Abril siempre le había temido a los elevadores. Siempre. Seguramente por eso nunca le había llamado mucho la atención —ni siquiera mínimamente— vivir en un apartamento, de esos que había en los grandes edificios. A su padre una vez la idea le cruzó por la mente, pero ella se ocupó de convencerlo de lo contrario. Y es que eran muchas las formas en que subir a uno de ellos podría acabar mal, incluyendo encontrarte con el mismísimo Diablo... eso lo había visto años atrás en una película.
Sin embargo, sabía de sobra que el mareo y las náuseas que estaba sintiendo en ese momento nada tenían que ver con el hecho de estar en un diminuto cajón que bajaba a toda velocidad a través de varios pisos.
Cerró con fuerza los ojos, pero eso no fue impedimento para las lágrimas, que hicieron su recorrido por las pecosas mejillas.
La mano de Santiago se aferró a la suya, entrelazando sus dedos: intentaba hacerle saber que él estaba ahí, con ella, como siempre había sido. Como siempre sería, sin importar qué.
El ascensor hizo un sonido, y acto seguido, las puertas se abrieron. Abril y Santiago salieron y, completamente enmudecidos, caminaron hacia la puerta. Ella no dijo una sola palabra, y él no preguntó nada en absoluto. Se limitó sólo a mirarla, intentando comprobar que sus sollozos no retumbarían de un momento a otro. Él realmente odiaba verla llorar. Le enfurecía no poder hacer nada en absoluto.
No tomaron un taxi o el autobús cuando salieron del lugar: sólo caminaron sin soltarse de las manos hasta que, finalmente, Abril se atrevió a pronunciar algo.
—Ella realmente está decidida a irse —le dijo a Santiago, mientras se sentaba sobre le arcén de una casa desconocida—. Amber se irá a México, y no hay nada que yo pueda hacer para impedirlo. Peor aún: una parte de mí, la que no es egoísta, entiende sus razones, e incluso me atrevería a decir que las apoya. Además, ¿quién soy yo para impedirle que corra por sus sueños, que vaya a donde crea que es mejor para su vida? Papá no luchó por ella cuando decidió irse. Incluso cuando las cosas se veían venir, el no trató de cambiar lo que estaba haciendo mal —miró hacia la acera. Su mirada estaba en algún punto lejos—. No puedo pedirle que se quede junto a mí y soporte algo que la lastima profundamente. Y aún así... —la frase quedó ahí, como flotando en el aire, porque decirlo en voz alta la hacía sentir egoísta.
—Y aún así, te gustaría ser capaz de exigirle que se quede —completó Santiago—. Te duele la de ella marchándose lejos.
Abril asintió.
Días atrás, Amber había llamado a Santiago para pedirle que llevara a Abril a su casa, que quería verla, y tenía algo importante que decirle. Resultó que no sólo quería poner espacio entre ella y Roger: quería poner mar de por medio. Amber estaba a pocos días de marcharse a México, y aquella reunión había sido una despedida. Para la pelirroja, era como volver a perder a su madre.
—Quedé en medio de ambos —dijo—. Intentó quedarse por mí, Santi. Sé que las cosas venían mal desde muchísimo tiempo atrás, y soportó la situación tanto como pudo.
No había mucho que Santi pudiera decir al respecto, y ambos lo sabían. Pasó su brazo sobre los hombros de la pelirroja, intentando reconfortarla.
—Todas las personas que amo me dejan atrás —murmuró—. Primero mamá, luego Amber..., y puedo ver también a mi padre alejándome de él cada día, encerrándose en sí mismo.
—Yo jamás haré algo así —aseguró Santiago—. Siempre estaré contigo. Siempre.
Abril sonrió, pero no dijo nada, lo que el muchacho interpretó como una mala señal.
—¿Acaso estás desconfiando de lo que te digo? —cuestionó—. Porque yo hablo muy en serio.
Abril negó.
—Sabes que no. Confío en ti por completo, sin reservas —afirmó—. Es sólo que... —ella se lo pensó, dudando si debía o no hablar, pero al final decidió hacerlo—, hay quienes dicen que todo esto que sentimos acabará algún día, que nos superaremos, que todo esto es "sólo el primer amor", que todo este amor acabará un día.
Él frunció el entrecejo. En su mente, esa idea carecía de todo sentido.
—¿Quiénes dicen eso? —preguntó.
—Todo el mundo.
Santiago se encogió de hombros.
—Por mí, el mundo entero puede irse a la mierda —dijo—. Yo siempre estaré a tu lado, y siempre te amaré. Y esa también es una promesa, Abril.
***
¡Hola a todos! Como lo prometido es deuda, por aquí les dejé el capítulo que correspondía publicar hace unos días.
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De tu mano ©
RomanceDesde el momento en que se conocieron, Abril y Santiago han vivido para alejarse y encontrarse una y otra vez. Discusiones de niños, hormonas queriendo darse a conocer, malos entendidos y padres queriendo escapar es solo la punta del iceberg de t...