Capítulo 31

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Alex

Por un minuto pareció una broma pesada, pero cuándo Hannah se puso de pie para abrazarla y el resto comenzó a festejar como si ya se lo hubiesen esperado, entendí que en realidad Blake no bromeaba.

Y ella estaba sonriendo. ¿Por qué? No sabía en lo que se había metido, y ni siquiera yo terminaba de entender cuando se había decidido todo eso, sin siquiera preguntarme que opinaba al respecto.

Lobo hasta la muerte...

No. No estaba de acuerdo, y no me gustaba nada.

—¡Felicidades muñeca!— Peak le sonrió, revolviéndole el cabello, y ella se encogió, mientras los mechones rubios se le enredaban sobre el rostro.

Blake, volvió a sentarse, mientras Fox dejaba una caja de cerveza sobre la mesada y se acomodaba la toalla que envolvía su cuerpo, con una enorme sonrisa que dejaba en claro que ella había votado a favor durante una reunión de la que ni siquiera me había enterado.

Las manos comenzaron a sudarme, ante la sensación de sentirme ajeno en mi propia casa, y el molesto pitido en mi cabeza volvió a aparecer, al tiempo que Blake me daba una mirada de reojo, con su jodida actitud altanera que tanto me fastidiaba.

—Cero.— Hannah me llamó, mientras me ponía de pie en dirección a la puerta, y mi mirada se cruzó con la de Jenna en un corto segundo que le borró la sonrisa por completo. —¿Estás bien?— Fox volvió a hablarme sujetándome del brazo sin que me hubiese dado cuenta, y me liberé de su agarre, sintiendome desesperadamente incómodo.

Ella había estado de acuerdo con marcar a Jenna, todos lo habían estado, y nadie me lo había dicho. Incluso Blake me lo había ocultado.

—No, no estoy jodidamente bien.— Dije, y ella intentó volver a tomarme del bazo. —¡No me toques!— Solté, más fuerte de lo esperado, haciendo que diera un salto y retrocediera un paso, haciéndome sentir un maldito imbécil, pero nada podía hacer añ respecto.

De repente todos estuvieron en silencio, articulando las mismas muecas de decepción que había visto toda la vida, mientras negaban con la cabeza, como si fuese alguna especie de mascota que estaba comportándose mal, y no pude soportar mirarlos ni un segundo más.

—Me largo.— Escupí, abriendo la puerta de entrada, hasta qué chocó con la inútil mesa plática detrás, y le di una patada, que hizo que se volteara, y rebotara hasta la alfombra.

—¡Alex!— Oí a Jenna gritar, justo antes que estrellara la puerta a mis espaldas, y me detuve un minuto en seco, antes de volver a emprender camino a la calle, comenzando a sentirme sofocado.

La cabeza comenzó a palpitarme mientras me sujetaba el cabello en medio de la calle, y respiré la brisa helada de la mañana, tratando de mantenerme en calma, mientras me mordía el labio con tanta fuerza que había comenzado a sangrar.

Corrí hasta el otro lado del callejón, sintiendo el móvil vibrarme en el bolsillo sin parar, y me dejé caer sobre la pared de ladrillos, dando fuertes bocanadas de aire, observando mi respiración volverse humo blanco en el aire.

Miré la marca en mi mano, sabiendo que permanecería allí el resto de mi vida, y el lobo me devolvió la mirada, haciéndome sentir todavía más desesperado. Sin saber que hacer, le di un puñetazo a la pared de concreto, y el polvo naranja se quedo pegado en mis nudillos, mientras le atinaba otro golpe, y otro más, tratando de aligerar un poco de tensión, hasta que mi mano comenzó a perder sensibilidad.

—Maldita sea.— Mascullé, exhausto de repente, mirando fijamente las manchas de sangre frente a mí, por un momento que no supe cuanto duró.

—Esa pared debió haber sido una perra contigo para ganarse esa paliza.— Oí, y me volteé de repente, al ver a Oz de pie, del otro lado la calle, con las manos en los bolsillos de su abrigo inflado, sonriéndome.

Sin CódigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora