Capítulo 32

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Clary había terminado de dibujar a Jace justo en el momento en que escucharon pasos aproximándose. Jace y ella se levantaron casi de un salto y compartieron una mirada a la vez que asentían. Cada uno trepó a un árbol distinto escondiéndose entre las ramas. El rubio y la niña miraron hacia bajo intentando identificar a las personas que se aproximaban. Ninguno de aquellos hombres era conocido. Eran cuatro, todos portaban cuchillos serafines, algunos incluso llevaban un arco, y su traje de combate. ¿Qué harían aquellas personas vestidas preparadas para combatir? 


— Aquí hay dos caballos amarrados.

— Pero no hay ni rastro de una persona y mucho menos de dos.

— No sé por qué estamos aquí. Esto podría ser una estúpida distracción. No olvidemos que el aviso nos fue dado por un subterráneo.

— No hables de esa manera, Dearborn. Los subterráneos son nuestros aliados, no nuestros enemigos.

— No sé qué decirte- contestó otro-. Si todos los subterráneos fueran nuestros aliados ninguno de ellos intentaría matar a los nuestros.

— Lo mismo podríamos decir de nosotros respecto a ellos, ¿no? No todos estamos de acuerdo en tener una alianza con ellos pero eso no convierte a los que sí lo están en enemigos. Nosotros no somos Valentine, Dearborn. No queremos acabar con ellos.


Ante la mención de su padre Clary y Jace se miraron.Aquellos hombres conocían a su padre pero, ¿de qué? Lapelirroja sabía que su padre odiaba a los subterráneos y no podía culparle porello. Un hombre lobo había matado a su abuela y luego su abuela había muerto depena dejando solo y huérfano a Valentine. Era cierto que ni Jace ni ella habíantenido trato con algún submundo, al menos que ellos recordaran.


Jacele hizo señas a Clary. Tenían que pensar en cómo bajarían de allí y en cómo seharían con los caballos para poder volver a casa. La pequeña señaló su estela.La tomó en sus pequeñas y finas manos y trazó una de sus marcas en el aire.Creó una bola de fuego que lanzó con todas sus fuerzas hacia el otro lado delrío. Unárbol comenzó a arder con intensidad llamando la atención de los cuatro hombresque corrieron hacia allí. Como si aquella fuera la señal, tanto Jace comoClary, bajaron de un salto de sus escondites, desamarraron a los caballos yhuyeron al galope hacia la mansión solariega. Enningún momento miraron atrás, sabían que no podían permitírselo. Si losatrapaban les sería casi imposible volver con su familia.

 



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