Capítulo 37

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Aquello era uno de sus habituales entrenamientos. Llevaba dos semanas encerrado en una de las cuevas colindantes a la mansión. Su padre le había puesto a prueba, como era de costumbre. Jonathan debía de aparecer exactamente en dos horas en la mansión llevando consigo como mínimo cinco submundos muertos, preferiblemente licántropos. Valentine siempre había tenido un odio especial por los hombres lobo. Cuando perdió a su padre a manos de uno comenzó a detestarlos y, cuando su madre falleció de pena debido al dolor que le supuso la pérdida de su esposo, Valentine terminó de sentenciarlos. En parte fue por ello que decidió traicionar a su parabatai provocando su transformación; de aquella manera sería mucho más fácil despreciarle.  

El único problema es que el peliblanco se había estado sintiendo extraño. Un continuo escalofrío viajaba de arriba  abajo por su espina dorsal; sentía como que algo malo iba o estaba pasando. Comprobó los alrededores varias veces intentando dar con algún signo de peligro a su alrededor, pero no encontró absolutamente nada. Era extraño, por primera vez sus instintos le estaban fallando. 

***

—¿Qué ha ocurrido?

Jace fijó sus dorados ojos en su padre adoptivo, el pequeño no sabía de que humor se encontraba y tenía algo de miedo de relatar los hechos. No es como que él y Clary hubieran hecho algo malo. Valentine nunca les prohibió salir de los terrenos del jardín de la mansión solariega pero, de todas formas, conocía demasiado bien a su padre y en como su ira podía caer sobre ellos a pesar de la no existente restricción. 

—Estábamos en el río- comenzó-, Clary estaba dibujando y yo leyendo y entonces oímos pasos de varias personas aproximándose... Decidimos escondernos y trepamos un árbol para ver quienes eran y si era seguro para nosotros el bajar. Eran cuatro cazadores de sombras ataviados con el equipo de combate y estaban buscando "actividades sospechosas" y luego uno de ellos mencionó tu nombre... Entonces Clary decidió crear una distracción para que pudiéramos huir de allí, pero los cazadores se dieron cuenta y comenzaron a perseguirnos. Encontramos una vieja cabaña de madera y un establo. Ella bajó del caballo y marcó con un glamour el pasto, la puerta de la cabaña y el establo con la esperanza de que ninguno de los hombres pudiera ver a través de las runas. El problema es que Clary se agotó mucho, consiguió descansar un poco antes de que ellos encontraran nuestro refugio pero no creo que lo suficiente. Nos volvimos a esconder, cada uno en un lugar diferente, justo antes de que ellos entraran. No sé como es que ella acabó tan herida, cuando se había escondido estaba perfectamente, no tenía ni un solo rasguño. 

—¿Cómo conseguisteis escapar?

— Aproveché cuando ellos encontraron a Clary y ella fingía estar desmayada para tomar un par de hierros cortos y lanzárselos a dos de ellos. Cuando cayeron al suelo muertos los otros dos fijaron su vista en mí y cuando fueron a atacarme se dieron cuenta de que sus armas habían desaparecido, Clary se las había quitado sin que se dieran cuenta. Uno de ellos fue a atacarle pero justo entró uno de tus pájaros y mató al hombre al arrancarle los ojos y yo noqueé al último de ellos. Luego nos montamos en los caballos y vinimos aquí. 

Valentine escrutó la cara de su hijo, sabía que no debía de proyectar su ira con él o con su hija a pesar de lo enfadado que estaba. Ellos no conocían del todo la situación a la que él se enfrentaba y, por lo tanto, sabía que aquello se había dado por su culpa. Despachó al chico y se dirigió de nuevo a la habitación de la pequeña pelirroja. A pesar de haber sido totalmente curada, aún se encontraba dormida. Besó su frente y la arropó tomando una profunda bocanada de aire. De alguna manera, aunque inconscientemente, había puesto en un peligro real todo su plan y a su hija. A lo mejor Pangborn tenía razón y debía de ponerse en marcha y conseguir a Maellartach, de aquella forma todo acabaría antes y su familia y él no se encontrarían en riesgo. 

Una Pequeña MorgensternDonde viven las historias. Descúbrelo ahora