Capítulo 12

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—He preguntado qué está pasando aquí y espero una respuesta— dijo autoritario, frío.

—Solo estábamos hablando, padre— contestó Jonathan, pálido.

—¿Y para ello tienes que coger a tu hermana de esa manera— preguntó mordaz Valentine—?

Jonathan soltó a Clary y esta, como acto reflejo, alejó su mano de la de él. Valentine se acercó a su hija y le ordenó ir a cambiarse.

—En una hora quiero que vayas a la sala de entrenamiento, Jonathan— dijo con la rabia inundando su mirada.

—Sí, padre— dijo él. Se levantó y se marchó de la habitación.

Clary salió del vestidor aturdida. No le importaba el repentino cambio de humor de su hermano o la repentina aparición de su padre, no, a ella solo le interesaba recordar el rostro de esos ojos, recordar el nombre. Ni siquiera se había percatado de que su padre estaba llamándola ni de que este la había cogido en brazos. La llevó a una sala cercana a su habitación y la sentó sobre su regazo.

—Clarissa, Clarissa— apeló preocupado él.

Lentamente Clary volvió a la realidad. Miró a su padre un tanto perdida, ¿cómo había llegado ella ahí?

—¿Dónde estamos— preguntó ojeando la habitación —?

—En un estudio. Clarissa, ¿qué ha pasado con tu hermano?

—Nada importante, padre.

—Clarissa— la tomó del mentón y la obligó a mirarle, con suavidad—, ¿dime que ha pasado?

—Cuando me desperté Jonathan estaba sentado a mi lado, me sorprendió al darme mi cuaderno de dibujo y me preguntó quien me lo había dado y yo...

—¿Y tú qué, hija?

—No supe contestarle, le dije que no recordaba quien era el hombre que me lo regaló, que solo recordaba sus ojos.

—¿Sus ojos— preguntó molesto—?¿Cómo eran, Clarissa? ¿Eran azules— preguntó con odio, pensando en Lucian—?

—¿Azules— repitió confusa—? No, no lo eran.

—¿Entonces como eran— dijo esta vez con cariño, acariciando el pelo de su hija—?

—Eran como los de un animal, como los de un gato...—ella movió la cabeza de forma negativa. Aquello era una locura— Lo siento, padre, no tiene sentido lo que he dicho.

—Tranquila, Clarissa, tiene más sentido del que crees, hija.

La pequeña abrazó a su padre. Valentine se sorprendió por unos segundos aunque, él, no tardó en devolverle el abrazo a la pequeña. Clary no lo sabía, pero había dado una pista muy importante a su padre. Jocelyn había sido ayudada y, muy probablemente, estaba siéndolo por un brujo. Se levantó dejando a su hija sentada en un diván.

—Clarissa, ve a leer el libro que te di, tengo que hablar con tu hermano.

—Sí, padre— dijo a la vez que se levantaba.

Una Pequeña MorgensternDonde viven las historias. Descúbrelo ahora