Capítulo 39

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Jenna

La habitación permaneció helada, con los restos de la ventisca que se había colado por la ventana, junto con el cuerpo del hombre, que parecía petrificado frente a mí, con una mezcla de emociones en la mirada que me causaban tanta curiosidad como horror, y cuando dio un paso al frente me llevé una mano al arma que cargaba en la espalda, como un reflejo.

¿Pero a quien iba a engañar? Yo no iba a dispararle a nadie.

—No te acerques.— Solté, sin siquiera pensarlo, con una débil voz entrecortada, mientras me ponía de pie lentamente.

Me sentía repentinamente mareada, y asustada. No estaba segura que hacer a continuación, pero el hecho que él estuviese tan perplejo como lo estaba yo me confundía todavía más.

Dio otro paso, haciendo que se me erizara la piel.

—¡Basta ya! No te acerques.— Escupí, y se llevó la mano al cinturón, tomando su arma con el dedo índice y él pulgar, y como si fuera un pedazo de basura, la dejó caer al suelo, volviendo a levantar sus manos en forma de tregua.

—Estás bien.— Declaró, en un susurró, como si eso le aliviara y se abalanzó sobre mí, inesperadamente, rodeándome con sus brazos.

Su cuerpo caliente contra el mío se sintió como una enorme roca aplastando mi mente, mientras trataba de comprender que demonios estaba ocurriendo.

—¿Frank?

—¡Que alegría cariño! Estaba preocupado.— Comentó, con naturalidad, meintras ambas de sus manos continuaban presionando mis hombros, obligándome a sacudirme, para romper el contacto.

—¡¿De qué estás hablándome?! ¿que haces aquí?

—He venido todos los días, a buscarte.— Confesó, con la voz dulcificada, como si se sintiera genuinamente feliz de verme, haciéndome sentir todavía más perturbada.

—¿Por qué?

—Porque quiero llevarte conmigo.—Dijo. —Me preocupaba que te hubieses enredado con esa banda de desgraciados que...

—¡Cállate!— Le interrumpí, cuando sus manos intentaron alcanzarme de nuevo, y tomé el revolver entre mis manos, apuntándole directamente al pecho. —No te me acerques, Frank.— Repetí por tercera vez, como si fuera lo único que podía decir.

—¿Qué estás haciendo, Jenna? Baja eso.— Sonrío incrédulo, sin parecer ni un poco asustado o amenazado. Él conocía mi debilidad y eso me hizo enfurecer. —¿Qué es lo que ocurre contigo?

—¿Con migo?— Repetí incrédula, soltando una risa irónica. —¡Sé lo que hiciste! El secuestro, el muelle, ¡lo sé todo!— Grité, en medio del silencio del pequeño apartamento y abrió los ojos como platos, negando con la cabeza.

—¡No! Ha sido un accidente. Tu no tenías que estar ahí.—Hizo un ademán para volver a aproximarse pero se detuvo. —Nunca quise lastimarte, cariño.

—¡No me llames así!

—Yo quería ayudarte. Siempre lo he querido. Eres lo único que tengo.— Negó con la cabeza, como si estuviera exhausto y por primera vez noté lo viejo que lucía. —Después de la muerte de tu madre, alejarme de ti es lo que más me ha causado dolor. Yo la amaba, y te quiero a ti también.

Las palabras se arremolinaron en mi cabeza, tratando de asimilar lo que estaba diciéndome, intentando adivinar que tanto era cierto y que tanto no, pero la sola idea de mi madre y el tío Frank juntos me hacia querer vomitar. ¿De qué estaba hablando?

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