—De verdad, Adrien —se quejó Abril por cuarta vez—, ¿no pudo ser en otro lugar? Uno menos...
—¿Menos lleno de recuerdos? —preguntó su amigo, elevando una de sus cejas.
Abril se encogió de hombros, incapaz de contradecir aquello.
El restaurante en que se encontraban, era el mismo que Santi y Abril solían visitar durante sus años de noviazgo adolescente. Solían pasar allí las tardes de los viernes, cuando las responsabilidades de Abril le daban un tiempo de respirar. En aquel tiempo, Amber y su padre se habían separado. El hombre había quedado en pedazos, y solía molestarse por todo, por lo que aquel sitio se convirtió en un refugio.
—Va a ser incómodo —admitió finalmente—. Sé que ambos recordaremos cosas y no creo que eso sea una buena idea.
—¿Por Belén? —preguntó el muchacho—. Abril, Santiago no ha dejado de quererte.
—Lo nuestro fue algo de niños, él mismo lo dijo ayer. Tú estabas ahí —le recordó.
—Cuando se conocieron, sí fue algo de niños, pero no su historia en la adolescencia.
—Ya no somos un par de adolescentes.
—Abril... —comenzó Adrien, pero sus palabras fueron interrumpidas por el tintineo de la puerta al abrirse.
Los dos amigos posaron su mirada sobre Belén y Santiago. Ambos reían de algún chiste, y estaban tomados de las manos, hecho que Abril no pasó por alto.
Recordó aquel tiempo en que eran sus manos las que Santiago sostenía con la delicadeza que nadie, nunca más, lo había hecho. La pelirroja intentó conformarse con el pensamiento de que, al menos por ahora, no había visto aquel brillito tierno que ocupaba la mirada de Santiago al verla; al menos aquello seguía siendo suyo.
La pareja se acercó a la mesa que ocupaban Adrien y Abril.
—Hola —saludó Belén—. Me alegra que hayan escogido este lugar —comentó mientras se sentaba en la silla frente a Adrien y, segundos después, Santiago se sentó a su lado—, ¿solían venir aquí?
Adrien soltó una risita.
—Muy a menudo —dijo—. Nos encantaba burlarnos de una parejita que parecía venir con el único propósito de mirarse a los ojos por horas.
Santiago dirigió una mirada furibunda a su amigo y, al regresar su vista al frente, sus ojos quedaron enganchados a los de Abril y, al hacerlo, una sonrisa tiró de los labios de ambos.
—¿Cómo estás? —preguntó el chico—, ¿te ha gustado regresar?
—Más de lo que pensaba —confesó.
—¡Mira a quien tenemos por aquí! —exclamó una efusiva y cariñosa voz a sus espaldas—, ¡Abril!
A la muchacha le costó muy poco tiempo reconocer la voz de Rosa, la mesera que solía atender cada viernes.
—¡Rosa! —exclamó.
De inmediato, la chica se levantó de su lugar y abrazó a la mujer frente a ella.
—Estás preciosa, mi niña —le dijo—, ¡pero te he echado tanto de menos!
—Y yo a ti. Juro que en ningún lugar he encontrado a alguien tan amable como tú.
La mujer agradeció aquellas palabras tan sólo una sonrisa.
—Pero veo que aquí hay cosas que nunca cambian, ¿eh? —dijo Rosa, señalando con su lapicero a Abril y Santiago—. Prometo que, a mis años, muy raras son las veces que he visto esa mirada. Ya saben, la mirada.
Adrien abrió de par en par sus ojos, intentando mediante señas pedirle a la camarera que no continuara hablando.—Disculpe —carraspeó Belén, quien no pasó por alto a reacción de su novio—, ¿de qué mirada hablamos?
—¡Oh! Estos muchachos, niña —dijo, señalando a Santiago y a Abril—. Solían estar juntos todo el tiempo, los veía al pasar casi todas las tardes de regreso a casa, y años más tarde los encontré aquí. Y ahora, después de tantos años, siguen...
Pero la mujer no continuó hablando debido al estropicio que hizo Belén al levantarse de la mesa y salir del lugar.
Santiago, quien había quedado ligeramente pálido, miró a la puerta y luego a Abril, como si se debatiera entre correr hacia su novia o quedarse allí, junto a la pelirroja.
~*~
Santiago corrió tras Belén, odiándose un poco por aquella duda que lo había invadido segundos atrás. Sin embargo, él sabía que no estaba bien: aquella muchacha que se alejaba de él, había estado a su lado cuando él regresó devastado de su encuentro con Abril dos años atrás. Ella, y nadie más que ella, lo consoló sin esperar nada a cambio. Se aseguró que dejarla ir, tan sólo por un sentimiento que él no sabía si era simple nostalgia, era una estupidez.
Divisó su cabellera negra y corrió con mayor rapidez hasta donde se encontraba.
—¡Belén! —llamó el muchacho.
La chica giró sobre sus talones y en su rostro se dibujó una expresión de sorpresa.
—¿Qué? —exigió.
El chico caminó hasta su encuentro.
—No debías irte así. Rosa no sabe lo que dice.
—Me mentiste, Santiago. Me dijiste que fue tu primer amor, y nada más.
—Fue mi primer amor, Belén. Nada más.
«Nada más», se repitió en su interior, intentando convencerse de aquello.
—¿Crees que no sé cómo la miras? —preguntó Belén—. Me doy cuenta, Santiago: a mí nunca me has visto de esa manera.
El chico se sintió incapaz de refutar aquello.
—Fue mi primer amor y mi mejor amiga durante años. No puedo creer que de verdad esté aquí. Eso es todo.
Belén negó con la cabeza.
—Cuando nos conocimos, estabas destrozado. Desde ese día me has dicho que encontraste a tu ex novia besando a un chico, pero nunca me dijiste su nombre.
No hizo falta que Santiago lo afirmara a viva voz, pues su expresión lo delató.
—¿Te das cuenta que estás enojada conmigo por una novia del pasado? Una persona con la que me has visto interactuar menos de veinticuatro horas.
La morena bajó la cabeza, y el chico se acercó un poco más a ella.
—Belén, yo te quiero. Danos la oportunidad de que esto crezca, ¿sí?
La muchacha fijó sus ojos en los de Santiago, y levantó su dedo índice.
—Sólo con una condición —le dijo.
—¿Cuál?
—No me hagas sufrir —pidió—. Si tus sentimientos por mí cambian, dímelo y lo entenderé. Pero no calles algo así, ¿está bien?
A Belén le habría gustado que Santiago se acercara a ella y le asegurara que eso jamás pasaría, sin embargo, él sólo se limitó a asentir y, acto seguido, la rodeó entre sus brazos.
A unos metros de distancia, un par de ojos café los miraba con detenimiento, mientras un corazón luchaba por dar un paso al lado y continuar otro camino.
~*~
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De tu mano ©
RomanceDesde el momento en que se conocieron, Abril y Santiago han vivido para alejarse y encontrarse una y otra vez. Discusiones de niños, hormonas queriendo darse a conocer, malos entendidos y padres queriendo escapar es solo la punta del iceberg de t...