Capítulo 14

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Alex

Me arrojé sobre el asiento del conductor, y suspiré, apoyándome en el volante, e intentando recuperar la visión. Jenna azotó la puerta del copiloto y me miró con una mueca, que era una perfecta mezcla de furia y confusión.

— ¡¿Qué demonios pasó allá?! — Escupió, mientras me daba una mirada eufórica. Me miré la cara en el espejo retrovisor.

La magulladura del labio había dejado de sangrarme, pero sentía la piel ligeramente amortiguada, signo que iba a inflamarse pronto, el ojo derecho ya estaba ligeramente ennegrecido y todavía tenía un hilo de sangre en la cortadura de la ceja, que no dejaba de fluir.

— ¿Tú que crees? — Gruñí, intentando detener el sangrado y señalé el compartimiento frente a sus piernas. —Dame las gasas. — Dije, y ella emitió un sonido de queja directamente de su garganta, mientras abría la compuerta con un movimiento brusco, provocando que todo el contenido aterrizara en su regazo.

— ¡Mierda! — Gritó, cuando observó el arma caer sobre sus piernas y no pude evitar burlarme. —No es divertido, Alex. — Se quejó, tomando la empuñadura con su dedo índice y su pulgar, intentando lograr el menor contacto posible, antes de lanzarla al interior de nuevo.

—Es solamente un arma.

—No me molestan las armas, me molestan las armas fuera de un ambiente seguro y controlado. — Habló, resoplando, mientras abría el paquete de gasas envueltas, y separaba una individual, doblándola un par de veces.

—Este es un lugar seguro y controlado. — Dije, extendiendo la mano para recibir el papel, pero en su lugar ella se volteó completamente, apoyando ligeramente los dedos envueltos sobre mi rostro. Sin poder evitarlo, emití un quejido y ella puso los ojos en blanco.

—No seas bebé.

—Quizás la próxima vez deberías ser tú quien reciba la paliza.

—O, quizás, la próxima podrías defenderte, al menos. — Contraatacó, muy seria, y por un instante ambos callamos. —En serio, ¿Qué pasó ahí? ¿Por qué dejaste que ese viejo te golpeara? — Masculló más despacio, con impotencia en la voz, tan molesta, como si ella hubiese sido la golpeada.

— ¿Querías la información? Pues ahí te la he conseguido, deberías estar agradecida. — Me quejé, quitando su mano, y poniendo en marcha la camioneta, mientras me aseguraba que nadie nos siguiera.

Las llantas crujieron al deslizarse sobre el lodazal y la entrada del basurero quedó atrás. Ella volvió a posar su dedo en mi frente una vez más, muy despacio, como si fuera a morderla en cualquier instante.

—Lo estoy. — Hablo, nuevamente, después de un par de minutos y la miré de reojo. — En verdad, estoy agradecida contigo, Alex. Eres la única persona que me ha ayudado. — Se mordió la mejilla interna, mientras jugueteaba con sus manos. —Pero, si hubiese sabido lo que iba a pasar...

— ¿Qué? ¿No me lo hubieses pedido? — Pregunté, casi con diversión, a sabiendas de que no era así, y su silencio me lo confirmó, pero no importó.

Sabía lo que era más importante para ella, y estaba bien, porque también sabía lo que era importante para mí. O eso creía, hasta haberme metido en la guarida del Halcón, sin ninguna buena razón, y aun así, ahora tenía una excusa al menos. Lo que había dicho, lo que ahora yo sabía, tenían que saberlo los demás, porque, por mucho que lo detestase, podía sentir una tormenta aproximarse, y por alguna razón, iba a caer sobre nosotros.

—Está bien, muñeca. — Me encogí de hombros, y ella me miró, expectante. —Me ofrecí a ayudarte, no te sientas mal.

—Te molieron a golpes. Por mi culpa.

Sin CódigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora