Capítulo 12 | No te quiero aquí

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Agua corría por el cuerpo de Abril mientras ella intentaba no ahogarse en su sufrimiento y en el dolor que la invadía. No paraba de preguntarse una y otra vez cómo había llegado todo al punto en que estaba en aquellos momentos, cómo era posible que una persona tan noble como Santiago, acabara en la cárcel.

Un ardor invadió sus ojos, y supo que en esos momentos sus propias lágrimas se estaban fundiendo con el agua. Tal vez eso era lo mejor, tal vez eso la hiciera sentir que estaba liberando más dolor, y así saldría de su cuerpo toda la pena que la albergaba.

Once días habían pasado ya desde que un par de uniformados se habían llevado a Santiago a la cárcel, mientras se aclaraba lo sucedido, y ella lo único que había sido capaz de hacer mientras él era esposado justo frente a sus ojos por un crimen que él cometió por intentar defenderla, fue llorar, mientras sentía que algo le quemaba el pecho, y mientras las manos de Adrien intentaban sostenerla, alejarla de aquellos hombres, alejarla de Santiago, pues sabía de los alcances de ella con tal de que su novio continuara bien, feliz, como era todo antes de que aquella tragedia los golpeara.

Y aquel domingo era el primer día, la primera vez, que vería al muchacho, que lo visitaría en la cárcel, y ella no estaba segura de lo que la haría sentir aquello, de cómo sería verlo a él allí, en un sitio tan alejado del lugar donde realmente él debería estar, pues ese no era —y nunca sería— el lugar de Santiago. Él no lo merecía.

Cerró la llave del agua y se envolvió con la toalla, saliendo en dirección a su habitación, donde su padre y Amber la esperaban.

Ambos la examinaban con la mirada, y a Abril le daba la impresión de que estaban esperando el momento en que ella se viniera abajo. Lo único que ninguno de ellos sabían, era que esos momentos únicamente existían en la soledad de su habitación, lejos de todo aquel que pudiera creer que ella no estaba lista para cruzar el camino que les esperaba a ella y a Santiago, porque si de algo estaba segura, era que no dejaría a su novio solo en aquellos momentos, cuando él más la necesitaba.

—¿Qué sucede? —preguntó la pelirroja, y al notar lo ronca que sonaba su voz, se aclaró la garganta.

—Tenemos que hablar contigo —dijo su padre, y por la actitud que tenían, para ella resultó obvio que la discusión estaba más que planeada. Los conocía muy bien, y sabía que ninguno de ellos daba un paso al frente en lo referente a ella sin consultarlo con el otro.

Había que reconocer que eran un buen equipo.

—¿Otra vez?

Ambos ya habían intentado hablar con ella desde el día en que apresaron a Santiago, y en cuanto Abril comprendió que lo que ambos querían era que ella se mantuviera alejada de él, tuvieron una fuerte discusión que no acabó bien para ninguno de ellos.

Amber suspiró.

—Sí, otra vez.

—Ya les dije que no pienso dejar a Santiago solo en una situación como esta. Él no tuvo la culpa de lo sucedido. Yo estuve ahí, y sé lo que vi.

Su padre se pellizcó el puente de la nariz. Abril siempre había sido una chica dócil y obediente, y no estaba acostumbrado a discutir con ella, pues llevaban una buena relación, y odiaba la idea de alterarla. Sabía que no estaba pasando por un buen momento, pero tampoco estaba dispuesto a verla sufrir.

—Hija, esta vez venimos en son de paz.

—Eso mismo dijeron la última vez. Y ya les dije que no pienso cambiar de opinión con respecto a mis visitas a la cárcel. Santiago me necesita —afirmó—. Además, tengo dieciocho y soy libre de hacer lo que quiera.

De tu mano ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora