Capítulo 18

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-¡Hazlo ya!- Gritó Valentine al submundo.

Clary había sido amarrada a una silla para que no tratara de huir. La niña sollozaba con fuerza mientras se retorcía. Valentine se acuclilló junto a su hija. Le rogó que se relajara, no iba a herirla. Eso nunca había pasado por su cabeza.

-Señor... No creo que sea una buena idea...

-¡No te estoy pidiendo tu opinión, brujo! Solo hazlo.

***

-¿Y si entramos?- Preguntó Jace a Jonathan.

-¿Estás loco? Padre nos castigaría seguro, además se supone que no debes entrar en casa hasta que él te dé permiso.

-No creo que eso le importe ahora...¿verdad?- Una nota de miedo vibrando en su voz.

«Por supuesto que le importará, has desobedecido sus órdenes»- Pensó Jonathan sonriendo para sí.

-Puede que no- dijo a su hermanastro.

-¿Por qué se ha llevado a Clary?

-Nada que te importe. Vuelve a fuera y sigue entrenando- le ordenó hastiado.

-¿Y yo por qué te haría caso a ti?

-Porque soy mayor que tú y punto. Lárgate a entrenar.

***

-Por favor hija, bebe esto- rogó Valentine acercando el vaso de precipitado. 

Clary cerró sus ojos con fuerza a la vez que giraba su pequeño rostro. Valentine respiró hondo, no quería hacer daño a su hija pero la acabaría forzando si ella no tomaba el brebaje por su propia cuenta. El submundo miró a la niña, apenado. Se aproximó a ella y, al intentar colocar su mano sobre la pelirroja cabellera de esta, el rubio arremetió contra él en cuestión de segundos.

-¡Jamás vuelvas a intentar poner ni un solo dedo sobre ninguno de mis hijos, brujo! ¿Te ha quedado claro?- Dijo mientras presionaba en su cuello una daga.

El submundo asintió aterrorizado. Por otro lado Clary gritaba para sí. Quería a su madre y alejarse del loco de su padre. Por un instante vagó por su mente la imagen de su hermano y el otro niño. Los dorados ojos de Jace permanecieron allí. La pequeña sintió paz por unos segundos hasta que notó como su padre le habría la boca y le hacía tragar aquella cosa. Igual que la vez anterior la pelirroja gritó al sentir su garganta ardiendo y, como aquella vez, acabó desmayada.

Valentine desató a su hija y la llevó a su habitación. La acostó y se tumbó junto a ella. No le agradaba tener que hacerle eso pero no encontraba otra forma de hacerla sentir cómoda a su alrededor. El problema era lo fácil que era deshacerse de los efectos y que, una vez con ellos fuera, parecía que la niña no tuviera en cuenta como había sido tratada por él y Jonathan.   Volvió a respirar hondo. Acercó a Clary a él y la abrazó con fuerza.


Una Pequeña MorgensternDonde viven las historias. Descúbrelo ahora