Capítulo 38

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Jenna

Era increíble lo rápido y lo mucho que había aprendido sobre los lobos desde que la marca estaba impresa en mi mano. Era como si todo el tiempo hubiesen estado actuando con cautela a mi alrededor, y desde entonces se habían liberado.

Sabía que Hannah estaba a cargo de la administración del dinero, de la Cueva y de los negocios, la distribución, el ahorro y todo lo demás. El viejo parecía conocer cada rincón de Brooklyn, las zonas, personas y potenciales clientes. Chett, por otro lado, era prácticamente el asiático cerebrito, sin ser estrictamente asiático, pero sabía demasiado de tecnología y se las ingeniaba no solo para crear esos comunicadores que siempre llevaban, sino para dar electricidad e información sin ser detectado por ningún servidor estatal, liberándolos de muchas cuentas. Peak y Bon, se especializaban en los repartos, y la recolección de información, y Alex de cobrar el dinero de las deudas, lo que era básicamente la razón principal por la que siempre tenía los nudillos ensangrentados y la cara larga.

Las averiguaciones habían disminuido con Oz. Sabía que conseguía la “mercancía” aunque no desde dónde provenía, o quién era el proveedor, y sospechaba que el resto tampoco lo hacía, ni siquiera Alex parecía saberlo, pero nadie hablaba de eso jamás. A demás, siempre se desaparecía. Era esquivo, muy persuasivo, y sobre todo, parecía tener una fe ciega en Blake, casi parecía conocerlo mejor que el mismo Alex.

Y por otro lado estaba Blake, como si fuese un número a parte en una gran ecuación. El cerebro, quién movía los hilos de todos a su alrededor, y aunque todos parecían estar conformes con eso, yo siempre quería saber más, por eso, en el instante en el que me rodeó con su brazo, en dirección a su habitación, no me negué, a pesar del rostro de Alex, en el que gritaba desaprobación.

—A él no le gusta nada dejarte conmigo.— Comentó, después del portazo que se oyó cuando Alex salía camino a ver a Jun.

—¿Por qué?— Pregunté, y se encogió de hombros, con una mueca sardónica. —¿Acaso le sueles robar las novias?

—No. Él nunca tuvo una.— Dijo, mientras se detenía, al final del pasillo, frente a la puerta negra de su habitación. Por alguna razón me sentí extrañamente orgullosa. —Entra.— Dijo, después del rechinar de la madera al abrirla, y se sintió como si acabara de ser autorizada para conocer un mundo prohibido, porque nadie entraba a la habitación de Blake Walker.

Un reducido espacio, que en algún momento había servido de ático, quizás comparable a la mitad de la habitación de Alex, se extendía a nuestro alrededor. Iluminada solamente por una pequeña ventana, junto a una escalera caracol que no sabía a donde dirigía, y adornada por libros desordenados por todo el lugar, anotaciones y hojas rotas con una caligrafía poco común.

Inspiré profundamente el aroma a pino, idéntico a de los aromatizantes para autos y volteé para ver a Blake, mientras se recostaba sobre la puerta cerrada, y señalaba la silla, frente a un escritorio desgarbado, para que me sentara y así lo hice, al tiempo que se aproximaba, inclinándose frente a mí, con sus gráciles movimientos que lucían intensivamente premeditados. Lo observé con detenimiento y curiosidad, mientras tomaba una caja de cartón, y la colocaba sobre mis piernas.

—Así que aquí estaban.— Dije, al ver las pilas de fotografías, mientras tomaba una de un niño sonriente, jugando con un avión de papel. Sonreí inmediatamente, observando como los ojos de un pequeño Alex parecían brillar incluso en el papel, y deslicé un dedo sobre el rostro, al tiempo que continuaba explorando los retratos de los diferentes estadíos de la vida del pequeño hermano de Blake

Alex en preescolar, en la escuela, jugando al fútbol, e incluso con una cerveza en las manos, con una expresión de júbilo como si fuera la primera. En todas estaba distraído, como si no supiera que había una cámara cerca, y Blake no estaba en ningúna, porque probablemente era él quién las había tomado todas.

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