Capítulo 8

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Valentine observaba de lejos la escena. Jonathan estaba adiestrando a su hermana en el arte del combate y la pequeña, para sorpresa de ambos, no se defendía nada mal. Clary manejaba un Q-tip a la perfección, como si hubiera practicado con él anteriormente aunque, a pesar de ello, Jonathan siempre acababa por derribarle. Era normal y comprensible pues, además de que era la primera vez de la niña, su hermano tenía sangre de demonio corriendo por sus venas lo que le hacía casi imparable. Valentine se acercó a ellos interrumpiendo el entrenamiento.

—Clarissa, es hora de la clase.

—¿Clase? ¿Qué clase?— Preguntó confusa.

—Clase de runas. Luego, cuando vayas a tu habitación deberás empezar a leer y memorizar este libro— dijo tendiéndoselo— así aprenderás la historia de los Cazadores de Sombras y como utilizar todo tipo de armas y cada una de las runas.

La pequeña asintió aturdida. No recordaba haber oído jamás ninguna de aquellas palabras. Jonathan se acercó a ella y le escrutó con la mirada. Miró a su padre comunicándole algo con los ojos con lo cual él solo asintió y se llevó de allí a la chica en brazos.

***

La sala en la que Clary se encontraba era muy grande. Había un piano de cola blanco y una banqueta al fondo frente a un ventanal que daba a un jardín recubierto de flores de todo tipo. Del techo colgaban pequeñas piedras de luz pareciendo así diminutas estrellas. Había un sofá blanco y, frente a él, dos pequeños sillones en un esquina. Valentine se sentó en uno de los sillones y Clary frente a él. Su padre le tendió varios folios vírgenes y un pincel junto con un pequeño tarro de tinta negra.

—Ahora, Clarissa, te mostraré unas runas con sus nombres y tu las dibujarás hasta memorizarlas. No te preocupes por como te salgan las runas, es normal que al principio no las hagas bien.

Ella asintió con una sonrisa a su padre. Cogió el pincel con entusiasmo pues, a ella le encantaba dibujar con todo tipo de materiales y de distintas maneras. Observó fijamente todas las formas que su padre le mostró. La primera que le mandó dibujar fue la runa de visión. Valentine se quedó estupefacto al ver que su hija hacia con fluidez todas y cada una de las figuras sin equivocarse ni una sola vez incluso le ordenó dibujar algunas que no le había enseñado las cuales, la pequeña, dibujó a la perfección. Estuvieron una hora allí encerrados. Después cenaron los tres reunidos en el comedor en otro extraño y frío silencio. Clary bostezó al acabar de comer. Su padre la cogió en brazos y la llevó a su habitación.

—¿Papá dónde está mi ropa?

—Ahora te la traen, pequeña —besó su frente y en ese momento una mujer un tanto desgarbada apareció y colocó en un cuarto de la sala toda la vestimenta de la chica.

Valentine entró en la pequeña sala y saco una camiseta azul y un pantalón negro de lana y se lo puso a su hija. Clary se acostó y en pocos segundos cayó en un profundo sueño.

***

Clary corría por un largo y estrecho pasillo. El fuego la perseguía junto con ánimas negras, frías y andrajosas. La pequeña gritaba con toda la fuerza que su frágil cuerpo poseía. Quería salir de ahí. Ver la salida. Estar a salvo con su madre. Pero, ¿dónde estaban su padre y su hermano? ¿Por qué no le ayudaban? Una enorme pared apareció ante ella. Clary se giró asustada. No podía huir más. No había ninguna salida. Un ser de apariencia humana con tez grisácea se iba acercando a ella lentamente. Del cuerpo de la Morgenstern había empezando a salir una extraña luz. Un grito más fuerte y agudo escapó de su garganta. Comenzó a llamar a su padre. No sabía que estaba pasando. No sabía sabía que era esa cosa. Poco a poco empezó a notarse cansada. Su cuerpo comenzó a caer a una asfixiante oscuridad.

***

Valentine entró ferozmente al cuarto de su hija. La niña le había despertado con unos gritos espeluznantes. Él había salido de su habitación armado en cuanto había comprendido que era ese ruido. Un demonio Shtriga estaba junto a su hija absorbiendo su energía vital. Una daga voló desde su espalda clavándose en el submundo quien chilló de dolor. Valentine se giró. Jonathan estaba en posición de combate armado con un cuchillo Serafín y un par de dagas más en sus manos. Volvió la mirada a su hija que parecía realmente frágil. Su piel estaba extremadamente pálida y su respiración era casi nula. La ira burbujeó en su interior. Se acercó al demonio que se encontraba tirado en el suelo y le cortó el cuello. No iba a permitir que esa cosa volvería a atacar a su hija ni a ninguno de los suyos. Jonathan estaba en la cama junto a su hermana haciéndole varias runas Stamina intentando hacer que recuperara algo de energía.

Valentine llamó a gente de su servicio para que limpiara los restos del demonio. Tomó a su hija en brazos apartándola así de su hermano y se la llevó a su dormitorio. Jonathan entró exigiendo a su padre quedarse junto a su hermana pequeña. Valentine lo encerró en su habitación. No quería que Clarissa se contaminara de la influencia demoníaca de su primogénito.


Una Pequeña MorgensternDonde viven las historias. Descúbrelo ahora