Si había algo de lo que Santiago estaba orgulloso, era de decir a los cuatro vientos que los años no derribaron su amor, que el hecho de que cada uno hubiera seguido su sueño no implicó tener menos planes con el otro. Muchos se burlaron, les dijeron que, por profundo que fuera su amor, no era posible que sobreviviera a la distancia, a temporadas lejos..., pero por supuesto, él y Abril estaban mucho más allá de esas nimiedades. Lo comprobaron una y otra vez. Tuvieron tropiezos, sí, pero supieron levantarse triunfantes de todos y cada uno de ellos.
Aquella noche estaban allí, juntos, a pocos centímetros, con los dedos enlazados, celebrando no sólo su primer año de casados, sino la gira de la pelirroja junto a su grupo de danza, que había culminado un par de semanas atrás. El castaño no podía estar más feliz: tenía a su esposa nuevamente junto a él, feliz, y había conseguido el empleo que tanto había anhelado.
Los sueños y las esperanzas que por poco le arrebatan de entre los dedos, finalmente eran una realidad.
—¿Lo imaginaste? —preguntó de repente la pelirroja. Una leve sonrisa surcaba su rostro.
—¿Qué? ¿Que te amaría como un loco desaforado? Absolutamente.
En medio de una risita, Abril negó.
—No, tonto. Que llegaríamos tan lejos, que... seriamos quienes somos ahora.
—Tal vez perdí el norte por un momento —admitió—, pero supe que algún día estaríamos así.
La sonrisa de la muchacha se ensanchó, y volvió su mirada al plato en la mesa.
Se encontraban en un bonito restaurante que habían conocido algunos siete años atrás, cuando a Abril le dieron la noticia de que había sido aceptada en la Academia Burns. Se trataba de un sitio con música en vivo y una pequeña pista de baile que, en conjunto, resultaba acogedor.
Ella, Santiago, Rosa y sus padres buscaron un sitio bonito en el que celebrar, y aquel fue más que ideal. Desde esa vez, cada fecha especial era conmemorada allí. Y aquel día... bueno, aquel día tenían muchas razones para festejar.
Sin embargo, solían hacerlo sin alcohol. Esos tiempos en los que la bebida representaba una verdadera pesadilla en la vida de Santiago había calado hondo, por lo que, a pesar de lo mucho que él se había recuperado, procuraban evitar su cercanía con la misma.
La única ocasión en la que Santiago había vuelto a probarlo, fue el día de su boda, y solo porque la ocasión así lo ameritaba.
—Papá, Amber y Miguel regresarán mañana —comentó ella.
—Me lo has dicho varias veces en la última hora.
—Lo siento —se mordió el labio, tratando de reprimir la sonrisa, pero fue inevitable—. Estoy feliz de volver a verlos.
—Se fueron sólo por un mes —dijo Santiago, divertido.
—Pues se sintió como un siglo. ¿No pudieron hallar un lugar diferente para celebrar su aniversario? ¡Nada menos que Japón!
—Prometo que estaremos a las seis en punto en el aeropuerto, tal como lo pediste, —respuso el chico, y tras una cortísima tos, añadió:— pese a que el vuelo llega a las nueve.
Abril volvió a reír, y pellizcó una de las mejillas de su esposo.
—Por eso y más, te amo.
—No más de lo que yo te amo a ti.
Desde el nacimiento de Miguel, el hermano menor de Abril, la familia se había unido mucho más. La muchacha prácticamente vivía y respiraba por él. Adoraba a aquel niño desde el día en que se enteró que venía en camino, y lo consentía tanto, que muchas veces se ganaba el regaño de Amber.
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De tu mano ©
RomanceDesde el momento en que se conocieron, Abril y Santiago han vivido para alejarse y encontrarse una y otra vez. Discusiones de niños, hormonas queriendo darse a conocer, malos entendidos y padres queriendo escapar es solo la punta del iceberg de t...