Capítulo 36

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Oliver

Caminé descalzo por el viejo pasillo, con la chaqueta del uniforme en el brazo. El piso estaba sumido en un profundo silencio, demasiado impropio del lugar, pero me detuve un minuto en la sala y miré a mi alrededor: todo seguía exactamente igual, y cuando mis ojos se clavaron en el viejo póster empolvado de Los Ángeles, en una esquina de la pared sentí que algo me presionaba el pecho.

—¿Utilizaste tu vieja habitación?— Escuché a Alex preguntar, y me volteé en dirección a la cocina, mientras él me observaba, en ropa interior con dos tazas de cafés en las manos.

—Sí, me sorprendí cuando vi que la habían dejado tal y como estaba.

—Blake no dejó que la tocaran.

—¿Y Oz?— Pregunté, mientras me sentaba en una de las sillas y me colocaba las botas del uniforme.

—Él quiso incendiarla más de una vez.— Comentó, encogiéndose de hombros, y solté una risita. Muy propio de Oz.

—¿Eso es para mí?— Pregunté, señalando la taza en su mano.

—No.— Dijo, simplemente, dándome la espalda para regresar por el pasillo y antes de desaparecer se volteó a verme. —Nunca te he culpado, ya sabes, por dejarnos y todo eso.— Soltó, tomándome completamente por sorpresa.

—Parecías bastante molesto conmigo.

—Eso es porque eres un dolor de culo, Oliver. Pero si no hubieses estado involucrado con ella, probablemente no te hubiera golpeado ni una vez.

—Eso me hace sentir mejor.— Respondí y se encogió de hombros, aunque sabía que era su manera de hacer las paces, y se sintió bien. —Gracias.— Le dije, y se fue.

Di otra mirada a mi alrededor una vez más. Las viejas cortinas de cuadros rojos, la ventana con el vidrio manchado, y la vieja cocina con grasa en las perillas, todo me resultaba tan familiar, que el sentimiento de estar en casa era casi embriagador.

Y me sentí feliz, allí en ese pequeño instante, me sentí como yo mismo, por primea vez en mucho tiempo.

Miré la hora, y tomé rápidamente el gorro y mi cinturón que estaban sobre la mesa, y salí del lugar, montándome en el viejo Ford, esperando no llegar tarde, con una extraña mezcla de tranquilidad y nerviosismo, al recordar que era el día que mi nuevo compañero sería asignado.

Frank Carlson había sido mi mentor, y pensar en la verdad, en lo que sabía sobre él, me hacía desconfiar de cualquier otro policía con el que tuviera que compartir mi tiempo, pero yo también tenía mis propios secretos. Eso hacía que me preguntara si todo el sistema estaba mal, y si en realidad había algo que yo pudiera hacer al respecto, pero nada se me ocurrió.

Llegué a la estación, mientras observaba a los nuevos moverse al rededor de la entrada, entrando y saliendo con sus nuevas parejas, y tratando de hacerme un espacio entre el gentío logré inmiscuirme en el pasillo, observando la lista pegada en el trasparentarte, tratando de encontrar mi nombre y el de mi pareja en el montón de nombres que se extendían en tres hojas.

—Estás hasta abajo, compañero.— Carter sonrió, dando un golpecito en la parte inferior de la planilla donde se podía leer "Patrulla 2247: Carter - Burnes".

—¿Tú eres mi nueva compañera?

—Así parece. No estás listo para entrenar a un novato, novato.— Sonrió, mientras me sujetaba de la chaqueta y me arrastraba hasta la salida. —Te dejaré conducir, pero también querré donas.— Dijo, con mejor humor de lo esperado, y asentí, todavía sin salirme de mi asombro.

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