaban muy enfocados en su discusión y su vista estaba fijada en la pelirroja como para que le pudieran notar. Agarró dos pequeños pero puntiagudos hierros, esperaba que aquello fuera suficiente para al menos deshacerse de dos de ellos. Apuntó lo mejor que pudo debido a la oscuridad del lugar y lanzó los hierros que atravesaron el cuello de dos de ellos.

Los dos hombres restantes se levantaron instantáneamente. Llevaron sus manos al cinturón de armas pero no encontraron ninguna de ellas, Clary los había desarmado. La chica estaba sosteniendo dos cuchillos serafín y una pequeña sonrisa adornaba su rostro. El hombre más cercano a la pelirroja se lanzó contra ella, pero no tuvo la oportunidad de herirla. Hugin había entrado por la ventana de la desvencijada cabaña y había clavado sus garras en los ojos de él, arrancándoselos. Jace había noqueado al restante con el oxidado atizador de la chimenea.

Los dos niños salieron corriendo al establo, montaron en los caballos y cabalgaron en dirección a la mansión solariega. Clary se sentía mareada debido a la sangre que estaba perdiendo pero debía de resistir.

***

La aparición de Hugin con las garras ensangrentadas puso en alerta a Valentine. El peliblanco se apresuró hacia la salida con la intención de ir a los establos para coger un caballo e ir en busca de sus ojos. Pero al encontrarse en la entrada quedó en shock. Había una lucha interna en él, pasó de la angustia, a sentirse aliviado a estar completa y absolutamente enfadado con los niños. Eso fue hasta que se fijó en el caballo donde iba montada Clary. Corrió hacia el animal y aupó a la pequeña en sus brazos. Estaba tremendamente pálida y cubierta de sangre. Miró a Jace quien guio a ambos animales al establo. Valentine no perdió el tiempo. Fue lo más rápido posible hacia la habitación de su hija y la dejó en la cama. Garabateó un rápido mensaje de fuego que envió a Pangborn ordenándole que capturara a cualquier brujo y lo trajera inmediatamente. Entró al cuarto de baño para llenar la bañera de agua templada, procedió a quitar la ropa a su hija y darle un tibio baño. Sabía que el agua caliente sería mala para las cortadas de Clary, pero si ellas continuaban en contacto con la suciedad de su piel podrían infectarse gravemente. Fue cuando estaba secando a la pequeña cuando vio dibujada, en la zona de su cadera, una runa que jamás había visto antes. Hacía un año que le había explicado a Clary que la primera runa que todo cazador de sombras debía portar era la runa voyance. No tenía planeado enfadarse con ella por no haber cumplido con aquello. Probablemente esa marca les habría ayudado tanto a ella como a Jace a la hora de huir. Valentine no podía estar más agradecido con el Ángel del don que su hija tenía.

Una Pequeña MorgensternDonde viven las historias. Descúbrelo ahora