Capítulo 17 | Aterrorizada

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Algo suave rozó insistentemente las mejillas de Abril, despertándola de su profundo sueño, mientras un par de risas inundaban sus oídos.

—Se va a despertar de muy malas pulgas. Nos va a asesinar —se burló Amber.

La pelirroja luchó por abrir sus pesados párpados, pero le fue casi imposible: estaba agotada. La intensidad horaria de sus prácticas con el grupo de ballet había aumentado exponencialmente, y acaba muerta. Pero era un cansancio satisfactorio, pues sabía que todo tendría sus recompensas.

—No importa —le restó importancia Roger, su padre—. El regalo lo solucionará todo, estoy seguro.

Abril finalmente logró abrir uno de sus ojos, y los miró confundida

—¡Feliz cumpleaños! —gritaron al unísono.

La muchacha intentó que su rostro expresa cuán inmensamente molesta se hallaba porque ambos acababan de interrumpir su muy gratificante sueño, pero fracasó estrepitosamente.

En realidad, estaba sumamente conmovida.

—Gracias —sonrió—. Qué bonito y madrugador detalle.

Amber y Roger rieron.

—Queríamos ser los primeros en felicitarte y recordarte que ya tienes dos décadas de vida.

—Y aún así, sigues siendo nuestra pequeña bebé.

Abril negó.

—Qué delicados son.

—Te preparamos un delicioso desayuno —dijo su padre, y la pelirroja lo miró, escéptica.

El hombre puso los ojos en blanco.

—No me veas así. Bien sabes que cocino delicioso. Fui chef en mi antigua vida.

—Sí, pero en ésta, olvidaste todos los trucos.

Los tres rieron, y en silencio, todos fueron conscientes de que mucho tiempo había pasado desde la última vez que se reunieron los tres sin que saliera algún tema escabroso en medio de la conversación, como la actitud de Santiago, o lo mal que la chica la estaba pasando. Y Abril estaba feliz por eso: los lazos de amor permanecían intactos entre ellos, pese a las leves discusiones que habían mantenido.

No le había dicho a nadie que, parte de su esperanza en recuperar lo que Santiago y ella tenían, radicaba en que había visto como sus padres habían recuperado lo que un día creyeron perdido. Pese a que ambos, justo cuatro años atrás, decidieron que sus vidas debían alejarse para siempre, lucharon por el otro y nuevamente se dieron la oportunidad. Y allí estaban: siendo más felices que nunca.

Abril deseaba poder decir lo mismo sobre Santi algún día. No quería perder las esperanzas que tenía puestas en sus sentimientos.

—¿Qué les parece si me esperan un momento en el comedor? —preguntó—. Me alistaré y en un rato estoy con ustedes.

—Claro. Te vemos para darte las dos sorpresas del día.

—No es sorpresa si todos los años me regalan un par de zapatillas.

Amber levantó una de sus cejas, buscando el interés de su hijastra.

—¿Y quién te dijo que se trata de la misma sorpresa?

Roger asintió y, tomando a Amber por la cintura, salieron de la habitación.

Abril sonrió, y casi por acto reflejo, miró por la ventana, en dirección al lugar de Santiago. Las ventanas estaban corridas, tal como había sido durante los últimos días, y nuevamente la pelirroja se preguntó en qué punto estaba lo suyo con él, porque no lo hablaban, y no se sentía como siempre lo había hecho.

De tu mano ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora