Capítulo 10

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Tras la marcha de su padre la pequeña se encerró en su habitación. Buscó por toda esta papel y algún utensilio que le permitiera dibujar sin obtener suerte. Salió despacio de su cuarto tratando de recordar donde se encontraba aquella sala en la que Valentine había comenzado a enseñarle cuales eran las marcas del Ángel y su uso. Recorrió los pasillos de la mansión contemplándolo todo maravillada. ¿Por qué parecía que la casa en la que se había criado era un lugar nuevo, totalmente desconocido, para ella?

Después de varias horas más buscando en habitaciones y salas, Clary se rindió. Consiguió, de pura casualidad y suerte, dar con la salida, tras haber cogido el libro que su padre le ordenó aprenderse, y se acobijó bajo la sombra de un árbol para comenzar con su lectura. No supo cuanto tiempo había estado allí leyendo, absorta en todas y cada una de las explicaciones, hasta que su hermano apareció ante ella.

—¿Has estado aquí todo el día, Clarissa?— Preguntó sentándose a su lado.

—Sí, he estado leyendo el libro que me dio padre.

—¿Y no te has aburrido?— Dijo con una sonrisa bobalicona.

—Hubiera preferido dibujar, pero no tengo ningún cuaderno y no encuentro el mío— explicó encogiéndose de hombros.

—No te preocupes por eso, yo te conseguiré uno— dijo decidido antes de posar un beso en su pequeña mejilla.

***

Cenar sin su padre era algo extraño para Clary. Mientras comía, sentía los ojos de su hermano posados en ella. Era incómodo. Muy incómodo. Jonathan examinaba a su hermana buscando similitudes entre ella y el Chico Ángel pero no obtuvo ninguna. Puede que su dulce sonrisa o la sutil mirada de apreciación que le daba a su padre (falsa, claro estaba, todo efecto de la poción), pero a parte de eso no había nada más. No comprendía porque por ella no sentía el mismo odio enfermizo y abrasador que por el otro chico. Tal vez por sus ojos esmeralda que le miraban con timidez o por las sonrisas despreocupadas que le regalaba la pelirroja, sin temor, sin odio hacia él... O porque era su hermana. Su verdadera hermana. Su sangre. Clary terminó de cenar y, con un pequeño beso a Jonathan, marchó a su habitación para irse a la cama.

***

Valentine miraba a su "hijo" con cariño. El chico rubio practicaba simples lanzamientos con cuchillos serafín que siempre daban en su objetivo. Jonathan era perfecto. Valentine solo veía un inconveniente en el pequeño: era demasiado bondadoso. La imagen de su hija pasó fugazmente por su mente y, por ello, no pudo evitar pensar, o más bien imaginar, a ambos niños juntos. La gloria del Cielo en la Tierra. Ambos con la misma sangre de ángel recorriendo sus venas. Ambos "hijos" de Ithuriel. Jonathan se acercó a su "padre" con una pequeña sonrisa arrogante de lado, le saludó con cariño y se alejó alegando que iba a darse un baño. Valentine no lo pudo evitar, se preguntó, no por primera vez, que clase de dones poseerían el chico y la chica ángel.


Una Pequeña MorgensternDonde viven las historias. Descúbrelo ahora