Capítulo 6

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Alex

Los sonidos eran turbios afuera. Vidrios haciéndose pedazos, y el estruendo de algo grande haciéndose añicos contra la pared. Oía voces ahogadas, insultando y gritando incoherencias que no entendía. Todo parecía estar ocurriendo a miles de kilómetros, pero sabía que provenía de la cocina.

El sonido que más me desesperó fue el de los pasos. Las pesadas botas, tronando contra la madera del suelo, se acercaban cada vez más. Blake gritó algo, y se oyó un golpe secó antes que enmudeciera.

No podía ver nada. Todo era una inmensa masa negra que me rodeaba. Las paredes parecían cerrarse a cada instante, y comenzaba a pensar que acabarían por aplastarme, pero no me moví. Mi hermano me había ordenado no moverme, y no lo hice, ni siquiera un centímetro.

La puerta de la habitación se abrió, golpeando contra la pared con la fuerza de un trueno. Las piernas y los brazos me dolían del terror, y cerré los ojos con fuerza a pesar que no veía nada.

Él gritó un insulto, y algo se rompió de nuevo, justo cuando un forcejeo se oyó.

— ¡No! — Oí a mi hermano gritar, de una forma tan desesperada que el pánico terminó por invadirme, al tiempo que las puertas se abrían, y la luz entraba, abrazadora al pequeño armario donde estaba, encegueciéndome. Solamente era capaz de discernir la enorme figura que se acercaba con algo en la mano y el intenso olor que despedía. — ¡Alex agáchate! — Blake volvió a gritar, y algo se abalanzó sobre mí, sin darme el tiempo de siquiera pensar. Cerré los ojos con fuerza.

Abrí los ojos de par en par, encontrándome con la imagen de una pared mohosa y manchada sobre mi cabeza. Tenía la respiración agitada, como si hubiese estado corriendo una maratón, y la fina de capa de sudor, que me cubría el cuerpo, me hacía sentir sofocado.

Me senté, en el borde de la cama, e inspiré profundamente, buscando la calma que me permitiera terminar de comprender que era solamente un sueño, mientras, por inercia, me lleva una mano al cuello y presionaba el par de placas de reconocimiento que colgaban de él.

Una punzada de dolor en mi brazo, se extendió por toda la articulación, cuando la moví ligeramente, y me obligó a posicionarla en su lugar otra vez.

Últimamente las pesadillas del mismo recuerdo se hacían cada vez más recurrentes, sin embargo, todavía seguía viniendo al lugar donde todo había ocurrido. No sabía si se debía a que necesitaba un respiro de todo el bullicio que siempre había en donde vivíamos actualmente, o si en realidad el jodido pavor que me había provocado seguía por ahí, en algún lugar.

Negué con frustración. Al ver como una simple pesadilla me provocaba replantearme toda mi vida, y me puse de pie, mientras mi teléfono comenzaba a vibrar sobre la mesita de noche.

No necesitaba ver la pantalla, para adivinar de quien se trataba.

— ¿Estas en el apartamento de nuevo? — La voz de Blake se escuchó completamente espabilada, aunque apenas estaba amaneciendo.

—Ya lo sabes. — Dije, mientras me dirigía a la cocina, y abría a nevera, que contenía únicamente una lata de cerveza. Casi con desesperación me dirigí a la ventana, mientras inspiraba el aroma del humo y basura, que se entremezclaba en el exterior, y que aunque por momentos me olía a encierro, en ese instante se olía como libertad.

—Hoy tomarás el turno de la noche. — Habló, tragándose el sermón que, probablemente pensaba darme. Fruncí el ceño.

— ¿Y qué hay del informante? Sabes que vio lo que pasó en ese tiroteo. —

Sin CódigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora