Capítulo 32

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Oliver

Prácticamente corrí el par de bloques que separaban mi apartamento de la jefatura, maldiciendo a Frank por no haber pasado por mí como siempre hacía, mientras me generaba una especie de revoltijo de sensaciones extrañas el hecho de tener que verle la cara, sabiendo todo lo que ya sabía.

Las cosas habían cambiado, y era cuestión de tiempo para que todo cambiara todavía más. Yo lo sabía, y él también.

¿Como debía actuar? ¿Tenía que decírselo a alguien?

Por supuesto que tenía que hacerlo, tenía que decírselo a todos. Todos tenían que saber quien era la rata, el traidor y el asesino, sin embargo sabía que no diría nada, y la presión que eso me generaba me formó un nudo en el estómago que me dio náuseas, mientras atravesaba la entrada jadeando como un perro acalorado.

—Llegas tarde, novato.— Carter gruñó, con un evidente tono reprobatorio, mientras trataba de recuperar el aliento, descansando sobre el mostrador de madera, y levantando un dedo para que me esperara un minuto, antes de poder hablar.

—Frank...— Solté, tomando un sorbo del vaso que estaba en el escritorio más cercano, sin saber a quién le pertenecía. — Frank no vino por mí...— Dije, recibiendo una mirada incrédula por parte de la mujer, descruzando los brazos.

—¿Como, no te lo dijo?

—¿El qué?

—Su retiro... salió aprobado el martes.— Soltó, con naturalidad, mientras yo miraba a los alrededores, sin encontrarlo por ninguna parte. —Pidió la baja inmediatamente y dijo que se tomaría unas vacaciones.— Continuó, mientras mi mente trabajaba aceleradamente para tratar de entender lo que estaba diciéndome y sonrió, levantando las conocidas llaves de Ford frente a ella. —Felicidades, novato. El cacharro es tuyo.— Me lanzó el llavero, y lo atrapé en el aire, observando la figura del juego de esposas en miniatura que las adornaban, todavía sin poder creérmelo.

—¿Dónde está el ahora?— Pregunté, sin siquiera pensármelo.

—No tengo idea, quizás en Hawai, o en su apartamento, mirando fútbol en ropa interior. Es extraño que no te lo haya comentado, pero también ocurrió lo de su sobrina, así que supongo que ha tenido la mente ocupada.

—Sí.— Dije, simplemente, mientras ella se volvía a lo suyo, sin darle importancia.

Si lo que Frank Carlson quería era desaparecer, entonces había encontrado las circunstancias perfectas para hacerlo, y, lejos de tomarse unas vacaciones, sabía que la única de razón de eso era que había sido descubierto, por mí, Jenna y los lobos. Ahora que ya no podía utilizar la fachada de tío preocupado por el bienestar de su sobrina, probablemente necesitaba repensar su plan y modificar el modus operandi.

Inspiré profundamente, ocupando mi silla, mientras observaba al resto de mis compañeros desenvolverse dentro del lugar como cualquier otro día ordinario. Normalmente hubiese habido una fiesta de despedida, con un brindis y dedicatorias cursis, pero eso no iba para nada con Frank, todo el mundo lo sabía, aunque eso no evitaría comentarios sobre haberse perdido la oportunidad de una buena fiesta para despejar la mente. Pensar en mi compañero, y en que tendría que compartir el viejo auto con alguien más era un idea extraña, pero no tan alarmante como no saber en donde él se había metido, o que estaría tramando en esos momentos.

Tenía que decirle a los lobos. Eso hubiese sonado descabellado hace un par de semanas atrás, pero ahora era diferente, y sin saber como, había acabado por decirle a Blake que obtendría información para él.

Entonces no me costó darme cuenta que las cosas nunca iban a regresar a la normalidad.

—Entonces... ¿quién será mi nuevo compañero?— Le pregunté a Carter, acercándome a su escritorio, mientras ella se pasaba una mano por el cabello negro perfectamente recogido.

Sin CódigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora