Capítulo 9 | Todo cambia

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Maratón (2/3)

Este capítulo se les hará familiar porque parte de él ya había sido publicada en el primer borrador del nudo de la historia, pero después de la mitad, es diferente, y es donde cambia la historia a partir de ahora.


Los dos muchachos se encontraban recostados sobre la cómoda cama de la habitación de Santiago. Un mes había pasado desde el último encuentro que ambos tuvieron con Belén, y poco a poco habían aprendido a dejarlo atrás, y esperaban que ella también. Eran conscientes del daño que —juntos— le habían causado, pero quisieron ser egoístas. Y a veces está bien serlo. A veces debes darte la oportunidad de pensar únicamente en ti.

Abril y Santiago se hallaban tomados de la mano mientras hablaban del presente y de su pasado. Les daba la impresión de que jamás acabarían de decirse lo mucho que habían callado desde que el momento de su separación. Era lo que más les gustaba hacer: descubrir en el otro más y más facetas para amar, y a veces esas facetas eran defectos. Pero a esos también aprendes a amarlos.

—Finalmente lo lograré —dijo Santiago—. Pensé que no lo haría jamás, te lo juro. Empezaba a perder las esperanzas.

—¿Ves cómo es cierto lo que te digo? Tienes muy poca fe en ti mismo —dijo Abril, y se inclinó sobre su codo para dejar un beso en la mejilla del muchacho y luego susurrarle al oído:— por suerte, yo tengo suficiente para los dos. Siempre supe que encontrarías la manera.

—Entiéndeme, he intentado entrar a la facultad de Arquitectura desde que me gradué de bachiller, y en la universidad la respuesta era siempre un no, ¡pero ahora en sólo dos meses estaré estudiando lo que siempre he querido! —dijo—. A ver si consigo que mamá deje de reprocharme por no ir a clases

Abril se encogió de hombros.

—Tal vez la actitud de tu madre era pura preocupación. Nada que valga la pena es fácil.

Santiago, con su vista fija en el techo, sonrió.

—De eso sabemos bastante tú y yo, ¿no crees?

Abril sonrió, recordando las discusiones, las lágrimas, los celos... y todos los abrazos, palabras, besos y caricias que habían llegado después.

—Es justo por eso que lo sé —aseguró—. Míranos, Santi: ocho años después de nuestro primer beso, tomados de la mano en tu habitación, aún siendo parte de la vida del otro.

El aludido fijó su mirada en los ojos de Abril—que siempre provocaban que su pecho se sintiese lleno de amor y deseo—, perdiéndose en ellos, en la sinceridad y el cariño que brotaba de ellos.

—Siempre será así. Después de todo este tiempo persiguiéndonos el uno al otro, creo que por fin hemos encontrado nuestro verdadero momento.

La pelirroja giró sobre sí hasta quedar recostada sobre el pecho de Santiago, y posó sus labios sobre los del muchacho. La cercanía provocó que la lujuria los envolviera. Los dos eran conscientes de cada centímetro del cuerpo del otro.

—¿Cómo consigues decir cosas tan bonitas? —preguntó, intentando evadir la sensación que sus cuerpos juntos le hacían sentir.

—Es lo que provocas en mí. Me haces ser tierno.

Ella negó con la cabeza y se inclinó para dejar caer un beso en la frente del chico, pero esta vez fue él quien giró hasta quedar sobre ella. Hacía tanto tiempo que no se encontraban así, que Abril fue invadida por el mismo nerviosismo de la primera vez.

De tu mano ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora