Capítulo 5

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Jenna

Nina volvía a entonar, en medio del escenario vacío, mientras interpretaba una canción que reconocía, y que sabía que oído en la zapatería un par de veces, pero no me sabía la letra, así que cada vez que me pedía que me le uniera negaba con la cabeza. Su voz hacia un sonoro eco alrededor del teatro vacío, sin necesidad de micrófono, mientras era iluminada por par de luces amarillentas.

La universidad de artes estaba ya casi vacía. Habíamos pasado el día entero dentro, mientras ella se preparaba para una presentación final a la que yo había prometido asistir hace más de un mes, cuando probablemente me habría resultado divertido.

No recordaba la última vez que había pasado tanto tiempo dentro de una universidad, pero en realidad no importaba, porque no pensaba volver.

—¿Y bien? — Preguntó, por quinta vez, al finalizar la pieza.

—Increíble, maravilloso, tienes una voz celestial. — Dije, con cansancio y ella puso los ojos en blancos. —Ya te he dicho que eres fenomenal. Deja de alimentar tu ego conmigo. — Sonreí, mientras miraba el reloj en la pared.

—Bueno, bueno. Es que no quiero que nada salga mal. — Comentó, mientras daba un salto desde el escenario hasta el suelo. —Tu sufrimiento casi acaba, están a punto de cerrar. — Agregó, siguiendo mi mirada al reloj que marcaba las siete treinta. —Justo a tiempo para ir a trabajar. —

—Genial. — Respondí con sarcasmo, aunque en realidad sabía que tenía asuntos importantes que tratar en La Cueva.

El encuentro con Frank de esta mañana todavía me tenía dando vueltas en la cabeza. Oliver Burnes había mencionado el asesinato de un grupo de policías en la sesenta y tres, y Frank parecía completamente reacio a hablar del tema, probablemente porque no estaban autorizados, pese a que toda la vida se la había pasado parloteando información confidencial con nosotros. Pero ahora era diferente, y entendía que probablemente la muerte de mi padre no solamente había terminado por cambiarme a mí, sino a él también.

—¡Eh, no estas escuchando! — Nina me sacudió, mientras nos dirigíamos a la salida de la torre de Artes.

—¿Qué? — Me quejé, alejando su mano, y ella sonrió, a sabiendas que odiaba que me sacudieran.

—Que si me esperas a la reunión de vestuario. — Señaló el salón con la luz encendida al otro lado del parque de césped que unía las universidades de artes, psicología, y ciencias. Negué con la cabeza.

— Tus reuniones siempre tardan horas. Te veo mañana. —

— Quizás pase a visitarte al trabajo más tarde. — Sonrió, mientras comenzaba a soltarse el pelo y volteé en la dirección opuesta.

— Por favor, no lo hagas. — Le grité, mientras me alejaba, e hice una nota mental asegurándome de no darle la dirección del lugar, jamás.

Apenas y comenzaba a oscurecer cuando cruzaba la intersección de las escuelas, y aunque la universidad de Nina ya estaba prácticamente desolada, la de psicología todavía estaba, probablemente, en medio de la jornada, y lo sabía, porque recordaba a la perfección las noches en las que me internaba en la biblioteca con una crisis pre examen, que ahora me parecía lo más ridículo del mundo. Ahora todo aquello se veía tan lejano, casi como si estuviese hablando de la vida de otra persona.

Me detuve en seco frente a la entrada de roble de la que antes solía ser mi institución, y resultaba casi divertido como el edificio contrastaba, con sus paredes de ladrillos, y las letras austeras en color dorado, frente a las paredes inundadas de grafittis de la torre de Artes.

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