Capítulo 8 | Seguiremos creciendo juntos

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Maratón (1/3)

Abril observó una última vez cómo su reflejo se inclinaba y daba una última vuelta sobre la punta de sus pies. Amaba aquella liberadora sensación que solo el ballet era capaz de producirle. Cada vuelta, cada salto y cada paso que daba al compás de la melodía, le resultaba maravilloso. Lo había extrañado más de lo que creía, y se dijo que debía llamar a Gala para agradecerle el haber estado tras ella hasta que se inscribió en la academia de baile.

Con una sonrisa, se inclinó y recogió sus pertenencias. El salón se encontraba solitario, pues su profesora no vio problema alguno en que la pelirroja se quedara un rato allí tras terminar la clase.

Abril salió con una sonrisa de aquel lugar. En cuanto salió al exterior, el sol iluminó su rostro, y la hizo parpadear un par de veces. Ella no lo sabía, pero Santiago se hallaba a pocos metros de distancia, y se sintió orgulloso de que aquella muchacha formara parte de su vida una vez más. Cada minúsculo gesto que hacia su novia, le parecía precioso.

Y amaba llamarla una vez más su novia.

—Hola, pequitas.

La pelirroja soltó una afable sonrisa en cuanto distinguió la figura de Santiago cerca, y recordando aquella costumbre suya de la adolescencia, corrió los pocos pasos que los separaban y se aferró al cuello del chico, quien le plantó un rápido beso en los labios. Ambos habían permanecido en una flamante nube de colores desde el momento en que se habían vuelto a unir.

Santi estiró su mano y Abril, sin dudarlo un segundo, la tomó, aferrándose a ella. Cada vez que lo hacía, se prometía luchar para que continuara siendo así. Jamás permitiría que algo los separara una vez más.

El camino hasta sus casas no era largo, por lo que ninguno de los dos vio problema en ir caminando.

—¿Qué tal estuvo todo? —preguntó Santiago.

—De maravilla —exclamó la muchacha, llevándose una de sus manos al pecho—. No imaginas cuanto extrañaba bailar, Santi.

—Amo saberlo, Abril. Sé cuánto te gusta bailar.

Abril asintió.

—Siento que no puedo esperar más por estar en alguna presentación.

Con una sonrisa pícara, Santi levantó la vista y miró fijamente a Abril, y ella supo lo que estaba pasando por su mente. Aquella fue una sonrisa cargada de recuerdos.

—¿Recuerdas aquella presentación hace algunos años? —preguntó él, y su sonrisa se ensanchó tras cada palabra. En sus ojos brillaba el recuerdo de aquel increíble amor de la adolescencia, aquel amor que permanecía con él.

Aunque Abril ya no era aquella chica de diecisiete años que solía ruborizarse por todo, sintió cómo la sangre se le acumulaba en el rostro. Aquel era un suceso que ambos habían guardado en sus mentes, y que jamás escaparía de allí.

La sonrisa de Santiago se ensanchó mientras se acercaba al oído de Abril para susurrarle:

—No me molestaría en lo más mínimo repetir aquel día.

Abril soltó una corta carcajada, sin embargo, la idea no le pareció descabellada en absoluto.

—Sólo hay un pequeño problema: ya no somos ese par de adolescentes inexpertos. Creo que eso lo hizo más especial, él haber estado tan nerviosos.

Por la mente de ambos cruzaron los recuerdos de aquellas risitas y manos temblorosas que los habían inundado aquel día.

—Puedo fingir que no tengo ningún tipo de experiencia —propuso Santiago.

De tu mano ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora