Capítulo 28

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Habían pasado dos años desde que Jocelyn y su hija habían sido traídas con Valentine. La ojiverde se encontraba preocupada y nerviosa. En todo ese tiempo no había podido descubrir nada de los planes de su esposo ni ninguno de sus avances, si es que había hecho alguno. No creía que él hubiera sido capaz de conseguir la Copa Mortal. Si hubiera sido así, Valentine ya habría empezado a crear un nuevo ejército de cazadores de sombras. Tampoco tenía muy claro qué era lo que él quería a parte de la destrucción del submundo. ¿Quería gobernar sobre todos los nefilims? ¿O simplemente se contentaría con someterlos y mantendría la forma de gobierno que había? Dudaba de eso último.

Se sentía doblemente inquieta. La relación de su hija con su padre era muy estrecha y la pequeña lo idolatraba como si él fuera un héroe. Jocelyn temía que fuera demasiado tarde. Temía que Valentine le hubiera lavado el cerebro haciéndola creer que los brujos, vampiros, hadas y hombres lobo eran una abominación y debían ser exterminados, que aquel era el deseo del ángel Raziel y que, por lo tanto, debían cumplirlo. Por otra parte odiaba ver a su hijo, o mejor dicho, aquel demonio que manejaba el cuerpo del que iba a ser su hijo, tan cerca de Clarissa. El comportamiento que él tenía con su hermana no era el de un hermano mayor normal. Era realmente posesivo. Durante ese tiempo, se había fijado en que cada vez que el hijo de Michael Wayland se acercaba a la pequeña, Jonathan siempre interfería. Hacía unos meses desde que Valentine permitió a su hija entrenar junto a su hermano y no solo que con el otro chico. Jocelyn no tenía nada en contra de ese pequeño. Jace era gentil y diligente. Trataba a su hija con mucho cariño, como si ella fuera algo realmente preciado para él. A pesar de aquello, no le hacía especial ilusión que Clary creara vínculos muy fuertes con nadie perteneciente a aquel mundo pues, una vez consiguiera escapar de allí, no podría volver a relacionarse con ninguno de ellos. 

Debía pensar en como haría para que su hija no quisiera volver junto a su padre y su hermano y en como haría para convencerla de alejarse del mundo de las sombras. Ella no debería formar parte de aquel mundo de guerras, sangre, muerte y destrucción; ella debería poder crecer en un mundo pacífico en el que poder tener una infancia feliz y despreocupada. No importaba si aquel mundo era una burbuja de cristal de mentiras y que la delimitaba. Jocelyn haría todo lo posible para que aquella pesadilla acabara y que, de cualquier manera, su hija no volviera a coger un arma o una estela por el resto de su vida. Lo había jurado por el Ángel y por la memoria de sus padres y ella jamás rompía una promesa. 

Una Pequeña MorgensternDonde viven las historias. Descúbrelo ahora