Capítulo 37

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Alex

El tercer gemido estalló en la habitación de en frente, pero pareció que ocurría junto a mi oído, y mientras contenía un gruñido, me tapé la cabeza con la almohada, tratando de ahogar el sonido, sin lograrlo. Finalmente me levanté irritado, y observé somnoliento al rededor.

Las cajas apiladas junto a la ventana no dejaban entrar la poca luz del día. A Blake no se le había ocurrido un mejor lugar que mi habitación para dejar tiradas sus porquerías del viejo apartamento, y la excusa de que era el espacio más grande de la casa ya estaba cansándome, pero sabía que no podía siquiera ver las cosas que había traído sin querer prenderles fuego.

Le quité el polvo a una, con mi playera, y la arrojé al suelo, mientras abría la tapa de cartón, y comencé a hojear las fotografías de pésima calidad que parecían haber sido tomadas hacía un siglo atrás y no veinte años. Blake no se veía feliz en ninguna. Sonreír para las fotografías nunca había sido su fuerte, pero aún así me traían muchos recuerdos: con su uniforme escolar, el diploma de honor en la graduación y una con la mano en su frente, haciendo un saludo militar con el gorro de Arnold.

—Era bastante nerd después de todo...

Sabía que no había ninguna fotografía mía ahí, pero sin embargo las busqué. Nada. Ni siquiera aparecía de fondo, y aunque eso no me quitaba el sueño, a veces intentaba recordar como lucía mi rostro antes, pero nunca lo conseguía ¿cómo era yo antes de la cicatriz?

Me llevé una mano al rostro, sintiendo la cortadura, e inmediatamente me volteé para ver a Jenna, todavía dormida al otro lado de la cama, y sus palabras volvieron a repetirse en mi cabeza como lo habían hecho desde la noche que me las había dicho.

"Eres hermoso..."

Me pregunté que iba mal con ella para decir algo así, y que iba mal conmigo para no poder dejar de pensar en ello. Miré su rostro, pacíficamente dormido, su mano, todavía cubierta por un nuevo retazo de tela, y sabía que había de eso: la marca.

Suspiré profundamente, cuando otro grito sexual hizo eco desde la habitación de Oz, y me volví al interior de la caja, sacando fotografías, papeles y cartas que no me resultaban familiar, una en especial:

—¿Universidad de Columbia?— Leí lentamente, mientras desplegaba el papel con la minúscula letra de computadora.

>>Blake Walker. Estimado Blake, Donald R. Boyce y los miembros del comité de admisión se unen en la parte más gratificante de mi trabajo: el informarle que ha sido admitido en la "Escuela de Ingeniería y Ciencias Aplicadas de la Fundación Fu de la Universidad de Columbia en la ciudad de Nueva York". Como miembro activo de la clase, por tanto, participará en una comunidad académica rica e intelectual que le permitirá desarrollar sus talentos en todas las áreas...

Cerré la carta, sin terminar de entender los términos elaborados que utilizaban para decir que Blake había sido aceptado,y volví a colocarla en su lugar, al fondo de la caja, con una horrible sensación en el cuerpo, al intentar imaginar por que nunca me había comentado nada al respecto, al tiempo que tomaba el móvil y tecleaba "Universidad de Columbia" en el buscador. Los archivos comenzaron a saltar en miles de enlaces diferentes, con una rapidez impresionante, mientras leía principalmente lo prestigiosa que era y lo exclusivo de la comunidad.

—¿Manhattan?— Leí de la página oficial, y casi solté una risa al imaginar a mi hermano como uno de los estudiantes pijos del Upper East Side, inmediatamente después me sentí la peor persona del mundo por pensar eso.

Y de repente estaba molesto con Blake, por habérmelo ocultado, por haber sido aceptado y por no haber asistido.

También por haber tenido que husmear en sus cosas. Nunca salía nada bueno de eso.

Sin CódigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora