Septiembre del 2011

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La cabeza de Abril reposaba sobre el pecho de Santiago mientras permanecían en la terraza de la chica hablando con Adrien. El castaño acariciaba de forma distraída el cabello de su novia.

Aquél día le habían contado a su amigo que la pelirroja estaba por irse del país, que sólo era cuestión de que el año escolar acabase. Durante esas últimas semanas, la pareja permanecía junta tanto tiempo como era posible: incluso era difícil para ellos darse las buenas noches. Normalmente, una vez lo hacían, cada uno abría las ventanas de su habitación y hablaban a través de ellas durante horas hasta que el sueño los vencía. Era como si intentaran ocupar tanto tiempo como les fuera posible para probar si la separación se hacía un tanto más llevadera; no tardaron en descubrir que sucedía el caso contrario.

—¿Así que lo intentarán? —Preguntó Adrien—. Me refiero a tener una relación a distancia.

—Claro que sí —dijo Santiago—. Hay personas que inician así y les va muy bien. Nosotros ya tenemos algo, no puede ser más difícil.

—No creo que ese sea un marco de referencia válido.

Abril cerró los ojos, tratando de borrar de su mente la frase de su amigo.

Lo cierto era que cada vez que se planteaba la idea, su ritmo cardiaco alcanzaba límites insospechados. La idea de que algo —cualquier cosa— pudiera hacerle dudar de lo que ella y Santi se habían prometido la hacía sudar. Su propia mente a veces le lanzaba un millón de "¿Y si...?" que ella no siempre era capaz de contrarrestar.

—No molestes, Adrien. Claro que lo es.

Como respuesta, el muchacho fingió estar asegurándose un candado sobre los labios.

Permanecieron callados durante un rato, hasta que Santiago revisó su reloj y se levantó con prisas.

—¡Mi madre va a matarme! —exclamó—. Tengo cita con el odontólogo en diez minutos, y ella ya debe estar allá.

Su amigo rio.

—¿Qué? Soy menor de edad, todavía me piden acompañante.

Tras darle un rápido beso en los labios a su novia, el muchacho salió del lugar.

Y Abril temió lo que viniera.

En un grupo de amigos, cada uno desarrolla características diferentes, y con el paso de los años, más que ser varias personas compartiendo un lazo, se convierten en una unidad. Implícitamente, cada uno toma parte de esas carcaterísticas y las convierte en el papel que desarrolla en ese pequeño círculo social.

Pues bien, el papel de Adrien era el de La voz de la razón.

Y joder si no era sabio.

La pelirroja siempre creía que su conciencia permanecía dormida —por irónico que sonara—, y que Aiden cumplía el papel. Cuando él le aconsejaba algo, calaba hondo en ella, y al final, cuando lo analizaba con la cabeza y no con el corazón, él siempre tenía un punto irrefutable.

Y el silencio que éste guardaba le estaba advirtiendo a Abril que debía prepararse.

—Dilo —musitó simplemente, y el chico soltó una risita.

—¿Me escucharás?

—Sabes que siempre lo hago.

El muchacho asintió y respiró hondo, preparando las palabras. Sabía que tenía que ser cuidadoso. Cuando se trataba de Abril, hablar de Santiago era algo delicado.

—No dudo que si se lo proponen, lo logren —le dijo—. Los he visto, y más allá del amor que se tienen, sé cuán malditamente obstinados puede llegar a ser.

—Pero...

—Pero —repitió Adrien—, ¿qué tan lastimados pueden quedar en el intento? Esto no es un viaje de vacaciones, Abril. Estamos hablando de que irás a acompañar a tu padre a recuperar al amor de su vida, quien está tratando de armar una vida aparte, ¿te das cuenta de ello, no?

La chica asintió.

—Bien —continuó—. Te matricularás en una nueva escuela, la cual no puedes dejar a medias, por cierto, ni si todo sale de lujo entre tus padres en cuestión dos meses.

Abril se acomodó sobre su lugar hasta quedar sentada, y miró con seriedad a su amigo.

—¿Cuál es tu punto, Adrien?

Él la miró con tristeza antes de proseguir.

—Mi punto es —dijo— que irás a armar una vida nueva, que no sabes cómo estarán las cosas, no sabes cuándo regresarás, o si tendrás la oportunidad de hacerlo. Puede que en un año estés de regreso, y puede que no sea así. No sabes con quien te toparás, a quién conocerás, o si sacrificarás cosas sólo porque tienes algo aquí con un futuro incierto. Y lo mismo sucede con Santiago: no será el mismo, y se limitará en ciertos aspectos porque tú no estarás aquí. Si tuvieras la certeza de que volverás, sería el primero en animarlos a intentarlo, pero sabiendo lo improbable que son las cosas..., yo lo intentaría, sí, pero no haría una promesa.

El corazón de Abril dolió, y miró con pesar a su amigo. ¿Tendría razón? Cuando escuchaba a su padre, lo notaba convencido de hacer lo que fuera por tener a Amber a su lado una vez más.

—Todo lo que digo es que me parece muy injusto para ambos, Abril. Sé lo mucho que se aman, y sé que intentarán que las cosas funcionen, ¿pero durante cuánto tiempo? —preguntó—. No puedes asegurarle a él, ni a ti misma que regresarás. No sabes qué planes tiene Amber allá, ni cuánto tiempo le tomará a tu padre ganarse su perdón. ¿Qué pasa si ella no está dispuesta a regresar de inmediato una vez perdone a tu padre? No te vas a otra ciudad, Febrero, te vas a otro país. Y la vida tuya y la de Santiago tendrán que continuar en medio de eso.

*

La historia está llegando a su fin L Ayer por un mensaje que recibí me di cuenta que la última vez que actualicé, al parecer no se publicó (y estoy bastante segura de que fue mi error: no noté que hubo error de red, creo), por lo que aquí estoy, subiendo el capítulo que debió subirse hace ya dos semanas :D

En un ratico subiré el que pretendía subir ayer y por cuestiones de conexión no pude, y de allí en adelante quedaría así: miércoles el siguiente, sábado el cap 23 y viernes el Epílogo.

Y entonces será todo :c De verdad lamento el error.

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