Una Pequeña Morgenstern

Capítulo 29

Clary aún seguía odiando a los caballos. Ella y Jace habían salido a dar un paseo a caballo por los alrededores de la mansión. Sabían que no se podían alejar mucho o su padre se enfadaría. Bajaron de los animales al llegar cerca de la zona donde se encontraba el río. Ataron a los caballos a una raíz sobresaliente de un árbol y se sentaron en el húmedo pasto. La pelirroja sacó de la pequeña bolsa que había traído su bloc de dibujo y carboncillo. Quería dibujar a Jace allí. El chico estaba sentado con una pierna estirada y la otra encogida, su espalda estaba apoyada en el suave y musgoso tronco del árbol en dónde habían amarrado a los caballos y entre sus manos tenía un libro. Estaba leyendo "Historia de Dos Ciudades" de Charles Dickens. Su semblante estaba relajado, desprovisto de cualquier preocupación y estrés. En estos años Clary y él habían conseguido crear un extraño pero fuerte vínculo entre ellos. La pelirroja no sentía al chico ángel como un hermano, había que dejarlo claro. Se había convertido en una especie de mejor amigo que, de vez en cuando, hacía que su pequeño corazón se acelerara más de la cuenta. Lo que ella no sabía era que a él le ocurría exactamente lo mismo. Jace se sorprendió así mismo intentando siempre acabar sus tareas y deberes lo más rápido posible para poder pasar algo de tiempo extra con ella. El único problema latente era Jonathan. Cada vez que él se acercaba a Clary su hermano aparecía y la intentaba llevar a otro lado. Él nunca entendió porque el peliblanco le detestaba, nunca había hecho nada para contrariarle. De hecho, la única vez que recordaba haber peleado con él fue hace dos años, cuando sus padres se habían marchado durante tres días y ellos compitieron por pasar tiempo junto a la pelirroja. Sonrió al recordar como durante una semana ella no quiso estar cerca de ninguno de ellos. Ese tiempo lo pasó con sus padres y dibujando cualquier cosa. Clary bosquejaba la escena frente a ella lo más fiel posible. Amaba retratar casi cualquier cosa. Era como tomar una foto. Inmortalizaba un momento haciendo que se convirtiera en algo eterno y tangible. Dibujar había sido lo único que le enseñó que se podía atrapar una vida, un recuerdo. Lo único que le enseñó que podía revivirlo recordando los diferentes colores, el aroma que le envolvía en aquel momento y los sentimientos que le embriagaban. Sabía que sentiría dentro de unos años cuando mirase aquel dibujo de un chico leyendo un libro, con una relajada sonrisa, rodeado de naturaleza. Sentiría el roce de la hierba en sus piernas, el olor a lluvia añeja que hacía que el verde pasto estuviera bañado en rocío. Recordaría el arbitrario relinchar de los caballos y un sentimiento de amor y protección hacia el rubio que aún no era capaz de comprender. Ella quería inmortalizar todo lo que había vivido desde que él apareció en su vida. Temía que, algún día, olvidaría todo aquello. 

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Nota de autora

¿Sabéis ese sentimiento de cuando le dais me gusta a una foto, que fue subida hace mil años, por alguien a quien estáis stalkeando? Bien, acabo de experimentarlo. Estaba corrigiendo los capítulos de esta historia y llegó el momento de publicarlos. No me preguntéis cómo o por qué pero yo de alguna manera me he salido del capítulo y he entrado al penúltimo de la historia y le he dado a publicar. Mi corazón en ese segundo was like:

Y entonces es cuando un ángel se me ha aparecido y un mensaje de "Lo sentimos, pero no hemos podido publicar el capítulo bla bla bla..." ha saltado en mi pantalla y yo he podido respirar tranquilamente. Si no me hubiera dado cuenta y el Internet no me hubiese fallado os lleváis el spoiler del año y a mí me hubierais ahorcado por ello. So...

Espero que os hayan gustado los capítulos de hoy. Mañana subiré el siguiente (as always), hasta entonces:

¡Nos leemos!