Capítulo 11

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Oliver

— ¡Ahora, Frank! — Grité, mientras él ponía en marcha el motor, por tercera vez, y el humo negro volvió a aparecer en toda la parte delantera, ahogándome al tiempo que sacaba la cabeza de la máquina. — ¡Para, para!

— ¡Maldita sea! — Se quejó, abandonando el asiento del conductor para ubicarse junto a mí, mientras inspeccionaba el viejo vehículo con el ceño fruncido. —Así que sabes lo que haces, ¿no?

—Te dije que había reparado mi bicicleta a los doce años, no que era un ingeniero electromecánico. — Dije, tomando el trapo engrasado de la esquina del motor y limpiándome los dedos. —Además, este auto ya se aproxima a su fecha de caducidad.

— ¿¡Tú qué sabes!? — Volvió a quejarse, cerrando la cajuela con fuerza, mientras quitaba las manos con rapidez. —Este tiene más vida que tú. — Aseguró, señalando el cacharro y sonreí.

—No me cabe duda. — Mascullé, mientras me limitaba a ocupar mi lugar en el asiento del acompañante, agradecido porque el auto esperara a dejar al sujeto dentro de la comisaria para descomponerse.

—Acaso la limo sigue descompuesta. — Carter apareció en la acera, cruzándose de brazos frente a la puerta de la jefatura, con una sonrisa burlona.

—Si tu tío me subiera el sueldo, cuando me lo prometió, ya andaría con un último modelo. — Él dijo, volviendo detrás del volante y trato una vez más, insertando la llave en su lugar. Carter dejó salir una carcajada irónica mientras se aproximaba a la ventanilla.

—Ni con todo el dinero del mundo compensarías lo que derrochas en alcohol los fines de semana, Carlson. — Dijo, recibiendo una mirada asesina sin importarle en lo más mínimo. —Y tú, novato, será mejor que te acostumbres, por qué tú eres el próximo Frank. Con esa cara de mierda ya todos lo han adivinado. — Rio, sacudiendo la larga trenza oscura de cabello hacía atrás y la miré confundido.

—Pero si siempre trato de estar de buen humor. — Me defendí, haciendo que volviera a soltar una carcajada enérgica.

—Sí, él dice lo mismo. — Señaló a Frank, mientras una vena irritada comenzaba a marcarse en su frente cuando el auto volvió a cesar el ruido.

— ¡Mierda, mierda! — Golpeó el volante un par de veces, mientras giraba la llave con rapidez descoordinada y mágicamente el motor volvió a rugir. — ¡Eso es! — Sonrió con superioridad y Carter negó con resignación, mientras daba unas palmadas en la puerta.

—Finalmente. Bien ¡a trabajar! — Habló, ahora entusiasmada, con una sonrisa satisfecha y me dio un guiño. —Suerte, novato.

—Voy a necesitarla. — Respondí, divertido, pero a mi compañero no le hizo la misma gracia.

—Atractiva, lástima que no puede mantener la boca cerrada. — Comentó, dejando a Carter atrás, mientras el auto se tambaleaba al pasar sobre un bache. — ¡No!

—Vamos, Frank, al menos no se nos descompuso con el ladrón adentro. — Le animé, mientras comenzábamos con el recorrido de rutina y el suspiró.

—Si. Lo último que necesito es quedar como un incompetente frente a todo Brooklyn. — Escupió entre dientes y asentí.

El movimiento era escaso en las calles, pero un lunes en la mañana, con el clima nublado y después del reventón del fin de semana, Brooklyn en general se limitaba a ser una ciudad comercial con clientes fantasmas, pero, por mí parte, estaba desesperado por volver. Ser explotado en la jefatura me mantenía la mente ocupada y no podía decir lo mismo durante un domingo lluvioso dentro de las cuatro paredes de mi habitación a oscuras.

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