Capítulo 31

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-Aún es imprudente atacar.

-Pero, señor, ya tenemos en nuestro poder la Copa Mortal y sabemos la ubicación del Espejo. ¿Cuándo será el momento indicado para atacar si no es este? Es necesario que tenga en su poder a Maellartach para poder continuar con el plan que usted trazó hace algunos años.

-Todavía necesito más soldados, Pangborn. Hay que convertir a más mundanos en nefilims y además quiero seguir investigando con algunos subterráneos.

Valentine no quería precipitarse. Todos en el mundo de las sombras creían que tanto él como su hijo estaban muertos. No podía arriesgarse a que supieran que en realidad estaba vivo para nada. Había estado intercambiando mensajes de fuego secretamente con el Cónsul Malachi, él sería el encargado de avisarle si en algún momento, por nimio que fuera, la Espada Mortal quedaba desatendida y quien, en un futuro, los ayudaría a llegar al corazón de Alacante. Por otra parte creía firmemente que debía esperar hasta que sus hijos crecieran unos cuantos años más. Aún podía terminar de perfeccionar a Jonathan y oscurecer un poco el alma del pequeño Jace. Clary era otra historia. Desde el descubrimiento del poder de su hija fue haciendo pequeños experimentos con ella. Ninguno era nocivo, por supuesto, pero sabía que si quería controlar a la pequeña pelirroja debía conocer a la perfección sus destrezas y sus puntos débiles. Había que ser prudente. Sabía que su esposa, Jocelyn, estaba tramando un plan de escape y que planeaba llevarse a su hija. Si aquello llegase a suceder les habría otorgado a la clave un arma capaz de destruirle. No es que creyera que Jocelyn fuera a pedir ayuda a los cazadores de sombras para poder proteger a la pequeña y a sí misma, pero sabía que no se debía jugar con el destino. Si Clarissa se escapaba de su alcance, todo su plan para con ella se esfumaría y no podía permitir aquello. Había visto como su hija en tan solo dos años lograba ponerse a la par que los dos chicos. La pequeña era una esponja y aquello en parte era muy bueno.

Hugin y Munin se posaron en el respaldar de su silla. Valentine tomó del pico de uno de ellos una nota. La leyó y destruyó. No podía dejar indicios de sus planes sabiendo que su esposa intentaba buscar una brecha en su seguridad para conseguir información y escapar. El mensaje era de Malachi, alguien había reportado indicios de actividades sospechosas en las afueras de Alacante y le instaba a ser cauto pues una patrulla iría a hacer un reconocimiento. Suspiró molesto. Si alguno de sus hijos se encontraba fuera de la mansión solariega y eran interceptados tendrían un grave problema.


Una Pequeña MorgensternDonde viven las historias. Descúbrelo ahora