Capítulo 35

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Jenna

La furgoneta se detuvo soltando una humareda oscura, y tambaleándose con un fuerte sacudón se inmovilizó junto a la acera, mientras Oz daba un suspiro resignado, y la puerta del acompañante soltó un chirrido cuando Blake la abrió con fuerza.

Miré el exterior. No había un solo auto estacionado fuera de la cueva, no había gritos, ni música, no se escuchaba una sola voz, y ya había oscurecido, normalmente a esas horas el lugar estaría a reventar, así que fruncí el ceño y miré a Alex, mientras me sujetada de la cintura para bajarme del vehículo con cuidado, aunque estaba a apenas un par de centímetros del suelo.

—¿Qué está pasando?— Le pregunté, mientras todos nos acercábamos a la entrada, seguidos de cerca por Tyler, que se movía para ver con impaciencia entre nosotros, y solamente frunció el ceño, como hacía cada vez que no sabía que decir.

Blake se volteó para darnos una mirada fugaz en medio de la oscuridad, y abrió la puerta, entrando en la negrura del interior. Le seguí por detrás e inmediatamente las luces se encendieron con un grito unísono del resto del grupo.

—¡Sorpresa!— Se oyó un grito general mientras Hannah soplaba una corneta, debajo de un cartel que ponía "Bienvenida Jenna" con una bonita caligrafía y un par de brillos al rededor.

—Les dije que no hicieran un letrero.— Blake soltó, caminando en dirección a la barra, mientras todos se aglutinaban a mi alrededor.

—¿Qué es todo esto?— Pregunté, después de ver las pilas de botellas de alcohol sobre la mesada, el par de barriles dispersos en el suelo y el espació vacío en medio del lugar, donde antes habían estado las mesas que ahora estaban apiladas en una esquina.

—¡Es tu fiesta de bienvenida al grupo!— Peak me dio un abrazo, y sus brazos huesudos me apretaron al tiempo que Fox sonreía exaltada.

—¡Vamos a hacerlo oficial!— Dio un par de aplausos y se oyó un asentimiento conjunto mientras Oz me rodeaba con el brazo y se inclinaba en mí oído.

—No vayas a llorar.— Masculló, mientras me apretaba las mejillas, obligándome a fijar la mirada en Blake, al otro lado del bar, con un enorme fierro para marcar ganado en una mano, y un soplete en la otra.

Un sudor helado me recorrió por la espalda, y Hannah le dio un puñetazo al rubio, acercándose a mí.

—Es solamente un piquetito.— Me tranquilizó, y el viejo soltó un comentario que debió de ser divertido porque todos rieron después, pero mi atención se centró únicamente en la llama azul del aparato que calentaba el extremó del metal con la cara de un lobo, hasta que se volvió rojo vivo y pareció cobrar vida en las manos de Alfa.

—Todavía puedes decir que no.— Alex masculló, jalándome del brazo para alejarme del círculo emocionado, y me volteé para ver su rostro, muy serio, observándome tan intensamente como siempre hacía.

Todavía me costaba trabajo entender lo que ocurría a mí alrededor. Todo había resultado casi demasiado repentino, y mientras todos se movían y hablaban con coordinación, yo me encontré petrificada, con el sonido zumbante y mecánico del soplete cada vez más fuerte dentro de mí cabeza mientras Blake se aproximaba con la llama entre las manos.

Las manos de Alex, entre mi hombro y mi cintura, parecían sostenerme como si estuviese dispuesto a levantarme sobre su hombro y llevarme lejos en cualquier minuto, pero cuando el resto del grupo se movió y Blake se detuvo frente a mí, tan cerca que podía percibir el calor de la llama y del hierro ardiendo a centímetros de mí rostro, no tuve miedo.

Eso era lo que yo quería. Allí, en ese instante, rodeada de rostros sonrientes y palmadas de aliento, junto a Alex, se sentía correcto, y no podía pensar en ningún otro lugar donde me apetecía estar.

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