Abril examinaba con ojos angustiosos a Santiago, quien aún se encontraba sedado. El rostro del muchacho era ceniciento, su palidez asustaba un poco a la pelirroja, pero sin duda aquella no era la mayor de sus preocupaciones. Lo que en realidad le atormentaba era lo que sucedería cuando el chico despertaba.
Se veía tan tranquilo, tan ajeno al futuro que le esperaba de cerca, que la pelirroja deseaba que aquello momentos se extendieran un poco, tan solo un par de días más; un poco más. Pues aunque amaría ver nuevamente al castaño mirándola directamente a los ojos, le aterraba la reacción del muchacho cuando supiera todo lo que había sucedido.
Una lágrima rodó por la mejilla de Abril. Había intentado una y otra vez revivir aquellos últimos momentos, y asegurarse de que el disparo que había causado la muerte de Samuel lo había lanzado él mismo, pero aunque no había distinguido mucho en medio del forcejeo, sabía que eran pocas las posibilidades de que en realidad así hubieran sucedido los hechos.
Y por eso sólo le dijo a la policía que no había logrado distinguir mucho lo sucedido. El único que lo sabía era Santiago, y la pelirroja estaba plenamente segura de que él no diría otra cosa que la verdad. Y la verdad probablemente lo destruiría.
Intentó serenarse, pensar en otra cosa.
La madre de Santiago había ido a casa a buscar algo de ropa para el muchacho, y a intentar buscar algún testigo del crimen, pues la versión de la novia y de la mamá del que en esos momentos era el acusado, no era creíble por parte de la justicia.
La pelirroja se acercó a Santiago y pasó su pulgar por el rostro del chico. No quería un sufrimiento para él. No quería nada que lo perjudicase.
Y el cuento acabó.
Con una mezcla de alivio y terror, Abril observó cómo los párpados de Santi empezaban a moverse, y tras espabilar un par de veces, los ojos del muchacho la examinaron directamente. En un principio su mirada expresó confusión, como si no supiera lo que estaba sucediendo ni dónde se hallaba, pues esta vagaba por toda la habitación, sin embargo, fue notorio el momento en que los recuerdos llegaron de golpe a él.
—¿Cómo te sientes? —preguntó la muchacha en voz baja, y dejó un beso sobre los labios de Santiago.
Abril miraba con avidez los ojos del chico, pues estaba plenamente segura que si intentaba mentir, o si recordaba algo que lo alterara, ella podría saberlo en el mismo instante.
—Tengo... —se aclaró la garganta—, siento mi boca un poco seca.
Abril asintió y caminó hacia la pequeña mesa junto a la cama de su novio. Cogió uno de los vasos y un poco de algodón.
—El médico debe revisar tu pierna cuando estés consiente, y ha dado órdenes de no darte nada de beber hasta que eso suceda.
Santiago le lanzó una sonrisita.
—¿Y serás una rebelde?
Abril negó. Intentó reír un poco, calmarse sólo por un momento, pero solo consiguió una sonrisa forzada. Por suerte, estaba de lado, y el chico no pudo apreciar aquello.
—No —dijo—, pero Gala pasó por esto cuando la operaron de apéndice, y tengo un pequeño truco.
La pelirroja se acercó nuevamente al chico y, tras humedecer el trozo de algodón, se lo pasó por los labios a Santiago. Lo hizo con tal cuidado, que incluso parecía que estaba sanando una herida. Mientras lo hacía se perdió en sus labios, y aquello no pasó desapercibido para el convaleciente.
—Puedes besarme. Tal vez me ayude con esta deshidratación.
Abril negó una vez más, y dejó el vaso y el algodón a un lado.
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De tu mano ©
RomansaDesde el momento en que se conocieron, Abril y Santiago han vivido para alejarse y encontrarse una y otra vez. Discusiones de niños, hormonas queriendo darse a conocer, malos entendidos y padres queriendo escapar es solo la punta del iceberg de t...