Alex
Hannah agitó sus manos, mientras soplaba el esmalte oscuro recién pintado y me miró de reojo, todavía con aquel gesto reprobatorio que tanto me irritaba.
—Así que la dejaste sola...— Volvió a soltar, mientras daba un resoplido indignado y puse los ojos en blanco, dejando salir el humo del cigarro, mirado hacia la ventana.
Me volví a regañar internamente por haberle hablado del episodio con Jenna de la mañana. Desde entonces, no había dejado de insistir en eso, murmurando que era el patán más grande de la historia, lo suficientemente fuerte como para que la oyera.
—No soy niñera.
—Algo malo pudo haber pasado ¿no quieres saber? — Inquirió, dando un golpe en la mesa y gruñí.
—No.— Me limité a responder, mientras bebía otro trago de cerveza y por un minuto nadie dijo nada más.
Había llamado, innumerables veces, y el teléfono estaba apagado, pero había estado encendido lo suficiente como para ser capaz de rastrearlo hasta el apartamento de Oliver. Pero no se lo dije a Hannah, ni a nadie más.
El silencio, que era escaso y raramente se presentaba en el apartamento cuando todos estaba ahí, nos envolvió un momento, mientras ella suspiraba pesadamente y negaba con la cabeza. Me giré hacía el balcón, observando como Blake le daba un sorbo a la botella de cerveza, mirando la ciudad, sentado en la orilla del barandal.
—Me preguntó como resultará todo.— Masculló, cerrando el frasco con una mueca sombría, demasiado impropia de ella y ladeó la cabeza, mirándome fijamente. —Dime una cosa, ¿Qué es lo que en realidad piensas de todo esto?
No tenía que especificar, sabía a que se refería, pero ciertamente me encontraba tan o más frustrado que ella. Estaba hasta el cuello de trabajos pendientes, y para alguien que estaba en la mira de la policía no era bueno, menos aún por un crimen del que eramos inocentes. Eso, sumándole los callejones sin salida que me rodeaban cada vez que quería saber algo sobre el tiroteo o Jerry Campbell, me daba migraña y pensar en ello me ponía al limite de mi paciencia.
—No lo sé, pero no me gusta nada.— Me crucé de brazos, mientras la ventisca de la tarde se colaba por el ventanal, y resoplé. —Y eso me molesta.
—Te he visto más tranquilo últimamente.— Comentó, y dejé escapar un resoplido sarcástico.
—Necesitas anteojos.
—Hablo en serio.— Sonrió, encogiéndose de hombros. —No digo que seas el señor simpatía, pero francamente no te he visto perder el control, ni desquiciarte, ni has golpeado el saco de boxeo en días.— Expuso, con calma, haciendo referencia a los tan conocidos problemas de ira, que casi nunca nadie mencionaba, pero que todos conocían a la perfección.
—¿Y cuál es el punto?
—Creo que es porque has estado distrayéndote con Jenna.
—Dame un respiro, Fox. Todo quieres relacionarlo con ella.— Negué con la cabeza, lanzando la colilla del cigarro al basurero y encendiendo otro de inmediato. —Te agrada, lo capto. Demasiado para ser bueno.
—Tranquilo, no es mi tipo.— Bromeó. —Aunque la ultima mujer que compartimos no era muy diferente ¿recuerdas? Rubia, lindos pechos...— Preguntó, de repente recordando la última mujer con la que había dormido, que casualmente había pasado una noche con ella también. Reí.
—Haber dormido con la misma chica no es compartir. Fue una divertida coincidencia.
—Una anécdota para los nietos.— Rió, enérgica, incluso llamando la atención de Blake, afuera.
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Sin Códigos
Fiksi Umum"El hombre es el lobo del hombre." -Thomas Hobbes. •Historia protegida y registrada en SafeCreative. Prohibida la copia total o parcial en cualquier medio.