Capítulo 33

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Cabalgaron a la mayor velocidad que pudieron. Habían escuchado a uno de los hombres gritarles que se detuvieran. Ninguno de ellos lo hizo. Sabían que era imposible que aquellos hombres los alcanzaran corriendo pero ¿y si ellos también habían llegado cabalgando hacia la zona en la que ellos habían estado? Era imposible saberlo. Además, habían dejado algunas de sus cosas allí y podían intentar rastrearles y, al no haber cumplido los diez años, aún no habían recibido ninguna runa en su cuerpo. Por precaución no tomaron el mismo camino por el que habían llegado al río, no querían atraer a ninguno de ellos hacia su padre ni al resto de su familia.

A lo lejos otearon una cabaña de madera. Parecía estar abandonada y, justo atrás de esta, había un establo lo suficiente grande como para cobijar a los dos caballos. Clary marcó el pasto que rodeaba su escondite con glamoures, al igual que la puerta de la cabaña y el establo. Aquello debía de servir. Tanto Jace como ella sabían que sus runas eran más poderosas que la del resto de cazadores de sombras y que, era más que probable, que ninguno de aquellos hombres fuera capaz de ver a través de las runas dibujadas por Clary. 

Entraron a la cabaña cansados. La pelirroja se encontraba más que exhausta después de haber colocado todas las marcas. Las runas siempre tomaban un poco de la energía del que las dibujaba y, a pesar de que Clary tenía más energía y resistencia que un cazador de sombras normal, al haber hecho las runas más poderosas había provocado que su energía estuviera al límite. Se sentó en un desvencijado sofá intentando luchar con el sueño que la invadía. Jace se sentó junto a ella. 


—Túmbate, puedes utilizar mis piernas como almohada.

—No puedo dormirme- dijo seguido de un suave bostezo-, ¿y si ellos llegasen y tuviéramos que huir?

—No te preocupes por eso, Clary. Te despertaré antes de que alguno de ellos entre a la cabaña. Si no recuperas parte de tu energía no podrás correr ni defenderte. Es mejor que descanses aunque sea una media hora. 


Claryasintió. Se tumbó en posición fetal y apoyó su cabeza en las piernas de suhermanastro. Se sentía cómodo y cálido, para nada extraño. Sus ojos se cerrarona los pocos segundos y el palpitar de su pecho se ralentizó al igual que surespiración. Jace acarició con cariño las rojizas hebras del cabello de laniña. Un sentimiento de protección le bañaba cada vez que estaba junto a ella. Si enalgún momento se debía dejar atrapar lo haría si eso sacaba de peligro a lapequeña. Incluso Raziel sabía que aquellas palabras eran ciertas.

Una Pequeña MorgensternDonde viven las historias. Descúbrelo ahora